martes 11 de marzo de 2014, 11:26h
El discurso presidencial y el decurso de la economía.
Medidas parciales deparan un futuro complejo. La introducción de la reforma al
Código Penal. La crisis de Venezuela y la reacción regional: Brasil asume el
liderazgo.
El contador y ministro de economía de Carlos Menem, Erman
González hablaba de "deslizamiento de precios" para mencionar la inflación.
Axel Kicillof habla de "variación de precios" luego de haber "sincerado"
algunas variables y puesto a hacerlo con el resto, medidas a las que jamás
llamará ajuste, tal vez las denomine "adaptación".
En una opinión pública cambiante, voluble y ávida, los pasos
del gobierno para frenar la corrida han dado sus resultados al precio de echar
bajo la alfombra los problemas polvorientos que arrastra desde hace varios
años. Porque "secar la plaza" de pesos con la elevación de la tasa de interés y
devaluar, logró el efecto de un antitérmico en un paciente con una grave
infección: la inflación. A la vez que no se ha acompañado de medidas fiscales
necesarias para completar un plan antiinflacionario.
Se frenan los síntomas de una enfermedad que sigue menguando
sin tregua la salud económica del país y el poder adquisitivo de los
asalariados. Por caso, el mes de febrero registra la liquidación de divisas más
grande de los últimos trece años. Los sojeros "antipatria" volcaron a la plaza
casi 2000 millones de dólares. Paradójicamente, en el mismo período el Banco
Central - conducido nominalmente por Juan C. Fábrega - perdió 200 millones de
dólares. ¿Qué ocurrirá cuando esta entrada excepcional llegue a su fin en
abril?: volverá la fiebre. Tampoco cede la caída de depósitos.
La combinación de torniquete monetario y devaluación, que ha
logrado una calma aparente, trepida además, ante el resultado de las
negociaciones salariales en curso. Cuando se conozca el índice de inflación de
febrero, la puja distributiva volverá a acelerarse con resultados
insospechados. En principio, no se sabe cuándo se iniciarán las clases este
año, un panorama patético para un gobierno que se jacta de haber hecho el mayor
gasto público en educación - principalmente en salarios - a la vez que exhibe
los peores indicadores en cuanto a la calidad de los aprendizajes de sus
alumnos.
El horizonte de retracción de la actividad económica - más
severa que la actual - es inevitable con el alto costo del crédito, el
encarecimiento del consumo y la carrera entre precios y salarios.
Ninguna de estas consideraciones ocupó el discurso
propagandístico de la presidente Cristina Fernández de Kirchner en su último
mensaje de apertura de sesiones del Congreso. Esto significa que deberá
afrontar - pese a las maniobras de "compra de tiempo" - las consecuencias
de doce años de políticas económicas facilistas con un contexto apropiado para
ello. El deterioro fiscal causado por negar la inflación, congelar las tarifas
y retrasar el tipo de cambio, para no generar mayor presión sobre el índice de
precios, está haciendo eclosión.
El círculo vicioso que operó durante los dos gobiernos de la
actual presidente, llevó los subsidios y el problema cambiario a un punto
insostenible para el BCRA, única fuente con la que cuenta el gobierno para
financiar un tesoro que no da abasto con el aumento del gasto. En todo el 2013
el BCRA emitió pesos equivalentes al 3,5 por ciento del PBI para financiar el
déficit fiscal y, al mismo tiempo, perdió 13.000 millones de sus reservas,
burlando al cepo. En 2014, durante el turbulento enero perdió 2.800 millones
hasta la devaluación.
Pero el discurso inaugural no tuvo referencias a la
devaluación, ni a la inflación, aunque pidió a los trabajadores que moderen en
las paritarias sus pretensiones, que para la peculiar dupla "Coquicillof"
debería ubicarse por debajo de la inflación esperada. Para que la devaluación
del 25 por ciento y las tasas de interés al 30 por ciento anual actúen como una
nueva ancla de la economía, los salarios deberán crecer menos que una inflación
que se baraja en torno a un 40 por ciento. Los jubilados y pensionados ya han
sido "puestos en caja" por un aumento que no alcanza para recuperar la pérdida
de poder adquisitivo del año pasado.
La otra variable que depende pura y exclusivamente del
gobierno es la reducción del gasto público, que al revés de lo aconsejado, se
ha elevado en un 45 por ciento en el último mes. Probablemente, una vez fijados
los niveles salariales, se aplicará la pospuesta "sintonía fina" de reducción
de subsidios que golpeará nuevamente a los asalariados.
Con reservas para sólo cuatro meses de importaciones - eran
trece cuando Cristina Fernández asumió su segundo mandato - y 9000 millones de
dólares de vencimientos de deuda, más otro tanto de importaciones de energía,
el panorama de los próximos meses se presenta con grandes nubarrones. En caso
de aceptar la existencia de esa tormenta, seguramente el gobierno estará
pensando más en un culpable que en una solución razonable.
Código Penal
La presidente no fijó muchos objetivos para el año
legislativo 2014. Sin traza de ideas económicas, salvo la meneada comparación
con el 2001 - si comparara con el gobierno de su marido y su primer turno
quedaría en desventaja - tres cuestiones quedaron planteadas: acotar la
protesta social en un año en que estará a la orden del día y que no necesita
más que la aplicación de la legislación vigente. Sin duda, el plato fuerte fue
el anuncio de que se enviaría el nuevo Código Penal trabajado durante meses por
especialistas de todos los partidos.
Sergio Masa fue el primero en rechazar de plano la
iniciativa de reforma aduciendo ciertos asuntos que ameritan un análisis más
sesudo. A partir de allí se abren dos lógicas: la que obedece al debate serio
sobre su contenido y al de la oportunidad de encararla. La oposición quedó
entrampada en estas dos lógicas y debería tener reflejos más atentos a eventos
que requieren la toma de decisiones, de iniciativas y de actitudes
propositivas.
Por último, además de reconocer que el memorándum con Irán
fue un fracaso, la presidente apoyó al "pueblo de Venezuela" únicas líneas
trazadas en materia de relaciones internacionales, además de la infaltable -
casi de rigor - cita a la soberanía de las Islas Malvinas.
La pequeña Venecia
Acuciada por los resultados nefastos de una política
económica facilista, Venezuela vive momentos difíciles en el plano político,
debido a la eclosión de dichos problemas. Preocupados por el apresamiento de
dirigentes, torturas y asesinatos no esclarecidos - más allá de los 10.000
homicidios anuales que registran las estadísticas del crimen - y por el tinte
caótico que tomaron los acontecimientos, cuatro ex mandatarios de la región
condenaron, en un comunicado, la delicada situación de los derechos humanos,
causados por el chavismo, e instaron a que haya en ese país "un debate
constructivo conforme a los cánones de la democracia reconocidos
universalmente".
Firman el docuemnto Ricardo Lagos, Fernando Henrique
Cardoso, Toledo y el costarricense Oscar Arias, premio Nobel de la Paz.
En el documento, los cuatro presidentes se declaran
"amigos de la democracia venezolana" y manifiestan su
"preocupación y alarma" por la violencia desde el 12 de febrero,
cuando se iniciaron las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro.
En la declaración se pide a todas las partes que inicien un
debate constructivo para sacar a Venezuela de la "extrema polarización e
intolerancia" y se reclama, "muy especialmente", al gobierno
chavista que establezca "sin demora las condiciones propicias para ese
debate, con una agenda compartida y sin exclusiones".
Por último, hacen "un llamado a la comunidad
internacional a sumarse a un esfuerzo concertado para el fortalecimiento de la
democracia y la preservación de la paz en Venezuela". Según datos
oficiales, al menos 19 personas han muerto y más de 200 han resultado heridas
en los hechos de violencia que han rodeado las protestas, en su mayoría no
aclarados.
En línea con una iniciativa regional para conjurar la
crisis, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, lidera personalmente las
negociaciones para la cumbre de Unasur en Chile trate el asunto esta semana,
evitando así la intervención de la OEA.
El Planalto dejó trascender, además, que la reunión prevista
en Santiago de Chile sumaría a su postura moderada a la flamante presidente -
que vuelve a ese cargo - Michelle Bachelet, en contraposición a las más
radicalizadas en favor de Maduro de los gobiernos de Ecuador y Bolivia.
Hasta aquí, Rousseff evitó pronunciarse sobre la situación en
Venezuela y la única vez que lo hizo fue el mes pasado, durante una visita a la
sede de la UE en Bruselas. Allí bregó por una solución consensuada entre el
gobierno y la oposición del país caribeño, aunque siempre dejando en claro que
un golpe de Estado contra el gobierno de Nicolás Maduro tendría el mismo
tratamiento que las autoridades paraguayas surgidas tras la deposición del ex
presidente Fernando Lugo, en julio de 2012. Es decir, la expulsión del
Mercosur.
Por su parte, el gobierno argentino mantiene con el chavismo
un vínculo trenzado entre la ideología y los negocios que lo obligan a seguir
siendo "compañeros de relato". De allí las palabras de la presidente, el 1 de
marzo, y el apoyo que vino a buscar hasta unas semanas el canciller - y presidenciable
- Elías Jaua.