¿A dónde vas política económica?
lunes 10 de febrero de 2014, 01:45h
En medio de una conversación excitada por la ausencia de
electricidad en el bar, un amigo me comentaba que, para simplificar, la
evolución prevista de la economía argentina en 2014 se podía representar por la
existencia de dos escenarios alternativos: uno triste y otro... malo. El malo es
conocido. Veamos el triste escenario...
América del Sur exhibió una mejora notable en sus términos
de intercambio durante la última década. Es decir, sorteando la jerga
económica, un aumento considerable del precio de los bienes y servicios que
vende al mundo en relación al precio de los bienes y servicios que compra desde
el resto de los países. Los países más beneficiados fueron aquellos que venden
esencialmente energía (como Venezuela), los que vieron multiplicar x6 el precio
de sus productos de exportación; luego, los productores de metales y minerales
(el caso de Chile y Perú), los que presenciaron un incremento x5 en sus
precios; y después, aquellos que venden principalmente alimentos (Argentina,
Brasil), quienes vieron aumentar el precio de sus exportaciones x3 en ese
periodo.
No se debe desdeñar otro aporte. Al imponer EE.UU. tasas de
interés en mínimos históricos, se potenció el flujo de capitales hacia la
región que buscaban obtener mayores rendimientos y a la vez se redujo la carga
de los intereses de la deuda externa sobre nuestras economías.
Aunque no pareciera que el mundo "se nos vino encima",
existen indicios que lo mejor del contexto externo para esta parte del globo
empieza a quedar atrás. China muestra signos de desaceleración en su
crecimiento y EE.UU. se plantea comenzar a reducir su política de estímulos
monetarios. Según su oficina de estadísticas, el crecimiento de China en 2013
fue de 7,7%, una cifra igual a la del año anterior, que es la más baja
registrada en el país desde 1999. En EE.UU. no se esperan variaciones abruptas,
pero la FED (Banco Central de EE.UU.) anunció que comenzará a disminuir el
ritmo de compra de títulos públicos (inicialmente desde los USD 85.000 millones
a 75.000 millones mensuales), y en 2015 comenzaría a elevar las tasas de
interés de corto plazo.
Este escenario internacional encuentra a la economía
argentina ya instalada sobre una tendencia de crecimiento moderado-bajo, con un
acortamiento del horizonte de decisiones derivado de los desequilibrios
acumulados durante varios años y cuya expresión más saliente es la aceleración
de una tasa de inflación (que ya se ubicaba entre las más elevadas del
planeta). Nuestra economía es hoy una economía atrapada en el más corto plazo y
sujeta a impactos externos.
Vaivenes aparte, si uno observa la evolución del volumen de
exportaciones en los últimos años se percibe un estancamiento entre 2008 y 2013,
aun cuando los precios de venta de nuestros productos en promedio han seguido
subiendo. En 2014, mantener el valor de las exportaciones en los 84 mil
millones de 2013, ya sería un indicador positivo. Las proyecciones advierten
sobre una leve caída por la combinación de menores precios de la soja, menores
ventas a Brasil y menores exportaciones de energía.
El estancamiento en las exportaciones impone un claro límite
al crecimiento económico. Mucho más en un país sin acceso al crédito a tasas
razonables y con las reservas de divisas en pleno descenso. Sencillo, si las
ventas al exterior no suben, con un aumento del mercado interno y mayores
importaciones, se achicaría el menguado saldo comercial o se pondría aún mayor
presión a las reservas y al tipo de cambio. Este escenario advierte que no hay
margen para empujar la macroeconomía sin chocar rápidamente con la restricción
de dólares o externa. En números, y sólo como ejercicio aritmético simple, si
en 2013 la economía creció cerca de 3% y las importaciones aumentaron en USD
7.300 millones, se obtiene un orden de magnitud equivalente a USD 2.500
millones por cada punto de crecimiento. Si se supone que las exportaciones no
crecerán en 2014 y se mantiene el comportamiento previo de las importaciones,
un crecimiento de 3% en 2014 eliminaría todo el superávit comercial de 2013,
unos USD 8.500 millones.
Pero el saldo comercial ya estaría comprometido para cubrir
la cancelación de deuda pública y el financiamiento de las divisas para el
turismo en el exterior. El pago de las obligaciones públicas demandará unos USD
5.500 millones este año, (de los cuales USD 2.800 millones corresponden a
aquélla ligada a un crecimiento del producto con cifras cuestionadas). Todo
potencial crecimiento económico en 2014 sería a expensas de menores reservas en
el Banco Central (BCRA), las que ya se encuentran en franco descenso aun con
las restricciones crecientes a su acceso. Si bien es de esperar decisiones de
política para aumentar la colocación de deuda mediante títulos públicos y
reducir el déficit de divisas en turismo (insumió más reservas que el pago de
la deuda o el déficit energético), los montos que se estiman difícilmente sean
de magnitud suficiente para sostener el nivel de reservas internacionales.
Cierto, se pudo haber percibido un cambio en la política
económica del Gobierno. El BCRA moderó en algo la política monetaria expansiva,
bajando la tasa de creación de dinero, incrementando el ritmo de devaluación y
subiendo las tasas de interés. Este accionar se complementó con las propuestas
de pago al CIADI y el Club de París, las negociaciones por la indemnización a
REPSOL, el anuncio de un nuevo índice de precios en consulta con el FMI y una
secreta esperanza de refinanciar vencimientos de USD 3.000 millones con el
Banco Mundial en los próximos años. Asimismo, aquellos instrumentos que
sirvieron como anclas respecto de la inflación en años anteriores, como el
dólar y las tarifas de servicios públicos, parecen haber sido descartados para
esa función. Entonces, se observa un desplazamiento hacia otras variables como
un nuevo intento por acordar precios o restringir el aumento de los salarios de
los trabajadores. Respecto a la política fiscal, se especula con que se
trataría de ir subiendo tarifas y en consecuencia bajando la carga de los
subsidios (en 2013 alcanzaron casi 5% del producto) sobre las cuentas públicas,
con el propósito de bajar un financiamiento monetario que en 2013 superará los
70.000 millones de pesos.
Las proyecciones para 2014 parten de un estancamiento del
producto, una leve caída de las exportaciones, y una inflación que se acelera.
Los saldos externo y fiscal buscarán frenar su deterioro en términos reales,
uno por la caída de importaciones, y el otro, por menores subsidios. Este
escenario no dejará espacio para empujar demasiado el consumo interno. La
combinación de todas estas medidas buscaría suavizar el choque con la
restricción externa y cuidar las reservas. En suma, en poco tiempo la economía
argentina pasó de exhibir orgullosa crecimiento económico y unos superávit
gemelos en las cuentas públicas y externas a esperar que llueva y que no se demore
mucho la soja de abril y mayo para que no caer en una recesión. Un triste
escenario.
No es inusual que los procesos macroeconómicos muestren
fases de aceleración. En los últimos días se ha roto el tabú de un "salto" en
el precio del dólar (una devaluación no gradual); las repercusiones de este
evento sobre las expectativas de los actores de la economía aún están por
verse. En todo caso, pareciera que el nivel de reservas alcanzó un límite
preocupante no sólo para los observadores o los actores económicos sino para el
propio gobierno. El escenario malo es conocido: se consumen las reservas y
entonces la economía se mueve al compás que le marca el día a día del mercado
de cambios.
Una pregunta se repite sin respuesta: ¿a dónde vas política
económica?