domingo 09 de febrero de 2014, 14:01h
Las razones objetivas de un callejón sin salida en el que se
metió el cristinismo. Sin opciones a la vista, los cambios en economía se
imponen ante la fuerza de los hechos: el ajuste silencioso. El peronismo se
cuece en su propia hoguera.
No cabe duda que la escalada del dólar y la pérdida de
reservas, tristes síntomas de la inflación que carcome el modelo "nacional y
popular" al que ningún relato -menos uno sin reelección - parece darle pábulo
en estas horas difíciles. Aquí no se trata de ensañarse con un gobierno que ha
hecho las cosas bastante mal, lo suficiente como para evaporar su apoyo
electoral, desgranar su coalición de poder y ser incapaz de generar
expectativas favorables en los actores económicos.
Si el gobierno fuese un paciente en problemas, su
diagnóstico estaría cerca de coincidir con una esquizofrenia paranoide,
trastorno que se caracteriza por el egocentrismo, el aislamiento, y una pérdida
de contacto con la realidad. Así se comporta un peronismo gobernante que
recurre a justificaciones delirantes (persecución internacional, ataques
especulativos, empresarios destituyentes, etc.) para dar cuenta del momento
actual.
La iniciativa política, esa arma que el kirchnerismo mantuvo
afilada durante diez años se melló con el deterioro de la salud de la
presidente, el agotamiento normal de una gestión de diez años y con los
desaguisados de esa gestión. Luego de varios tropiezos que eslabonaron una
cadena de fracasos durante el 2013 (reforma judicial; blanqueo de capitales;
memorando con Irán; idas y venidas con los subsidios; parches del mercado
cambiario; rápida decepción de la gestión Coquicillof; etc.) el gobierno deberá
hacerse cargo de los efectos de sus propios remedios. Y debe hacerlo rápido
para evitar una crisis mayor.
"No vamos a hacer nada que genere bruscos cambios en la
economía", repitió como un mantra, lo que Néstor Kirchner tuvo siempre
como lema en los asuntos económicos. Sin embargo, a dos meses de pronunciada la
frase en su estreno como ministro de economía, Axel Kicillof convalidó la
devaluación más gruesa de los últimos doce años. El peso lleva perdido un 32
por ciento de su valor desde entonces y hasta la escritura de estas líneas.
Algunos datos sencillos pueden ubicarnos en el punto exacto
en el que la economía nacional se debate hoy. Veamos: desde el 20 y hasta el 31
de enero, el BCRA ha sobrestimado las reservas en un promedio de 222 millones
de dólares diarios. Cabe destacar que al 31 de enero el nivel se ubicó en
27.748 millones de dólares. Parte de esas reservas - 7000 millones - son
depósitos del sector privado en los bancos, por lo que la verdadera
disponibilidad se ubica levemente por encima de los 20.000 millones.
Para el pago de las importaciones, del orden de los 5500
millones de dólares y para los retiros "democratizantes" para atesoramiento de
aquellos contribuyentes que tengan un ingreso de más de 7200 pesos - en la
práctica más de 20.000 - que ascienden a 400 millones por mes, la Argentina
tiene hoy reservas que sólo alcanzan para tres meses y medio. Si bien el monto
nominal de las reservas es relativamente alto, en términos reales estamos en la
misma situación que a fines de los '90. Esa proporción era de dos meses antes
del "Rodrigazo". Las cifras de nuestros vecinos hablan a las claras con
respecto a esta relación entre reservas e importaciones: Perú tiene para 19
meses; Brasil y Bolivia 16; Uruguay 15 y Colombia 8.
Luego de la devaluación, Kicillof levantó las tasas de
interés, en dos oportunidades, para hacer atractivo el peso, lo que sumado a la
medida de restricción de importaciones - las grandes empresas deberán
"conseguirse sus dólares para importar" - estamos ante las puertas de la
desaceleración brusca del nivel de actividad.
El sector exportador de granos y oleaginosas, responsable
del 28 por ciento de las exportaciones ha sido urgido a liquidar sus stocks que
mantiene en reserva a la espera del precio de equilibrio del dólar, el que no
hallará ese nivel con expectativas inflacionarias a la vista. ¿Y el otro 72 por
ciento? No es blanco de las diatribas del Jefe de Gabinete.
Febrero será un mes de definiciones para calmar las aguas y
lograr estabilidad que despeje la actual incertidumbre. ¿Podrá hacerlo este
equipo ya vapuleado en pocas semanas de andadura? ¿Podrá lograrlo una
administración en la que no se sabe quién gobierna?
Eso sí, para evitar la espiralización de la inflación la
presidente ya apostrofó a Antonio Caló, amenazó a los trabajadores que ahorran
en dólares y pidió que calmaran sus aspiraciones salariales.
Impactos de la devaluación
En primer lugar, el Presupuesto Nacional ha quedado herido y
desactualizado en sus estimaciones. Distintos especialistas pronostican un 2014
de bajo o nulo crecimiento económico y aceleración en la suba de los precios.
Las nuevas restricciones a las importaciones y al crédito -
por efecto de la suba de la tasa de interés - frenaran la actividad económica.
También llevarán moderación a los reclamos salariales ante el acicate de la
desocupación. Sabido es que la preservación de las fuentes de trabajo es
prioridad para los líderes sindicales. Para "ir tirando" se arreglarán acuerdos
por suma fija para el primer trimestre por rama de actividad, a cuenta de unas
paritarias que puedan desarrollarse - con suerte - en una atmósfera más calma
que la que hoy se respira.
Se prevé para 2014 una baja en el consumo, el principal
motor del crecimiento en los últimos años, que afectará a los sectores más
dependientes de la demanda interna. La desconfianza ante una devaluación sin
plan antiinflacionario hace que se retraigan la inversión y el consumo, por lo
que los escenarios de los más pesimistas avizoran recesión o estanflación.
La perspectiva negativa de la deuda dolarizada de una serie
de provincias y municipios, hará que mandatarios e intendentes se encuentren en
la situación de ver dificultado el refinanciamiento y las posibles nuevas
inversiones. Salvo las provincias con ingresos atados al dólar (regalías), las
demás se verán más dependientes de la asistencia de la nación.
La lista dice que: la Ciudad de Buenos Aires, tiene el 98
por ciento de su deuda en la divisa estadounidense; Córdoba el 57; la provincia
de Buenos Aires el 49; Mendoza el 46; Chubut el 30; Entre Ríos el 29 y Formosa
el 12 por ciento.
En el 2013 los gobiernos locales emitieron gran cantidad de
bonos ajustados al dólar, de modo que hoy la mitad de la deuda de las
provincias y municipios deuda emitida en esas condiciones. El efecto "positivo"
es la recuperación de un dólar que reactive las destruidas economías regionales.
Pero para que ese efecto se de el país debe recuperar estabilidad y
credibilidad.
El peronismo inquieto
Los rumores más fuertes de final anticipado del mandato de
Cristina Kirchner han surgido del peronismo. Tanto Jorge Yoma como Luis Barrionuevo
han augurado una salida que ministros como Florencio Randazzo y Rossi
desmintieron en forma innecesaria.
No es un secreto que la suerte electoral del cristinismo
está echada y muchos dirigentes del peronismo no quieren ser "enterrados con el
Faraón", menos aún aquellos que creen tener un futuro político después del
2015.
Los gobernadores peronistas que supuestamente tenían en
Jorge Capitanich a un representante de sus intereses, ha demostrado en estos
pocos meses un completo apego a las órdenes de Cristina y Máximo Kirchner. La
misma transformación que sufrieron las ideas económicas que se suponía había
aprendido. Tal vez los gobernadores deban ver la otra parte de su foja de
servicios que incluye haber defendido con enjundia las gestiones de Carlos
Menem y Eduardo Duhalde.
Máximo y La Cámpora siguen concentrando el poder. El primero
se ha transformado en decisor de muchos asuntos delicados y es el que controla
la agenda de la presidente. Los segundos, ahora han desembarcado en el
Ministerio de Desarrollo Social y con dos lugares en el Consejo de la
Magistratura.
Por su parte las relaciones entre el oficialismo y Daniel
Scioli han mejorado, tal vez por el apoyo del gobernador a la presidente en
este momento difícil. Hasta puede reunirse con José Manuel de la Sota en La
Docta, sin que lo hostiguen. Scioli publicitó su reunió con el economista
Miguel Bein quien a tono con el apoyo al gobierno explicó que "la
Argentina goza de una gran situación de solvencia que permite por primera vez
en nuestra historia discutir una agenda de largo plazo, que es la agenda del
desarrollo".
Al nerviosismo de los gobernadores e intendentes que además
de su futuro tienen un presente difícil para gobernar, hay que sumar el del
sindicalismo peronista. Y esa sí que es una combinación altamente destituyente.