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Conspiración

Conspiración

Por Enrique Szewach
jueves 30 de enero de 2014, 01:35h
En uno de los inteligentes diálogos que caracterizan a la serie favorita de la Presidenta (Game of Thrones), uno de los protagonistas se jacta de no haber perdido ninguna guerra. La respuesta de su interlocutor resulta sorprendente: "eso no habla de tu poder, si no de tu astucia para elegir a los enemigos".
 
Durante muchos años, una de las cualidades políticas del populismo kirchnerista, fue, precisamente, la astucia para elegir al enemigo adecuado.
 
Así desfilaron, en muchas guerras ganadas, los militares, el FMI, las empresas privatizadas extranjeras, los sindicalistas impopulares, las AFJP, los grupos concentrados, etc.
 
En el campo de la economía, hace muchos años que la política mundial descubrió lo poco astuto que resulta elegir como enemigo "al mercado", en el sentido de que, cuando las tendencias fundamentales de la economía, marcan cierto derrotero, remar contra la corriente, resulta un esfuerzo improductivo, inútil y contraproducente.
 
Y es mejor acompañar las tendencias, guiarlas, bajar incertidumbre, que enfrentarlas.
 
Entiéndase bien, una cosa es la especulación de corto plazo, en contra de lo que señalan los fundamentos, que puede ser enfrentada con éxito, por gobiernos con poder y capacidad técnica, y otra, muy distinta,  es pretender negar la realidad y tratar de revertir un camino inexorable.
 
En ese marco se inscriben las políticas monetarias y cambiarias elegidas en la última década por el mundo emergente en general.
 
Se ha priorizado una política monetaria antiinflacionaria y la mayor libertad en el movimiento de capitales para aprovechar los beneficios de la globalización y, por lo tanto, hubo que elegir una política cambiaria compatible. Es decir,  una "flotación" lo más libre posible, con intervenciones puntuales, para suavizar volatilidades bruscas.
 
Así se han comportado, en general, los Bancos Centrales del mundo emergente, encargados de defender la estabilidad nominal, como prioridad, más allá de la obvia preocupación, por el nivel de actividad y el empleo. Estas políticas le permitieron mantener escenarios de baja inflación y acumular reservas, mientras los tipos de cambio fluctuaron al ritmo del mayor o menor grado de liquidez mundial, y de la variación de los términos del intercambio de cada país.
 
La "tercera pata" de esta historia del mundo emergente, es la política fiscal, en dónde interviene no sólo la "técnica" (como en el caso monetario y cambiario), si no la política y las preferencias de la sociedad. Es así que, países con políticas fiscales prudentes y bien diseñadas, mostraron, en estos años, una buena perfomance, medida en los índices de calidad de vida y en la estabilidad del crecimiento económico, y pudieron adoptar políticas anticíclicas exitosas, cuando fue necesario,  mientras que países con políticas fiscales irrresponsables, y mal diseñadas, presentaron y presentan una mayor vulnerabilidad, volatilidad de su crecimiento, menor progreso de su población y mayores dificultades para enfrentar ciclos adversos.   
 
Sin embargo, la Presidenta argentina y su equipo, quizás envalentonados por el extraordinario triunfo electoral del 2011, y pese a la doble advertencia surgida de la derrota de la 125, y de la enorme salida de capitales del período 2008/2011, decidieron librar la guerra al mercado.
 
Cuando la política económica pedía, ajuste fiscal y eliminación gradual de los subsidios, una política monetaria antiinflacionaria y una política cambiaria consistente con ello, se decidió seguir expandiendo el gasto, una política monetaria y de manejo de las reservas casi suicida, anclar el tipo de cambio como instrumento antiinflacionario, y cerrar la cuenta capital del balance de pagos con el cepo.
 
El resultado de "remar contra la corriente" quedó claro, más inflación, estancamiento, pérdida de reservas, freno a la inversión y a la creación de empleo, etc.
 
Está claro que si aquí hubo una "conspiración", esa conspiración ha sido de los asesores de la Presidenta que, con tal de conservar sus privilegios y sus cargos,  la alentaron a pelear, una guerra perdida, o aceptaron, mansamente, la restricción del "no ajuste".
 
Ahora, resignados, queda claro que se ha "tocado a retirada".
 
Devaluación brusca, suba de la tasa de interés, cierto relajamiento menor del cepo. Búsqueda desesperada de nuevo endeudamiento.
 
Pero sin un cambio sustancial de la política fiscal, que permita una política monetaria consistente con el nuevo esquema cambiario, y sin un acuerdo razonable en la política de ingresos, para proteger a los más vulnerables del ajuste inevitable, para poder terminar gradualmente con los subsidios para todos y todas, esta retirada puede terminar en una rendición desordenada,  y muy costosa para la sociedad, en particular para los que menos tienen.
 
Es hora de terminar con los verdaderos conspiradores.
 
El mercado no toma prisioneros.
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