lunes 09 de diciembre de 2013, 17:35h
Hoy,
treinta años después, podemos decir que el 10 de Diciembre de 1983 es el
verdadero punto de inflexión en la historia argentina de recurrentes golpes de
estado que distinguió el Siglo XX, aquel que E Hobsbawm caracterizó como el más
violento en la historia de la humanidad.
La
experiencia argentina fue, también, el preludio de la ola democratizadora que
se verificó en el Cono Sur de América Latina con los procesos políticos de
Uruguay, Brasil, Paraguay y, finalmente en 1990, Chile.
En
nuestro país la transición - originada en la frustrada aventura dictatorial de
Malvinas- puede caracterizarse como excepcional y "de ruptura", dado
que el triunfo de Raúl Alfonsín permitió una instauración del sistema
democrático exenta de negociaciones con el régimen militar en retirada.
Esa es
la verdadera razón del inédito juzgamiento, y posterior condena, a los
responsables del terrorismo de Estado que constituye el rasgo distintivo del
nuevo tiempo democrático de los argentinos.
Además
de lidiar con las heridas del pasado inmediato, la democracia recuperada
terminó con los riesgos de un conflicto abierto con Chile - que casi nos cuesta
el inicio de una guerra entre hermanos- a través del ampliamente mayoritario
apoyo popular en una consulta no vinculante a la ciudadanía que, no obstante
ello, solo superó por una voto la oposición política justicialista en el Senado
de la Nación.
Esas
dos iniciativas, el juicio a los ex comandantes y la paz con Chile,
posibilitaron el represtigio internacional de la Argentina que liquidó el
aislamiento de nuestro país en un mundo que todavía vivía bajo las reglas de la
Guerra Fría.
A pesar
de esa lógica prevaleciente de las superpotencias, la democracia recuperada
pudo aunar esfuerzos con otros países para afirmar la paz en Centroamérica,
zona de trabajos prácticos de la lucha ideológica entre los Estados Unidos y la
Unión Soviética, y sentar las bases de una asociación estratégica con Brasil
que, todavía hoy, constituye el centro de nuestro accionar internacional.
Los
retos de naturaleza económica, por su parte, que requerían - además del empeño-
un cambio en el contexto internacional no pudieron ser alcanzados. En efecto,
una deuda externa que la dictadura multiplico por cuatro, las exorbitantes
tasas internacionales de interés, el proteccionismo de los países centrales y
los muy bajos precios de nuestros productos de exportación fueron los límites a
las propuestas de transformación que no pudieron ser superados.
Así,
entonces, la recuperada democracia de los argentinos pudo, a partir de 1983,
dar cuenta de los desafíos que, para ser afrontados exitosamente, requerían
esencialmente de claras convicciones y firme voluntad política: la
reconstrucción institucional, el juzgamiento de los delitos de la dictadura, la
convivencia civilizada y la promoción del respeto a los valores de la
tolerancia y el diálogo