martes 20 de agosto de 2013, 10:08h
El kirchnerismo tiene un problema conceptual: confunde
niveles, con tasas. Porque no es lo mismo el valor de una variable, su nivel,
que su cambio a través del tiempo.
La Presidenta ha basado todo su discurso político, desde su
reelección, en que era "única dueña" del
54% de los votos, y que, por lo tanto, quién se oponía a sus decisiones, se
estaba oponiendo "al pueblo", que le había dado un cheque en blanco, para
gobernar.
Esta justificación de su accionar, resulta, después del
domingo, difícil de sostener.
Si el 54% de los votos,
da "todo el poder" a quién los recibe. ¿Qué pasa cuando se tiene sólo el
26% de los votos?.
De allí que la Presidenta necesite ensayar una explicación
alternativa, y eludir toda responsabilidad en la derrota del domingo pasado.
Para ello, recurrió a la tesis de "un pueblo engañado por
las corporaciones mediáticas y oligarcas y sus gerentes". Bajo esta tesis, el
28% de los votantes que ahora optaron por candidatos que no eran apoyados o no
apoyaban a la Presidenta, fueron
víctimas inocentes de una gran conspiración realizada por los medios de
comunicación opositores y por políticos respaldados por las corporaciones que
buscan recuperar las posiciones perdidas en estos años, incluyendo al sistema
financiero internacional, que ha perdido un cliente importante en el marco del
"desendeudamiento".
La única falla de esta argumentación, es que las
corporaciones mediáticas existían ya en el 2011, y lo mismo sucedía con la
Banca, la Industria, las entidades del campo, o el sistema financiero
internacional.
Sin embargo, la existencia de esos enemigos feroces no
impidieron que el oficialismo lograra el aluvión de votos del 54% de los
electores.
Por lo tanto, la tesis sugerida por la Presidenta no se
sostiene, a menos que ella y su entorno, consideren que ahora, las
corporaciones que enfrentan son aún más poderosas que en el 2011, o que la
gente es todavía más "influenciable" por las mentiras mediáticas que en el
pasado.
Algo similar ocurre con la economía.
Desde la crisis financiera internacional del 2008, el
problema de la macro argentina es oficialmente atribuído al "mundo que se nos
cayó encima".
Pero ese mismo mundo dio lugar a crecimientos de nuestro PBI
oficial, del 7 /8% anual en el 2010-2011
y a crecimientos muy modestos cercanos al estancamiento en el 2012/ 2013.
La elevada inflación local, reconocida por todos, menos el
INDEC, incluyendo funcionarios que toman medidas para intentar reducirla, es,
según el gobierno, producto de los "oligopolios", de los "formadores de
precios", etc..
Sin embargo, los oligopolios también existían en el 2005 o
en el 2006 y la tasa anual de inflación se ha cuadruplicado desde entonces.
Una cosa es el "nivel" de los precios, más altos en la
Argentina que en otros países del mundo, entre otras cosas, por el desaliento a
la oferta, la falta de competencia, y los cotos de caza alentados o creados
desde el Estado, en sectores claves, y otra cosa es la "tasa" de inflación, que
pasó del 0,5% mensual en el 2006 a los
2/ 2,5% mensual en la actualidad.
Otro tanto es lo que pasa con la competividad cambiaria en
la Argentina.
Una cosa es que el tipo de cambio real (antes de
retenciones) tenga un "nivel" 35% superior al de la salida de la
convertibilidad y otra cosa es que, en los últimos años, se haya desplomado más
de un 40% respecto de su promedio 2005/2007. Lo que ha destruido a las
economías regionales y servido de marco a la salida de capitales del período.
Esta "confusión" está en el trasfondo de la derrota
electoral del oficialismo en las PASO pasadas.
Mientras la Presidenta y su elenco, pusieron énfasis,
durante la campaña, en los "niveles" de
las principales variables, comparados con el 2001/2002 (salvo los precios), los
votantes pusieron la mira en las "tasas" de los últimos dos años. En la baja
tasa de crecimiento. En la nula tasa de creación de empleo privado. En la
elevada tasa de inflación que se "come" los aumentos nominales de salarios y jubilaciones.
En la insoportable tasa de presión impositiva. En la fuerte caída del tipo de
cambio real, etc.
Por lo tanto, la Presidenta no llama al "diálogo", para
cambiar de políticas, eso sería reconocer errores.
Llama a los "dueños" de las corporaciones para
desenmascararlos. Para probar el engaño. Para rescatar a los votantes de los
conspiradores.
En síntesis, para salvarnos.