lunes 12 de agosto de 2013, 10:06h
Hacer historia contrafáctica resulta siempre un ejercicio
interesante, aunque poco práctico.
La pregunta: ¿Qué hubiera pasado si...?, que a menudo nos
hacemos frente a distintas situaciones de nuestra vida personal o profesional,
o de la vida de una empresa, o país,
obliga a realizar un gran número de conjeturas en torno a las acciones,
reacciones, consecuencias e interacciones sucesivas, que terminan en necesarias
simplificaciones para el razonamiento, pero arriesgadas para las conclusiones.
Está claro, a estas alturas, que la Presidenta de la Nación
después de su triunfo arrollador de octubre del 2011, y ante el dilema de
cambiar de "modelo" o prolongarle la vida útil al que la llevo a
dicho triunfo, prefirió lo malo conocido.
De todas maneras, se vivió un "amague" de cambio,
cuando se discutió, en ese momento, la alternativa de terminar con los
subsidios a la energía y el transporte de los sectores medios y altos, del área
metropolitana de Buenos Aires, invitados a renunciar a los mismos con spots publicitarios
que apelaban a un "país con buena gente".
O cuando se obligó a formar largas colas al sol del verano,
para conseguir la tarjeta SUBE, con el
objetivo de generalizarla, para poder discriminar la tarifa según el
portador y subsidiar a la demanda.
O cuando se planteó la posibilidad de instrumentar,
oficialmente, un desdoblamiento del mercado cambiario, para incrementar más
bruscamente el precio del dólar, al menos para cierto tipo de transacciones y
racionar por precio y no por cantidad.
O cuando se sugirió un nuevo intento por renegociar la deuda
con el Club de París, y normalizar así las relaciones financieras con el
exterior.
O cuando se comenzó a negociar con el FMI el armado de un
nuevo Índice de Precios al Consumidor, nacional, que si bien no reemplazará al
IPC de Capital y GBA, para no tener que reconocer las mentiras, iría,
lentamente, sincerando el problema inflacionario.
Sin embargo, como es evidente, la Presidenta optó por una
reducción muy limitada de los subsidios, y seguir, por lo tanto, financiando
los servicios públicos que consumen algunos, con los impuestos y la inflación
que pagan todos.
Decidió eludir una
devaluación brusca del tipo de cambio, reemplazándola por restricciones a la
compra de dólares, y con el cierre del movimiento de capitales con el exterior
y admitir un desdoblamiento de facto y
controlado del mercado, tratando de regular la brecha resultante con presiones
"telefónicas" a los participantes del mercado, y algo de
"ortodoxia" con la tasa de interés en pesos.
En lugar de normalizar las relaciones financieras y
comerciales con el exterior, prefirió el camino de ahondar el aislamiento con
el mencionado cierre del movimiento de capitales, con mayores restricciones a
las importaciones, con la confiscación de las acciones de Repsol en YPF, etc.
A priori, por lo tanto, y
desde la óptica de la Presidenta y su equipo, la continuidad del modelo,
con las correcciones mencionadas, daría mejores resultados que encarar el
camino alternativo sugerido.
Pero por el camino escogido, la economía argentina casi no
ha crecido. Ha mantenido una elevada tasa de inflación. No ha vuelto a crear
empleo privado y ha agravado sus problemas estructurales en materia de energía,
infraestructura y falta de dólares.
No ha tenido consecuencias peores, primero, por el poder
político que la mencionada elección del 2011 le dio al oficialismo. Segundo,
porque el mundo, en particular el precio de la soja (en un buen año productivo)
y la liquidez global, ayudaron directa o indirectamente. Y, además, porque las
reservas acumuladas previamente, permitieron compensar parcialmente la falta de
dólares y financiar pagos de deuda e
importaciones imprescindibles.
Pero la consecuencia política de este rumbo económico, si se
ratifican en octubre los resultados de las PASO, es la pérdida de un porcentaje
importante de apoyo ciudadano, desde aquél idílico 54%. (Aunque, seguramente,
no todo es la economía. Los intentos de reformar la Constitución de facto y la
inseguridad, también habrán influido).
Hoy, entonces, podría
ser, quizás, que la Presidenta realice, en su intimidad, un ejercicio
contrafáctico y llegue a la conclusión de que la extraordinaria elección que
realizara en el 2011, la llevó, paradójicamente, a una mala elección de políticas
en los dos años que siguieron.
Visto desde la economía, el desafío que se viene de aquí en
más no es menor.
Hasta octubre, como sugirió la Presidenta anoche, nada o muy
poco va a cambiar desde el gobierno. ¿Y desde la actitud de los agentes
económicos? Si la sospecha de un eventual "fin de ciclo" llevó a frenar inversiones, y a demandar bienes
"brecha cambiaria" (automóviles, turismo, algunos durables) y dólares, la certeza profundizará estas
tendencias.
Mientras el gobierno intentará frenar la demanda de dólares
y aumentar, a toda costa la oferta. (Recuerden que los dólares que le falta al
gobierno, lo tienen los particulares y las empresas).
Después de octubre, insisto, si las elecciones ratifican el
resultado de las PASO, estaremos frente a un escenario desconocido para este
gobierno desde que asumió.
En efecto, en los
primeros años de ejercicio, la debilidad política de partida fue compensada con
las condiciones "heredadas" de capacidad ociosa, desempleo, fuerte devaluación
y un escenario internacional muy favorable, Cuestiones que le permitieron
"hacerse fuerte" y consolidar el poder en el 2007.
De la derrota electoral del 2009, se rehizo en base a la
mejora del escenario internacional, pos crisis del 2008, y gracias a una
oposición dividida y débil, que le permitió ganar tiempo, recuperar el poder
perdido y llegar a la rotunda victoria del 2011.
El pos 2013, en cambio, presenta un escenario internacional
poco favorable, el agotamiento de un
modelo interno con escaso margen para seguir postergando soluciones en torno a
las crisis fiscal y externa mencionadas, y con una oposición que se presenta, ahora
sí, con actores capaces, si se mueven con inteligencia con más proyecto que
egos, de ser alternativa cierta de poder.
En otras palabras, estaremos ante un gobierno débil, con
problemas estructurales serios, poco margen de maniobra, y con un escenario internacional menos
favorable.
En síntesis, ingredientes suficientes para armar un cocktail no necesariamente
explosivo, pero claramente complejo.