lunes 08 de julio de 2013, 11:10h
Hace rato que le vengo contando que el gobierno renunció a
la política económica para instrumentar a una extraña mezcla de voluntarismo y
brujería, en proporciones variables.
A mi juicio, esto es producto de una gran confusión.
Una cosa es "poner a la economía al servicio de la política"
y otra cosa, muy distinta, es desconocer las relaciones básicas de la economía
y suponer que la autoridad política puede torcer la realidad, a su gusto.
Por supuesto que la política económica tiene que
subordinarse a los objetivos políticos de la sociedad. Por supuesto, también,
que la resolución de los dilemas es tarea de la política, siempre respetando la
Constitución y las leyes.
Pero una cosa es aplicar ciertas "heterodoxias" y otra, muy distinta, es
cambiar ciencia por brujería.
En ese sentido, recuerdo siempre aquélla frase del
Principito, cuando planteaba "...si el Rey le pide a sus súbditos que le
alcancen el sol y estos no lo obedecen. ¿De quién es la culpa?..."
Esto nos ha llevado a un contexto macroeconómico de
crecimiento mediocre, con una velocidad crucero de la inflación que retornó,
por descongelamiento, estacionalidad y aceleración de la devaluación, al 2 y pico mensual, después de un trimestre
"calmo" en torno al uno y pico.
Sin creación de empleo privado.
Con déficit fiscal financiado por el Banco Central, el ANSES
y el endeudamiento con proveedores y jubilados.
Con dramas estructurales en infraestructura e inversión,
marañas de subsidios, distorsiones de mercados y precios relativos, etc.
Y con fuertes restricciones cambiarias, derivadas de la
necesidad de cuidar las reservas para atender los pagos imprescindibles de
importaciones energéticas y de deuda externa pública y privada.
Este escenario no se ha traducido en una crisis mayor,
porque, un panorama global y regional todavía relativamente benévolo, sumado a
una muy buena perfomance del sector agrícola -básicamente la soja- más algo de
minería, han permitido generar los dólares suficientes de exportación, para que
las importaciones no tengan que caer a niveles recesivos insostenibles. Y
porque todavía queda algo de "stock" en la infraestructura general.
La "respuesta mágica" al escenario descripto, ha sido,
ahora, la invención de dos monedas complementarias al peso. Una el CEDIN,
moneda transaccional, que sirve para comprar y vender, y que, en alguna medida
se "indexa" a la cotización del dólar blue. (Un CEDIN oruga). Y otra, el CEDIN
"aplicado", que no sólo sirve para comprar y vender, si no que, como se ha
"aplicado" a una transacción inmobiliaria, su poseedor, también puede
convertirlo en dólares. (un CEDIN ya mariposa).
Pero la emisión del CEDIN depende de que los privados
realicen la operación inversa a la que estuvieron haciendo en los últimos seis
años. Es decir que traigan dólares en lugar de sacarlos.
La emisión de cedines tiene tres objetivos. 1) Incrementar
las reservas del Banco Central, para lo cual tienen que circular muchos CEDINES
orugas, o el poseedor de un CEDIN mariposa, cambiarlo por dólares pero dejarlos
depositados en una cuenta en su banco local, para que los dólares se sigan
computando como reservas.
2) Desalentar la compra de dólares blue, y achicar, por
ende, la brecha sin usar, como hasta ahora, las ventas del ANSES. (Es decir,
eliminar la demanda de dólares de aquéllos que, en realidad, no quieren tener
dólares, pero sí una "moneda" de ahorro).
3) Reactivar el mercado inmobiliario, dolarizando lo que se
quiso, con voluntarismo, pesificar.
Pero estos objetivos, sin embargo, resultan, en alguna
medida, contradictorios.
Primero, porque se insiste con brujerías, para atraer
dólares que se fueron, entre otras cosas, porque el gobierno hace brujerías.
Segundo, para que aumenten las reservas los cedines tienen
que circular, sin convertirse en dólares. Pero si no se convierten en dólares,
es porque no se reactivó el mercado inmobilidario.
Tercero, si se reactiva el mercado inmobiliario, quienes
tengan los dólares, difícilmente los dejen depositados en los bancos, porque
justamente, gran parte de las reservas, cayeron, por los retiros de depósitos
de los bancos, de manera que las reservas subiran efímeramente.
En síntesis, los problemas actuales de la economía
argentina, se derivan de reemplazar a la política económica, por brujerías.
Difícilmente, la solución pase por usar más pócimas mágicas
y más voluntarismo.