Vaca Muerta: nuevo escapismo nacional
lunes 17 de junio de 2013, 23:48h
"No quiero que le digamos más Vaca Muerta;
de ahora en adelante la llamaremos Vaca Viva"
Cristina Fernández de Kirchner
Los
informes científicos no discrepan: la presencia de moléculas de CO2 en la
atmósfera atravesó la barrera de las 400 partes por millón. Hace tres millones
de años que el planeta no llegaba ese nivel.
Al
comenzar la revolución industrial, esa concentración era de 280 ppm. Si
continúa el actual incremento, llegará a
las 500 ppm en tres décadas. En ese momento, todo será impredecible, ya que
atravesaremos un umbral que jamás la humanidad vivió en sus cientos de miles de
años de existencia. La elevación de la temperatura promedio del planeta será de
entre 4 y 5 grados.
La
generación de CO2 tiene fuentes diversas, varias de origen natural. Una de
ellas, sin embargo, está en nuestras manos controlar: la quema de combustibles
fósiles -carbón, petróleo y gas-.
Hasta
hace una década, el peligro era grande pero en última instancia, restringido a
las existencias conocidas de hidrocarburos, que se pensaba que habían llegado a
su límite.
Sin
embargo, el desarrollo de técnicas novedosas -como el "fracking"- permite
buscar nuevos yacimientos, más profundos. Las arenas bituminosas de Canadá, el
"shale" en Estados Unidos, Rusia, China y Argentina, y el "pre-sal" en Brasil,
lanzan nuevamente la carrera.
El
planeta está nuevamente en las puertas del "corredor de la muerte". Y no se
trata de un destino inexorable, sino que responde a decisiones humanas.
Sin
embargo, así como se cuenta ya con tecnologías para ir más profundo a buscar
más petróleo, también las hay para obtener energía de fuentes renovables, sin
perjudicar el ambiente, ni la geología.
"Me
gustaría que la Argentina se pareciera a Alemania", le expresó la presidenta
argentina Cristina Fernández a la Canciller Angela Merkel en ocasión de su
visita a dicho país. Esa expresión de anhelos seguramente refleja la aspiración
íntima de la mayoría de los argentinos en el caso de la energía.
No ha sido, sin embargo, el rumbo que Fernández de Kirchner
ha impreso a la política energética durante su gestión. Frente a los 32.509 Mwh
de generación de energía solar en Alemania, la Argentina muestra, en el 2012,
una capacidad de generación de energía solar de apenas 6,2 Mwh .
Curiosamente, el gran salto en generación solar se produjo
en Alemania en la misma época en que el presidente Kirchner se hacía del poder
en la Argentina. En ese momento, la capacidad de generación solar instalada en
Alemania apenas alcanzaba a 100 Mwh. Es bueno recordar que tampoco se trata de
que ese país que tenga mucho sol: su emplazamiento entre los paralelos 51 y 55
equivale en nuestro hemisferio al sol que puede captarse entre Rio Gallegos y
Ushuaia.
En los diez años siguientes, Alemania llevó su parque solar
de 100 a 32.000 Mwh. y su capacidad
total de generación a más de 120.000 Mwh. Argentina sólo agregó a su parque
generador 6 Mwh. (seis) de energía solar, y dos centrales térmicas, pasando en
total de 17.000 Mwh a 19.000.
Su proyección de largo plazo se orienta a la puesta en valor
de las reservas de "shale" del yacimiento de Vaca Muerta. Es decir, a quemar más hidrocarburos fósiles.
Ninguna proyección de necesidades energéticas para las
próximas décadas requiere recurrir al saqueo del subsuelo. Todas son
previsibles con el desarrollo de fuentes renovables. La sistemática reducción
de costo de las energías renovables hoy la hacen las fuentes normales por
excelencia.
Por el contrario, insistir en las sofisticadas y costosas
técnicas del nuevo impulso hidrocarburífero mediante técnicas no convencionales
sólo responde a intereses del "statu-quo", el que resiste el cambio y prefiere
seguir la marcha hacia el suicidio.
Vaca Muerta no es una fuente energética indispensable. Es,
en todo caso, una fuente de nuevas rentas. No es una respuesta energética, sino
un objetivo económico, de dudosa ética ambiental.
"Vaca Muerta" es el equivalente energético de un campo con
"solo soja". Por el contrario, "energías renovables" es el equivalente a la
"diversificación" de los cultivos.
Vaca Muerta es profundizar la dependencia, apuntar a las
rentas rápidas, creer que se solucionan los desequilibrios generados por la
incapacidad de gestión y de la propia organización económica y social cargándolos
en la cuenta del planeta -es decir, de nuestros hijos y nietos, de su aire y de
su agua-.
Es ignorar el daño a las próximas generaciones, pero también
a nosotros mismos en los próximos y cercanos años. Es conspirar contra el
desarrollo tecnológico, la sofistificación y progreso social.
Es abrirnos al riesgo de una de las consecuencias de las
rentas petroleras en las sociedades que viven de ellas: democracias
inexistentes o reducidas, políticas corruptas, indiferencia por el progreso
humano, creación de clientelismo, estratificación de la pobreza, aparición del
terrorismo y la intolerancia.
"Sólo soja" es destrozar el suelo con su agotamiento y
erosión. Vaca Muerta es destrozar el subsuelo con su ruptura y contaminación.
Por supuesto que es "lindo" tener rentas. Pero deja de serlo
si implica ser cómplices en el deterioro del planeta, de su atmósfera, de su
biodiversidad. Es mucho más lindo convivir con el entorno en armonía,
desarrollarse sin dañarlo, cuidar el delicado equilibrio que nos permite disfrutar
del tesoro de la existencia en el maravilloso escenario de un planeta vivo.
Esto, que hasta hace pocas décadas hubiera parecido un
utópico escapismo filosófico, deja de serlo con sólo mirar lo que está
ocurriendo diariamente con tormentas, mega-inundaciones y tsunamis, tornados
gigantes y glaciares que desaparecen, hielos polares que se derriten, especies
que se extinguen, aire que se envenena y agua potable que se agota.
No necesitamos Vaca Muerta, ni shale, ni fracking, ni
pre-sal. Tampoco lo necesita el planeta. No es allí donde está nuestro lugar,
sino compartiendo ilusiones con quienes creen que es posible un futuro
emancipado de las nuevas alienaciones y compatible con la vida en libertad, en
una democracia sofisticada y tolerante, con seres humanos educados en el
dialogo cuya vida no requiera la dilapidación de rentas que no nos pertenecen,
aunque nos permitan en lo inmediato seguir con la fiesta.
Mejor que compartir con EEUU, China, Rusia, Canadá o Brasil
el discutible honor de ser los nuevos verdugos del planeta sería, coincidiendo
con la presidenta -en otros tiempos-, tratar de "parecernos a Alemania".
Ricardo Lafferriere