¿Quién ha dejado de sentir?
lunes 20 de mayo de 2013, 18:04h
Hace años que recomiendo ciertas lecturas. Indispensables.
Uno de los autores es Kenneth Rexroth, de los mayores poetas y ensayistas
norteamericanos del siglo XX. En él una cultura totalizadora, absorvió lo mejor
de oriente y de occidente, con un sentido crítico sumamente agudo.
A nadie le resultará extraño oír a un poeta afirmar que la
gran mayoría de los políticos no tienen relación con hechos estéticos; que la
literatura, la obra de arte o la sensibilidad se hallan muy alejados de sus
funciones. "La función del espectáculo en la sociedad consiste en la
fabricación concreta de la alineación." "La mercancía es ahora todo
lo que hay que ver; el mundo que observamos es el mundo del producto."
Estas dos citas pertenecen a Guy Debord (París, 1931-1994) uno de los
pensadores más interesantes, polémicos y discutidos que publicó en 1967 un
libro que conmovería cimientos: La sociedad del espectáculo.
Vivimos una época cargada de neurosis, de alineación, de
imbecilidad. Tal vez todas las fueron en mayor o menor medida.¿Quién recuerda
El derecho a la pereza, de Paul Laforgue, a Hypatia , a La Boétie y El Discurso
sobre la servidumbre? Pues bien, hemos perdido la memoria. Todo se ha vuelto
rápidamente falaz, engañoso, capcioso. Son los tiempos del "gran
juego" según Kipling. La memoria es parte de la historia, "una
adquisición para siempre" al decir de nuestro buen amigo Tucídides.
Recomiendo las páginas de Guy Debord, pienso, siento que son
imprescindibles para entender nuestro panorama. El lleva en su mirada el
futurismo, el dadaísmo, el surrealismo y el letrismo. Por eso nos advierte que
pertenecer al aparato político o cultural de un país implica un acuerdo acerca
de lo que no debe ser leído ni pensado. Es la experiencia histórica de los réprobos.
Nos muestra de manera descarnada lo fetichizado, lo tecno-estético, la
diagramación de la mirada. Juan Goytisolo dijo de su obra en un reportaje:
"Una lectura viva, desestabilizadora y cambiante de la ciudad".
La sociedad del
espectáculo es una sociedad sin política, en la que los individuos se han visto
desposeídos brutalmente de sus posibilidades y de los riesgos de la acción.
Sufren las fluctuaciones ingobernables de un sistema absurdo y criminal. Los
espectadores viven en la seguridad de una existencia tranquila, pacífica y
administrada, o bien víctimas de la exclusión y de la precariedad, viven en la
monotonía, el aburrimiento. El espectáculo es el nuevo opio del pueblo, nos
dice, nos induce a pensar. Es la despolitización de la vida. En su biografía, Panegírico, podemos leer:
"Mi método será muy sencillo. Hablaré de lo que he amado; y lo demás, bajo
esta luz, se mostrará y se hará suficientemente comprensible." Y también:
"En un mundo unificado, no es posible exiliarse."
El espectáculo crea un presente perpetuo apoyado en el
espejismo de la tecnología, en el que es posible la ocultación, el simulacro y
la mentira. La ficción y la apariencia pasan por delante de la realidad. Eso es
lo que nos va mostrando de su mundo, de nuestro cosmos. No es casual que solía
reivindicar dos obras Alicia en el País de las maravillas y las del marqués de
Sade, muy nombrado pero poco leído. La ficción y la apariencia pasan por
delante de la realidad, reiteramos.
Algunos datos que nuestro querido lector, atento e inteligente,
ampliará con su búsqueda. En 1959 se une al movimiento letrista de Isidore
Isou, el poeta rumano. Crea la revista Potlatch (1954-1959) y funda en 1957 La
Internacional Situacionista.
(Recordemos: el hombre en situación, Sartre, Calderón, Swift, etc.)
Fred Vermorel, militante del situacionismo, escribirá en los
muros de París en mayo del 68: "La cultura es la inversión de la
vida" o "El bien comercial es el narcótico del pueblo". Luego vendrá Malcolm Mc Laren, promotor de
Sex Pistols, Sid Vicious. El primer grupo de música punk de Inglaterra (1975)
grabaría Anarchy in the U.K (Anarquía en el Reino Unido).
Quien lea sus páginas comprenderá un poco más del por qué de
las mafias, del terrorismo, de los iletrados, de las guerras, de la
inteligencia del saber, de la falsedad sin respuesta, de los medios masivos...
Pero también nos inducirá a releer la historia de Jaurès, el fusilamiento de
Villan en las Islas Baleares en 1936... Y a comprender, a discernir, la
belleza, el arte clásico. Y vibrar en un análisis lúcido y radical de la
sociedad contemporánea.
Por último, para sentir otra literatura y otra sensibilidad.
Leer para este fin de mes: El caballero que cayó al mar de H.C.Lewis. Me animo
a afirmar que es una obra maestra olvidada. Una verdadera joya publicada en
1937. Créame, no soy político ni predicador. No tengo motivos para mentirle.
Hasta pronto. Y no me odie.
Carlos Penelas
Buenos Aires, mayo de 2013