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Convertibilidad

Convertibilidad

Por Enrique Szewach
lunes 13 de mayo de 2013, 11:33h
Hace unos 500 años, un señor llamado Thomas Gresham enunció una "ley" que establece que, en un país en dónde circulan más de una moneda, la mala moneda circula, y la buena moneda se atesora. Es decir, la gente gasta con la moneda percibida como menos valiosa, y acumula y guarda la más valiosa.
 
El equipo económico reconoció, finalmente, que este gobierno emite "mala moneda"  y no sólo eso, que los gobiernos que han manejado la Argentina por décadas, también lo hicieron. Eso llevó a los argentinos a atesorar -tanto en negro, como en blanco- en monedas relativamente de mejor calidad.
 
Obviamente, una mala moneda es una moneda   que pierde valor porque su emisor no la "defiende" y que, por lo tanto, no sirve para ahorrar. Resulta curioso que los responsables de la destrucción de la moneda nacional llamen a esta acción antipatriótica "Soberanía monetaria".
 
La huída del peso, entonces, es, básicamente, una cobertura contra el emisor.
 
Y si en otros países, los ciudadanos ahorran en moneda propia, no es porque sean "patriotas" si no porque son patriotas sus gobernantes, que defienden su moneda, en lugar de envilecerla.
 
Pero, además de cobrar un elevado impuesto inflacionario, el gobierno decretó, hacia finales del 2011, la inconvertibilidad del peso, terminando con veinte años de bimonetarismo "legal" en la Argentina.
 
Al decretar la inconvertibilidad generó dos problemas. Destruyó el mercado inmobiliario, porque una alternativa  a ahorrar en "buena moneda" es ahorrar en inmuebles que, sin liquidez, conservan más o menos el valor.  Y, además, dio lugar a un mercado informal  de dólares, en dónde cada vez hubo más demanda y menos oferta, porque, simultáneamente, mantuvo su política de financiar gasto público con emisión monetaria.
Es decir aumentando la cantidad de mala moneda respecto de la buena moneda.
 
 
La huida del peso no es sólo la huida del impuesto inflacionario, es la huida del "vamos por todo".
 
Del clima antiinversión, de las confiscaciones. Del fin de los jueces independientes. De la reforma constitucional de facto, etc.
 
En lugar de cambiar las políticas, la "solución" que encontró el gobierno para intentar modificar este escenario que ha paralizado  la inversión, estancado la economía y el empleo y salario real privado, es inventar una nueva moneda.
 
Un peso convertible, llamado CEDIN, que sustituya, al menos parcialmente, al dólar.
 
Pero no sólo han inventado una nueva moneda, si no que a ello le han sumado un innecesario blanqueo.
 
Innecesario, porque en el 2011 también había dinero negro y el sector inmobiliario funcionaba igual.
 
Bastaba con restablecer un mercado libre para transacciones inmobiliarias sin uso de las reservas del Central.
 
Por lo tanto, en cuanto los representantes del gobierno aprieten bien el botón y voten, circularán en la Argentina una mala moneda, que se obliga a usar a la gente honesta. Un peso convertible, que recibirán, inicialmente, los evasores, los corruptos y los narcotraficantes, que los lavarán y podrán venderlo a los honestos. Y se seguirá atesorando la buena moneda, que no emite este gobierno.
 
Como el riesgo es muy alto ( ¿No podría acaso el gobierno declarar inconvertible el CEDIN, por razones de fuerza mayor y como con la reforma judicial, no hay cautelares contra el Estado, "porque el Estado no quiebra", pesificar por las malas a los que hayan traído sus dólares?), sólo entrarán en este negocio aquéllos para los que el premio por lavar es superior al riesgo de convivir con esta "nueva" Constitución.
 
 
¿Bajará la brecha entre el oficial y el blue?.
 
Dependerá del grado de sustitución que la gente le atribuya al peso convertible respecto del dólar verdadero. (Dicho sea de paso, con el tiempo se podría extender los CEDINES a exportadores con problemas de competitividad. A importaciones no imprescindibles, etc.).
 
Además del peso convertible, el gobierno anunció, mientras elogiaba las bondades del desendeudamiento, la emisión de deuda (¿Suena contradictorio no?). Un bono a tres años que paga menos de un tercio de los que están en circulación,  para "financiar infraestructura" que, por definición, se repaga sólo en plazos largos.
 
En síntesis, pesos convertibles para los ladrones en nombre de la "soberania monetaria", y a ver si se consiguen algunos dólares para las reservas. Y endeudamiento de corto, para financiar el largo, en nombre del desendeudamiento.
 
Como diría la Presidenta: "too much"
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