La Historia sale a la calle

La recuperación de los Bicentenarios y sus feriados únicos buscan traer al presente hechos históricos de la historia argentina, que nos dan la posibilidad de repensar y discutir nuestra identidad y entender mejor el camino transitado y seguir avanzando con un paso seguro.

¿Por qué tantos feriados? Esa es la pregunta que más escuché en los últimos días en las calles, en los bares, en las radios. ¿Se merece la batalla de Salta un feriado nacional? ¿Y la Asamblea del Año XIII? ¿Y por qué la batalla de San Lorenzo no es feriado? Fueron algunas de las otras cuestiones que surgieron desde el 31 de enero cuando se produjo el multitudinario acto en Plaza de Mayo para celebrar la primera sesión del Congreso Nacional Constituyente realizado en 1813. Y por último ¿qué sentido tienen los feriados históricos si finalmente la gente los usa para descansar y viajar y no para tomar conciencia -según creen quienes preguntan- del legado del pasado?

La Globalización tan mentada de los años Noventa -¿cuánto tiempo hace que no lee o escucha esa palabra?- parecía devorarse las identidades nacionales y arrasar con las particularidades culturales de los distintos pueblos del mundo. Sin embargo, hacia fines del siglo pasado, el mundo editorial comenzó a sacudirse con la aparición de algunos libros de historia argentina. El primero en convertirse en un éxito en las bateas fue Mario Pacho O´Donnel con El Grito sagrado y luego surgieron los trabajos de José García Hamilton, Felipe Pigna, Daniel Balmaceda, entre tantos otros trabajos que se dedicaban a revisar la historia desde distintas perspectivas: nacionalistas, liberales, progresistas, intimistas.

Ese boom editorial se conjugaba con la necesidad de grandes sectores de la sociedad de reencontrarse con las raíces de nuestro país, pero también con tratar de encontrar algunas respuestas a la crisis brutal en la que, ya hacia el año 2001, estábamos inmersos la mayoría de los argentinos. El bajísimo nivel de autoestima nacional -dependiente del aumento del Riesgo País- y la sobreexposición de productos culturales a caballo de la globalización mediática -internet, cables de televisión, celulares- produjeron un efecto rebote por el cual se reforzó el interés de por la cuestión nacional.

El kirchnerismo con su irrupción en el 2003 constituyó una respuesta a esa crisis de identidad, entre otras cosas. Sus discursos con la Nación como centralidad, sus acciones políticas tendientes a reconstruir la soberanía del Estado y la reorientación de la política internacional hacia América Latina conformaron un nuevo núcleo de ideas que debía recuperar y reorientar políticamente la historia, es decir, revisar el pasado común con un nuevo enclave: el Bicentenario fue el momento bisagra de ese proceso. Se trató de un doble juego: una nueva interpretación sobre el pasado pero también de una nueva forma de interpretación de ese pasado en el presente, ya como rescate monumental, en términos de Friedrich Nietzsche.

La recuperación de los Bicentenarios y sus feriados únicos son parte de esa nueva forma de interpretar la historia que ha planteado el kirchnerismo. La Batalla de Salta, que se celebró el miércoles pasado, es un eslabón más de esa cadena de recuperaciones que comenzaron el 25 de mayo de 2010. Pero estas celebraciones tienen una gran particularidad: se realizan en las calles. La gente -el pueblo- hace suyas las plazas y las avenidas, y festeja con orgullo la Asamblea del Año XIII -que arrancó el debate histórico de las aulas y lo clavó en el centro de la Plaza de Mayo- o el Éxodo Jujeño, por ejemplo. ¿Para qué sirven los feriados, entonces? Para reflexionar, para repensar, para preguntar, para salir a la calle. Para que la historia nos susurre al oído qué cosas vale la pena repetir y cuáles conviene olvidarlas para siempre. Porque como dice el Martín Fierro "sepan que olvidar lo malo también es tener memoria".