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Encrucijada

Encrucijada

Por Enrique Szewach
lunes 31 de diciembre de 2012, 14:17h
Cierra un año complicado para la economía argentina.

Y fue un año complicado, no sólo porque la sequía, la preferencia brasileña por enfriar la economía y bajar el riesgo inflacionario por sobre el crecimiento, y la insistencia local por abusar del impuesto inflacionario y, simultáneamente, elevar al récord la presión impositiva, para financiar el gasto público,  afectaron el nivel de actividad, el empleo, y el salario real, si no porque al populismo económico vernáculo (disfrazado con títulos rimbombantes y épicas de fantasía) le llegó el largo plazo.

Y respondió a esa situación "profundizando" en lugar de cambiar.


Los populismos económicos, por construcción,  sólo pueden ser exitosos transitoriamente.


Para ello, estos esquemas tienen que introducirse en momentos de buenos stocks acumulados y "colchones" de todo tipo y lograr que, por limitaciones constitucionales, alguna catástrofe, o alguna nefasta alteración del orden institucional, sean interrumpidos, antes que los stocks se agoten y los colchones desaparezcan.

En cambio, cuando los períodos populistas se prolongan demasiado, tarde o temprano se encuentran con el dilema de cambiar o fracasar.


A ese dilema se enfrentó el gobierno argentino hacia finales del año pasado.

En ese momento, quedaron a la intemperie la mayoría de los problemas acumulados.

El sector energético explicitaba su decadencia, después de años de mala política, con precios artificialmente bajos, que desincentivaron la oferta, cambiaron el signo de la balanza comercial de combustibles pasando a un violento déficit, e hicieron explotar el gasto público, por el mecanismo  de subsidios instrumentado, para financiar la generación y distribución, mientras, paradójicamente, se llevaba al borde de la quiebra a la mayoría de los participantes del sector.

También quedó claro, lamentablemente con muertos, el agotamiento del stock vinculado a transporte público, y a infraestructura de todo tipo.

El colchón cambiario y salarial-que durante años disimuló la baja competitividad sistémica de la economía argentina- desapareció, no sólo de la mano de un ajuste del tipo de cambio, por debajo de la tasa de inflación, y de aumentos salariales bien por encima de dicha inflación, y no siempre en línea con mejoras de productividad, sino por el hecho de que las monedas regionales frenaron su apreciación.

Lo mismo sucedió con la capacidad productiva de vastos sectores, ya en su techo.
Frente a esta encrucijada, como se mencionara, se prefirió la profundización y no el cambio.


La respuesta a la crisis energética, fue la estatización de YPF, y una confusa política de marchas y contramarchas en una mezcla aleatoria de más intervencionismo por un lado, y más precio en algunos temas marginales, por el otro, e indefinición creciente, en torno al quebrado sector eléctrico que sigue siendo emparchado, coyunturalmente.

Lo mismo ocurre con la infraestructura en general, se hace lo muy urgente, muy poco de lo importante, lento y mal.


La respuesta a los problemas de competitividad sistémica, fue el cierre de la economía,  que sirvió, tanto para juntar los dólares que se requieren para importar energía, y pagar deuda externa,  como para darles mercado y rentabilidad. a los que ya no podían competir con las importaciones, en algunos casos, exageradamente, con un costo fiscal y para los consumidores, escandaloso.

Los exportadores no soja, en cambio, fueron los claros perdedores del sector externo.

Los problemas fiscales, por su parte,  se enfrentaron con otra mezcla extraña de "ajuste" trasladado a las provincias y a ciertos programas asistenciales, más presión impositiva, y más impuesto inflacionario que, para poder cobrarlo en su plenitud y reducir los efectos secundarios de la inundación de pesos,  llevaron a la épica de la "pesificación cultural", que no sólo prohibió el atesoramiento de dólares, sino que, además, frenó cualquier ingreso posible. Es decir  le impidió a los argentinos repatriar sus ahorros.


Obviamente, ninguna de las medidas descriptas son la "solución" al fracaso populista.

Al contrario, más allá de mejoramientos transitorios, de cambios marginales positivos en algunos rubros, y que una mejor cosecha y un Brasil más dinámico, ayuden el próximo año, este intento por prolongarle artificialmente la vida a un modelo que hace rato se terminó, consolida un escenario de crecimiento mediocre que convierte a la política económica en simple divisora de la sociedad entre pagadores netos y cobradores netos. Con cada vez más de los primeros y menos de los segundos.
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