"Es el país, estúpido"

De eso se trata cuando se habla fuera de nuestra patria.

 
Quienes hemos tenido alguna vez alguna responsabilidad de representación en el exterior, conocemos la trascendencia que las palabras oficiales conllevan frente a los interlocutores.


El nuestro debe ser uno de los poquísimos casos donde se acepta que la palabra de un funcionario no obliga a quien la emite, y puede cambiarse al día siguiente -o al rato-, o puede jugarse con ella sin responder por su veracidad. Por eso la anulación del parlamento y las limitaciones a la prensa.
 

No es lo usual en el mundo. Desde que la humanidad salió de las cavernas, el respeto a la palabra es un signo del avance cultural de un pueblo y de la calidad ética de una persona. Sin ella, ningún diálogo es posible, y la relación entre seres humanos queda reducida a la subordinación o al puro poder visceral, sin matices. O, en última instancia, a la lucha abierta.
 

Cuando esa ausencia de respeto se produce en foros externos, para los que la mentira es inexcusable o -en todo caso- una conducta de la que se espera que genere, al menos, algo de culpa en el autor, el daño a la consideración del mentiroso es grave, porque cae abiertamente en el cinismo. Si quien emite la mentira tiene la suprema responsabilidad de representar globalmente "a todos los argentinos", el daño es al país, en su totalidad.

 
Ya no es sólo el impostado papel de víctima intentando infantilmente desvirtuar una demanda de veracidad en la información estadística oficial a un presunto "intento de disciplinamiento" de un organismo internacional que hace tiempo dejó de imponer recetas. Se trata de afirmaciones tan ficcionales que, por su patente falsedad, degradan y por su sobreactuación son hilarantes.

 
Y pocas veces se han acumulado tantas falsedades en tan corto lapso.

 
Que lo haga en su vida personal, es cosa suya. Pero cuando nos involucra a todos, no podemos evitar parafrasear el slogan que, sin ánimo de agresión sino de claridad semántica, popularizara alguna vez el ex presidente Clinton, en su campaña electoral frente a George Busch: lo que está en juego..."es el país, estúpido..."