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La inflación y las provincias

La inflación y las provincias

Por Ricardo Lafferriere
lunes 17 de septiembre de 2012, 21:30h
"Si vamos a truchar, truchemos todos"
C. Fernández de Kirchner
 
                Cuando la inflación es pequeña, sus causas, generalmente varias, son discutibles. Cuando una de esas causas alcanza una dimensión destacable, los márgenes del debate se acotan. Es lo que ocurre con el creciente desequilibrio fiscal nacional financiado con "adelantos transitorios del BCRA".
 
                A tal punto es así que los economistas han denominado a esta fuente de financiamiento "impuesto inflacionario". Consiste en la emisión de dinero por parte de la autoridad monetaria y su "préstamo" al gobierno, por encima de la real capacidad -e intención- del gobierno de devolverlo.
 
                El corriente año 2013, el incremento del circulante por esta vía alcanzará ya al 40 % de la totalidad de la base monetaria. Esos "recursos" son recibidos por la administración nacional en su totalidad, vale decir, no se coparticipan. Sólo financian la incapacidad de gestión nacional, pero su efecto sobre las finanzas provinciales es demoledor.
 
                Es que, en efecto, al disponer de ese dinero fácil, no sólo se alimenta la inflación sino el caos económico. Los salarios y jubilaciones se retrasan -por el aumento de los precios- y los legítimos reclamos de los trabajadores del sector público -nacionales, provinciales y municipales- renacen con fuerza. Frente a ellos, el gobierno nacional -causante de la inflación- alimenta el círculo vicioso: sencillamente, toma prestado más dinero recién impreso.
 
               Pero las provincias y municipios, que no cuentan con ese ingreso al alcance de la mano, deben soportar esos reclamos salariales sin poder volcarlos en nadie, con lo que crece la tensión en sus jurisdicciones y se reduce la capacidad de brindar los servicios básicos, atender el deterioro de la infraestructura o ejecutar sus planes de obras.
El resultado queda patente: el efecto de la inflación sobre la gobernabilidad de las jurisdicciones locales es más duro que sobre el gobierno nacional, que la ha generado.
 
               Para solucionar este desequilibrio creciente se impone una clara política antiinflacionaria. Esto hoy por hoy parece una ilusión. Más bien es esperable un incremento del desfasaje, según puede preverse de las declaraciones de la presidenta y de su viceministro de economía.
 
               Pero si esto es así, los adelantos transitorios del BCRA debieran ser coparticipables, para que el daño que produce el gobierno nacional a la economía de los distritos al menos se compensara con una cooperación para enfrentar los daños colaterales que las provincias deben enfrentar hoy "sin comerla ni beberla" y por impecables que sean sus gestiones.
 
              De lo contrario, no es necesario ser un economista de nota para advertir lo que ocurrirá: la reaparición de "monedas locales", equivalentes arcaicos de la emisión monetaria, con que las diferentes jurisdicciones intentarán atravesar la agonía que significará para el país esperar el fin inexorable del régimen kirchnerista.
 
 
Ricardo Lafferriere

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