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Para sostener las verdades reveladas

Para sostener las verdades reveladas

Por Alberto Dearriba
sábado 01 de septiembre de 2012, 17:40h
El paro de los maestros porteños contra la medida que separó de las aulas a media docena de docentes por haber realizado una parodia en contra de la reducción de cursos, es una manifestación de resistencia a la política educativa autoritaria que abarca toda la gestión de Mauricio Macri al frente del gobierno porteño.


El pasado izquierdista del primer ministro de Educación de Macri en la Ciudad de Buenos Aires, Mariano Narodowsky, lo llevó a la osadía de introducir en las escuelas la historieta de El Eternauta, la misma que ahora prohíbe el macrismo.


Pero rápidamente demostró que era un converso y debió renunciar a su cargo cuando se reveló que su cartera le pagaba al espía Ciro James, que integraba la red de escuchas ilegales que -según la justicia- fue creada por el gobierno porteño para espiar a opositores y familiares del jefe de Gobierno.


Su sucesor fue Abel Posse, quién duró lo mismo que una canasta de pasteles en la puerta de un colegio. A los diez días de asumir dimitió en medio del escándalo que desató por blanquear brutalmente su adhesión a la dictadura militar, denostar a los jóvenes que usan aritos y considerar al rock como una música poco menos que subversiva.


En diciembre de 2010, tras la renuncia de Posse, Macri designó ministro de Educación a Esteban Bullrich, miembro de una familia tradicional de terratenientes, ex militante del frustrado candidato presidencial conservador Ricardo López Murphy y que, como ex diputado, había votado a favor de la incorporación del represor Luis Abelardo Patti a la cámara baja.


Si bien Bullrich demostró tener más cintura política que sus antecesores, también reveló rápidamente su matriz ideológica autoritaria al poner en práctica en 2010 un memorándum mediante el cual los directores de escuelas podían denunciar a la policía a los alumnos que tomaban establecimientos en demanda de mejoras en los edificios educativos.


De este modo, apenas asumido Bullrich reveló que existía una línea directriz autoritaria en la política educativa del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que se constató ahora con la instrumentación del 0800 para denunciar actividades políticas y con la expulsión de El Eternauta de las escuelas, al cual se confunde claramente con el Nestornauta que enarbolan los jóvenes en banderas y camisetas como homenaje al ex presidente Néstor Kirchner.


Los aritos, el rock, el Eternauta son manifestaciones jóvenes que provocan las reacciones conservadoras de quienes creen que la política debe estar reservada a los adultos, pese a que obviamente ejecutan una política educativa con inevitable sesgo ideológico.


El escandalete por el 0-800 alcahuete y la resistencia a que los chicos participen en política, se produce al mismo tiempo que el gobierno impulsa la ampliación de los derechos para los jóvenes a los cuales intenta habilitar para que voten a partir de los 16 años.


Los sectores liberales y conservadores siempre acusaron al peronismo de autoritario, pese a que apoyaron los golpes de Estado mediante los cuales se persiguió a los militantes populares que expresaban ideas de cambio durante el siglo XX.


En la actualidad, vuelve a quedar en claro que quienes se arrogan la defensa de las libertades públicas son quienes -en realidad- las restringen, mientras que el denostado populismo apoya la discusión de ideas desde la más temprana juventud.


Las muestras de aversión por la política por parte de un partido político no hacen más que reproducir el prejuicio extendido en la clase media porteña, que supone que la educación se estructura dentro de una probeta con total asepsia ideológica.


Para esa franja de pensamiento que se manifiesta como apolítica pero siempre apuesta a la derecha, la exaltación de los próceres que fundaron el modelo de país conservador, en contraposición de quienes los combatieron, es tan sólo una manifestación natural de la historiografía nacional.


Todo lo que intente cuestionar esa línea de pensamiento conservador, en la revisión del pasado o en el análisis del presente, es política -algo que les resulta poco menos que repudiable- y no debe ingresar en las aulas.


Cuestionan a las fracciones juveniles del peronismo -que por el momento tienen menos representación en las escuelas que la izquierda dura- porque suponen que le quieren lavar la cabeza a los chicos, a los que consideran como poco menos que estúpidos. Pero explican el pasado argentino en las aulas como si fuera una verdad revelada que no tiene discusión
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