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La ideología de los cacerolazos

La ideología de los cacerolazos

Por Ricardo Lafferriere
miércoles 20 de junio de 2012, 22:50h
Constituyen expresiones espontáneas o "semi espontáneas" de protesta.

Espontáneas, porque hacer sonar cacerolas requiere una decisión individual, que proyecta por unos instantes el sentido de pertenencia a un todo mayor, la sociedad, y de cuestionamiento a quien administra "lo público", pero que en definitiva expresa una acción decidida en forma autónoma, ajena a la pertenencia o adhesión a un colectivo partidario, o de cualquier otra índole.

Semi espontáneas, porque en algunos casos en esta determinación ha influido -de manera tenue- la multiplicidad de mensajes convocando o sugiriendo tal acción, tanto de personas en la misma situación de disconformidad -aunque no necesariamente por los mismos motivos- como de grupos variados, cada cual con su propio reclamo o aspiración.

Se los critica por eso. Incluso alguna importante intelectual los ha descalificado por su carencia de organización y el carácter difuso de sus reclamos.

No coincidimos con esa mirada. Desde nuestra óptica, los ciudadanos que expresan su disconformidad en los cacerolazos muestran su rebeldía frente a un resquebrajamiento evidente del pacto social, no expresada por las fuerzas políticas y sociales que monopolizan la escena de lo público.

Una mirada más cercana nos mostrará, en efecto, que sus demandas no se dirigen a cambiar las estructuras, ni a modificar el sistema, funciones propias de la política. Son más primarias y giran alrededor del respeto a los derechos ciudadanos, que sienten avasallados por el poder. Desde esa óptica, los destinatarios son múltiples y no se agotan en el gobierno, sino en todos los administradores de "lo público" -gobierno, jueces, legisladores, oficialistas, opositores-. Es a todos ellos a los que se dirige una protesta indiferenciada y múltiple.

"No robar" es tan poco ideológico -o tan "pan ideológico", si valiera el término- como "no mentir", "basta de corrupción" o "detener la inseguridad". Hasta el reclamo del cese de la policía de divisas abarca a ciudadanos tan diversos como el empresario que necesita insumos importados, el empleado que está ahorrando en dólares para hacer la entrega en la compra de su primer departamento de un ambiente o el jubilado al que se licúa su haber -o su magro ahorro- si se le impide acceder a algo tan rudimentario y elemental como una moneda estable.

Si un común denominador tienen los cacerolazos, es el reclamo de ciudadanos comunes que se respete la ley. ¿Eso es conservador? ¿Eso es progresista? Más bien parece una angustiada, molesta o enojada demanda de respeto a las normas de vida en común, y a la dignidad de cada uno en cuanto ciudadano.Puesto en la política, seguramente cada cacerolero tiene su mirada diferente y tal vez debamos agradecer que así sea, para mantener el colorido plural de una convivencia democrática.

Seguramente los hay de todos los matices, tal vez reflejando el colorido electoral en el que cada uno cumplió su segundo deber cívico, votar. Porque el primero, el de defender la verdadera esencia del sistema democrático sosteniendo los derechos ciudadanos, ese lo cumple antes de pertenecer a un partido o adoptar una mirada ideológica.

Trabajando, estudiando, cuidando a los suyos, y haciendo ruido con las cacerolas. Quizás sin saberlo o sin haberlo intelectualizado, sus reclamos se identifiquen con el estado de derecho y la propia Constitución Nacional.
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