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Un ajuste orto-heterodoxo

Un ajuste orto-heterodoxo

Por Ricardo Lafferriere
viernes 08 de junio de 2012, 18:42h
En la campaña electoral presidencial de 2007, la economía crecía a cifras rampantes que se acercaban a los dos dígitos, montada en el espectacular incremento de los precios internacionales. Los principales candidatos expositores alertaron sobre el peligro del rumbo seguido, recibiendo ante esta advertencia la furiosa reprimenda del entonces presidente Kirchner: "¡Neoliberales! De ninguna manera vamos a enfriar la economía con un ajuste".
 
¿Qué proponían entonces Carrió y Lavagna que enojara tanto a Kirchner? Pues acomodar el crecimiento al ritmo del 5 o/o anual, haciéndolo sostenible. En otras palabras, no consumir toda la bonanza excepcional que venía de afuera, sino destinar parte de ella a la inversión, la que efectivamente nos haría crecer, y no solo reactivarnos. De lo contrario, advertían, el riesgo es provocar un desajuste creciente que desembocaría inexorablemente en un nuevo ajuste.
 
Pero el consumo es como una droga. Se necesita mucha voluntad, además de un tratamiento especializado, para vencer la adicción. Obviamente, ganó la postulante oficialista, apoyada por su marido. Y debió enfrentar, ya en 2008, los primeros límites a la ilusión consumista: se habían terminado los recursos fáciles que la alimentaba.
 
Desató su primera campaña confiscatoria, esa vez contra los productores agropecuarios, dando comienzo a lo que sería una constante en su gestión, los manotazos sobre recursos ajenos para mantener la prolongación del jubileo.
 
La "125", que pudo ser frenada por la gigantesca movilización popular que sumó el récord de la mayor concentración popular contra un presidente en ejercicio, inició una seguidilla que continuó con la apropiación de los ahorros provisionales privados, luego con las reservas del sistema previsional (ANSES),  luego con las reservas del BCRA y, paralelamente, con una obsesiva manipulaciónde mercados y precios, que condujo a la liquidación de otras reservas estratégicas (15 millones de cabezas del stock ganadero, reservas de gas y de petróleo, y envejecimiento de la infraestructura pública, especialmente de transporte). Una a una, las fuentes de riqueza del país fueron liquidadas en el altar de una economía que sólo contemplaba una variable: consumir.
 
Así llegamos a hoy, en que el ajuste se impone por sí mismo, le guste o no a la presidenta. Se hace imprescindible tomar conciencia de la verdadera dimensión económica a que el kirchnerismo ha conducido al país, una dimensión que no puede sostener el febril consumismo artificial y enfrenta los límites de la "cháchara" del relato.
 
Ajuste significa achicar importaciones, achicar gasto, bajar salarios, subir impuestos, incrementar exportaciones, devaluar.
 
 ¡Horror! ¡Neoliberalismo a la vista! ¡Hay que esconder eso! ¡Nos quieren convencer que dos más dos son cuatro! ¡Jamás nos rendiremos ante la "corpo"! ¡Clarín miente!
 
Las usinas del "relato" comenzaron rápidamente a tejer la vestimenta épica de la nueva etapa. La reducción de importaciones será "sustituir producción importada por la nacional", utopía que no pueden lograr países de la dimensión de China, USA o Alemania. La caída de salarios es presentada como un "techo razonable en las paritarias", por debajo de la inflación. La reducción del gasto público es ocultada tras el traslado de gastos a jurisdicciones que no pueden defenderse, como las provincias y la Ciudad Autónoma. En realidad, nada diferente a los ajustes de siempre...con la marca de identidad del kirchnerismo, que es culpar siempre a otro de sus dislates.
 
Queda el componente más paradigmático de los ajustes: la devaluación. Hasta aquí también llegó la vocación "nac & pop" de la semántica kirchnerista. Se llamará "pesificación", Ciccone mediante. Aunque sea lo mismo.
 
Y así avanzamos, a paso redoblado, el camino del nuevo ajuste. Crudamente ortodoxo, a pesar de las palabras heterodoxas que tratan de ocultarlo.

















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