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Los 'enemigos tácticos' dinamitan la convivencia

Los "enemigos tácticos" dinamitan la convivencia

Por Ricardo Lafferriere
miércoles 30 de mayo de 2012, 06:16h
Es imposible saber si los sucesivos enemigos discursivos elegidos por el oficialismo para mantener la iniciativa política y confundir a la opinión pública sobre los verdaderos temas de la agenda nacional responden a un capricho adolescente, o a la aplicación letrada del "neo-populismo" de Mouffe y Laclau. Sin embargo, está claro su resultado: convertir la convivencia en un infierno.
 El carácter efímero de los ataques discursivos confiesa su endeblez. Magnetto y Moyano, ayer amigos íntimos del kirchnerismo, hoy han sido declarados enemigos mortales del "relato". La vocación poética de Carlos Pedro Blaquier,  que supo deleitar la autoestima presidencial hasta hace pocas semanas, no alcanza hoy para neutralizar su persecusión por "delitos de lesa humanidad". Repsol, apenas hace un semestre destacada por su aporte a la exploración petrolera y su descubrimiento del mayor yacimiento de la historia ("Vaca Muerta") en un recordado discurso presidencial por Cadena Nacional, es hoy la causante de la mayor crisis energética sufrida por el país. Y Shocklender, ayer reivindicado como un lúcido militante popular recuperado, ha vuelto a ser la encarnación del mal, para el que la vocera Bonafini augura el peor de los infiernos.
 España dejó de ser el único país amigo para transformarse en un avaro imperialista a través de empresas sin alma, y el propio Rey -que alguna vez recibió de Néstor Kirchner el reconocimiento expreso de "pocos saben lo que hizo este hombre por la Argentina"- es sólo un cazador de elefantes cuyas trompas hasta han merecido una ironía de dudoso gusto en un discurso presidencial.
 Y Rigghi, testimonio de la épica revolucionaria de los jóvenes idealistas de los 70, es hoy un defenestrado funcionario que traicionó a la causa, por no cubrir la corrupción con la lealtad que se espera de un soldado.  Y podríamos seguir hasta el cansancio.
 El enemigo "táctico" de turno no define el rumbo estratégico, que, curiosamente, no se ha indicado en toda la década kirchnerista. Hasta en la zona aparentemente más intransigente del relato vemos las contradicciones, con un ex "carapintada" a cargo de la Secretaría de Seguridad, o un dirigente obrero ex delator a sueldo del tenebroso "601" en tiempos del gobierno militar convertido en actor central del kirchnerismo gremial y acompañante cotidiano de la corte presidencial.
 En otras palabras, la coherencia del proceso político oficial no puede deducirse de sus enemigos, que rotan sin punto alguno de vinculación entre ellos, ni tampoco del relato -que pasó de endiosar a los "superávits gemelos" que nos protegían del mundo, a su liquidación por la cobardía en enfrentar los verdaderos problemas estructurales; o de defender al Mercosur como política de Estado, a su destrucción posiblemente definitiva para dar cabida al voluntarismo kirchnerista; o de expresar la vocación de "parecerse a Alemania" a denunciar la política de austeridad alemana como contraejemplo del relato progresista, "nac & pop" al uso nuestro-.
 Ahora bien: si los enemigos tácticos no definen el rumbo estratégico, ¿qué persiguen? Y, lo que es más importante aún al ver la constante actitud "en pie de guerra" del discurso oficial: ¿quién es el verdadero enemigo de su "causa"?La verdad asoma, como toda realidad, por entre las brumas dialécticas: el enemigo real es quien esté enfrente del poder, del puro poder, como lo concibe el populismo. El enemigo táctico es el que se encuentre a mano y sea útil como escudo distractor, aunque se ubique en las antípodas del enemigo real. Y el teatro de operaciones es la sociedad, convertida en receptora de daños colaterales masivos, a la que se trata con displicencia, ligereza e indiferencia ante los daños producidos.
 De esta forma, la sucesión de enemigos tácticos efímeros va convirtiendo la convivencia en un infierno, al encender en la población sucesivas pasiones encontradas dinamitando los puentes necesarios para construir en paz un futuro colectivo.

La oposición debiera, tal vez, convencerse de una vez por todas, que la agenda oficial es una gran impostura. En lugar de someterse a debatir el juego de ficción que se le presenta irresponsablemente  semana tras semana, su papel debiera ser desnudar en los pocos espacios que quedan de debate libre -los que han podido subsistir, luego de la descarnada ofensiva populista-autoritaria sobre la comunicación pública que supo contar con el ingenuo apoyo inicial de la propia oposición- la peligrosa esencia autoritaria del proyecto oficialista.
 No prestarse más a nuevos engaños en la agenda, dirigidos a dividir las fuerzas adversarias. Y tender puentes, los más posibles, con todos los que conciban a la sociedad conviviendo como una república, con instituciones vigentes y sólidas en las que se puedan dialogar las diferencias. 
Los diversos y efímeros enemigos tácticos del oficialismo son -y pueden llegar a ser- todos los argentinos. Justamente todos y cada uno, en todos sus matices y opiniones, cuya participación, apertura al dialogo y capacidad de convivencia serán imprescindibles para reconstruir el país desde las ruinas en que lo está dejando el populismo autoritario.
 Ricardo Lafferriere
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