Subtes: Lo que Kirchner y Macri no quieren ver
viernes 30 de marzo de 2012, 21:52h
La
Presidenta Kirchner y el Jefe de Gobierno Macri no terminan de entender que la
política tiene tiempos. En épocas electorales es válida y necesaria la
diferenciación, y aún la disputa, entre propuestas ofrecidas por los diferentes
partidos pero, cuando se ejerce el gobierno, especialmente en sistemas
federales, se impone la cooperación si se piensa en el bienestar de los
ciudadanos.
En el
caso del traspaso del servicio de subterráneos de la Nación a la ciudad de
Buenos Aires, como hace dos años en el conflicto del Parque Indoamericano, lo
que se revela es la incapacidad de ambas administraciones para encontrar
soluciones que se centren en las necesidades de los usuarios del transporte.
El
Gobierno de Kirchner decidió el traspaso no por una convicción virtuosa sino
por requerimientos fiscales, necesita aliviar el gasto público al igual que en
el Proceso cuando se transfirieron a las Provincias sin los recursos necesarios
los servicios de educación y salud; y el de Macri no puede desdecirse de su
aceptación porque el aumento unilateral de tarifas instrumentado no puede
ignorar la doctrina de los actos propios que no admite alegar ingenuidades y
torpezas.
Este
verdadero fracaso institucional, que convierte a millones de usuarios en víctimas, requiere de una salida dentro
del marco de la Constitución que, sabiamente, en 1994 consagró un federalismo
de concertación.
Por
eso, en el debate legislativo el Bloque
del Radicalismo sostuvo, entre otros por el Senador Ernesto Sanz, que el camino
apropiado en el tema requería de una solución
sustentada en tres pilares:
a) Como
manda la Constitución transferencia integral
de competencias a la Ciudad Autónoma, no solo la del transporte sino
también las de la seguridad, el puerto, el juego y la justicia.
b)
Transferencias con los recursos necesarios, como lo lo establece el Artículo 75
de la Constitución, cuya lectura no admite dos interpretaciones.
c) En
el caso específico del transporte, la solución inteligente requiere de la
aplicación de la Ley 25031 del año 1998 que prescribe la creación del ECOTAM,
el ente del Transporte en el Área Metropolitana.
Hay,
además, un argumento adicional al constitucional para exigir recursos federales
para la prestación de servicios de subterráneo en la Ciudad de Buenos Aires
que, insólitamente, no estuvo presente en el debate..
Los
centros urbanos son fundamentales como motores del crecimiento económico, ya
que es donde se concentra la generación de riqueza en el mundo. Actualmente, el
60% del PBI mundial se genera en las 600 ciudades más grandes del mundo.
Así, la
creciente dimensión de las mega ciudades realza la relevancia de contar contar
con un sistema de transporte urbano que permita la movilidad de las personas ya
que la accesibilidad que se provea es un factor clave para la calidad de vida.
Por otro lado, la equidad social en las ciudades es un determinante crucial de
su competitividad. En consecuencia, los beneficios que brindan los sistemas de
transporte en las ciudades inciden no sólo en ellas, sino en todo el país. Este
concepto es fundamental al momento de definir el financiamiento de sus sistemas
de transporte, ya que para poder tener un país competitivo se requiere contar
con ciudades competitivas, y esto resulta imposible de lograr sin un transporte
urbano eficaz y de calidad.
Esta
calidad del sistema de transporte se mide a través de distintos elementos, como
el tiempo y costo del viaje; impactos ambientales como emisión de gases de
efecto invernadero y contaminación del aire, ruido y accidentes. También la
dimensión social de los proyectos de transporte es muy importante, ya que se
debe promover la inclusión social de los sectores más necesitados.
Para la
financiación de estos sistemas, en el mundo, se utilizan distintas fuentes como
los proveedores, entidades financieras públicas o privadas y organismos
multilaterales y, por su parte, el repago del financiamiento proviene de los
beneficiarios mas directos (usuarios del servicio, otros usuarios del
transporte, empleadores, vecinos, etc..), de la ciudad o la Región
metropolitana y, también, de los contribuyentes de todo el país. Éstos últimos
a través de aportes presupuestarios y fondos específicos, que generalmente
cubren los costos de capital y, ocasionalmente, los gastos de operación y
mantenimiento.
La
experiencia internacional muestra que, en general, el repago de la inversión de
construcción la realizan los gobiernos locales y nacionales en forma conjunta.
A continuación se explicitan algunos ejemplos con los que se intenta ilustrar
lo señalado:
En
China y Vietnam las autoridades locales se encargan de la gestión de la
circulación y de la organización de los transportes públicos pero el Estado
Central es quien arbitra los proyectos de inversión de las ciudades de esos
países. Los municipios, por su parte, financian el déficit operativo de las
compañías.
En
Brasil, el Ministerio de las Ciudades financia el transporte urbano a través de
distintos programas como el Programa de la Movilidad Urbana, el Pro -
Transporte, el Programa de financiamiento de Infraestructuras para la Movilidad
Urbana y los Programas de Aceleración del Crecimiento (PAC). En la ciudad de
Curitiba, el futuro Metro será construido por el Estado Central, vía la
Compañía Brasileña de Trenes Urbanos (CBTU), que es un organismo federal
La
intervención directa del Estado Nacional en empresas ferroviarias urbanas
(trenes y subtes) sigue siendo muy importante también en las ciudades europeas,
EEUU y Japón.
Una
evidencia similar se revela en un
reciente análisis comparativo que muestra que la financiación de los
proyectos de inversión en transporte en las ciudades aportada por el Gobierno
Federal es, en Estados Unidos del 80%,
un 75% en Alemania, un 20% a las líneas
subterráneas de Francia (sin contar los fondos específicos que van directamente
a las comunas) y un 70% en Colombia.
En esos
países actúan así porque son conscientes que los beneficios de mejorar el
transporte público en las ciudades exceden a los habitantes de las mismas
impactando en la competitividad global
de la economía, disminuyendo la contaminación y emisión de gases de efecto
invernadero y reduciendo la utilización
de energía renovable. Y de estos objetivos, que son elementos indispensables de una estrategia nacional de
largo plazo, tanto la Presidente Kirchner como el Ing. Macri deberían tomar
debida nota y afrontar, en consecuencia, una cooperación exenta de mezquindades
y estrechez de miras