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Geopolítica, Bildu y el 15-M

Geopolítica, Bildu y el 15-M

Extraña combinación se dirán ustedes. Pero dejen que me explique. Han pasado ya unos días desde las elecciones, y los alcaldes y concejales han tomado ya posesión de sus cargos. Eso debería permitirnos una visión algo más estratégica que táctica, con una cierta distancia que nos permita entender mejor algunas posiciones, estructuras y maniobras a medio y largo plazo. El fenómeno Bildu es sólo la enésima marca de un movimiento enraizado en la Guipúzcoa profunda colindante con comarcas navarras similares. Se nutre en las alturas del Goierri, topónimo que significa “País Alto” en contraposición al “Beterri” o “País Bajo”. Políticamente han pasado del carlismo al batasunismo sin solución de continuidad, y tanto sociológica como antropológicamente existen notables paralelismos con los habitantes de otras zonas tradicionalmente aisladas y montañosas, caso de las Highlands escocesas o de los toscos Hillbillies que otean los valles desde las alturas de los Apalaches. No es el caso de los 300 diputados montagnards, como Robespierre o Danton que impusieron El Terror en Francia; en este caso el término de la Montaña hace referencia a los asientos más altos de la Convención Nacional., pero hay alguna inquietante similitud. El sabio idioma español utiliza la palabra “cerril” para definir el terreno áspero y escabroso, pero también a la persona que se obstina en una actitud o parecer, sin admitir trato ni razonamiento. Dicho del ganado mular, caballar o vacuno significa no domado. Y a esos montañeses cerriles se contraponen los ciudadanos de las urbes; la civilización; los antiguos núcleos liberales en campo carlista. Veamos el caso de la ciudad de San Sebastián. En las municipales de 1995 el PP consiguió 7 concejales, lo mismo que el PSE por 5 de EA, 4 de Herri Batasuna, 3 del PNV y 1 de IU: mayoría para los españolistas. En 1999 El PSE sacó 9, PP 6, PNV 7 y EH 5: nueva mayoría españolista. En las del 2003 el PSE obtuvo 10, PP 7, PNV 9 y IU 1: otro triunfo de los mismos. Y en el 2007 PSE 11, los populares 6 (sumando entre los dos el 56’82 % de los votos), el PNV 5, IU-EB 3 y EA sólo 2. ¿Qué conclusiones se pueden extraer de estos datos? La primera y más evidente es que nadie puede hablar en nombre del pueblo vasco, ni arrogarse ninguna representación de Aitor y Amaya. Vizcaya, con su estratégico puerto y sus Altos Hornos ha sido cuna de una alta burguesía identificada con el españolismo o con los peneuvistas. Álava, mejor comunicada con La Meseta y menos industrializada se parece más a Burgos o a La Rioja, y vota en consecuencia. En cuanto a Guipúzcoa ya lo ven, acabamos de presenciar, una vez más, la repetición de un fenómeno histórico: la conquista de la ciudad y la civilización por los bárbaros (en sentido no sólo etimológico) habitantes de la periferia. Como los mongoles en China, los Aztecas en el Altiplano o los visigodos en Hispania estos también acabarán a su vez civilizados, domesticados y hablando en latín. Nomás es Ley de Vida cuando se gobierna en precario y se pueden gestionar cientos de miles de euros si se acatan las leyes, que ya explicaba Sun Tzu como las moscas se cazan con miel, no con hiel. Y esa es la segunda conclusión.   La tercera es que no era posible ilegalizar indefinidamente a un movimiento con tal fuerza en un territorio. No en una democracia real. Es un reto nuevo que exige una nueva solución. De hecho un nuevo partido vasco que no arrastre los lastres históricos de populares y socialistas, ni de sus personajes y actos en Madrid. Declaradamente vasco, urbano y cosmopolita, centrado en lo económico y social y defensor del autonomismo y la unión con el resto de España sin ambigüedades; algo al estilo de lo que se hizo en Navarra con UPN, aunque menos escorado a la derecha; debería poder captar los votos del PP, PSE y los moderados del nacionalismo vasco. Es decir, lo que podía haber sido el PNV si hubiera dejado de jugar con dos barajas. Es muy dudoso que todavía estén a tiempo, aún largando por la borda a los soberanistas guipuzcoanos y a Joseba Egibar,  asumiendo a las claras esa acusación abertzale de españolistas que les han lanzado a la cara en Elorrio por el apoyo de un concejal del PP. Sin embargo es de esperar que sean arrastrados por el peso de su historia y les pase como a los vikingos en Groenlandia; incapaces de abandonar viejas costumbres se extinguieron con la pequeña glaciación del siglo XIV mientras los inuit florecían. La necesidad de ese nuevo partido vasco como dique de contención frente al abertzalismo es, por lo tanto, la cuarta conclusión.   Y por último, Bildu demuestra al movimiento del 15-M que se pueden enfrentar el sistema desde dentro. En cierta forma el mismo Bildu es, en gran parte y de momento, un movimiento antisistema. Por eso no ha habido concentraciones de indignados en la constitución de los ayuntamientos del País Vasco. Pero es la prueba de que se puede organizar en pocos meses y presentar a las elecciones un partido nuevo que recoja esa iniciativa y promueva los cambios decididos en las indignadas asambleas de las plazas españolas. Sin violencias, presiones ni ocupaciones del espacio público, venciendo, si se puede, esa pulsión anarquista tan simpática y española como utópica y estéril en lo político hoy día.
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