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400.000 vagos

  Se calcula que en España un millón y medio de personas no acuden a su puesto de trabajo cada día. La mayoría de ellas lo hace por razones de salud o por otras causas que justifican su ausencia en una jornada determinada, pero unas 400.000 personas forman el grupo de los “profesionales del absentismo”; es decir, trabajadores que no trabajan, que dan disculpas falsas, que simulan enfermedades y que utilizan diversos pretextos como verdaderos profesionales de la simulación y de la mentira con tal de no acudir al centro laboral en que tienen su sitio y su nómina. Esta plaga de los “absentistas profesionales” alcanza el 22 por ciento en algunas oficinas públicas, lo que es una barbaridad. Añadamos los casos detectados en diversas ocasiones por circuitos cerrados de televisión, esas escenas grabadas de empleados y hasta de eurodiputados que fichan a primera hora, para justificar su asistencia, pero al instante se marchan sin tan siquiera entrar en la oficina o en la sede parlamentaria a darles los “buenos días” a los compañeros.      Queremos pensar que la España de la picaresca, aquélla en la que quien no engañaba era considerado como un pobre hombre, sin imaginación ni valor, había pasado a mejor vida. Pero no es así. Subsiste, sobrevive, permanece, es una lacra difícil de erradicar, y tiene, entre otras manifestaciones, la de esa legión de vagos que figuran en las nóminas y en las estadísticas como trabajadores en activo. Son, insistimos, unos 400.000, quizá más, y a veces hasta tienen la desvergüenza de hacer públicos sus chanchullos, como si se tratase de gestos de ingenio y de habilidad. ¿Qué pensarán los cuatro millones y medio de parados españoles, los que no tienen un puesto de trabajo, los que están en la cuneta de la vida, los marginados en la sociedad opulenta, las víctimas dolientes de la crisis? ¿Qué pensarán -decimos-  de quienes, contando con la fortuna de disponer de un puesto de trabajo, y a veces fijo y bien remunerado, lo cual es un verdadero lujo, se burlan de sus obligaciones?     La maldición bíblica de “ganarás el pan con el sudor de tu frente” se ha convertido, en la España de hoy, en una bendición. Pero algunos no se han enterado de en qué país viven, y piensan que el maná cae del cielo cada día. Por eso desde la CEOE, los empresarios, muchas de cuyas actuaciones también son censurables porque se han hecho especialistas en pescar en las aguas revueltas de la necesidad, se quejan de los “absentistas profesionales”. Competir en el mundo global cargando con ese lastre es difícil.  Por lo demás, quien dice que le duele la cabeza y es mentira, es un enemigo de quien dice que le duele la cabeza y es verdad. > Escuche las columnas de Luis el Olmo en vídeo:
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