domingo 01 de marzo de 2015, 23:58h
La verdad es que no me gusta dar discursos. Sin embargo, hoy
di uno muy importante para mí, el último de Apertura de Sesiones Ordinarias.
Escribir esas palabras y leerlas me obligó por un rato a mirar hacia atrás, lo
que me dio un poco de nostalgia, como suele suceder cuando se acerca el fin de
una etapa importante de la vida. No puedo negarlo, también sentí un gran
orgullo. Es que al hacer la lista de lo que hicimos estos siete años, veo lo
que aprendimos, cómo evolucionamos en nuestra forma de gestionar para lograr
que las obras se hagan realidad, cómo nos animamos, cómo nos equivocamos y
corregimos nuestros errores, cómo en el gobierno se formaron equipos
apasionados en cada área, y lo más importante de todo, cómo maduramos nuestra
relación con los vecinos, cómo aprendimos a trabajar juntos, cómo nos enseñaron
qué hacer y qué no hacer.
Hicimos muchísimo, y siguen esperándonos tantos desafíos
para seguir cambiando esta ciudad que el futuro se presenta asombroso. ¡Buenos
Aires tiene un porvenir extraordinario!
No me gustan los discursos, porque creo que el mejor mensaje
que puede dejar alguien que gobierna no está en las palabras, está en las
calles reparadas, en los hospitales equipados, en los parques restaurados y
verdes, en las luces que iluminan donde antes había oscuridad, en los trámites
simplificados que ahorran tiempo, en las escuelas, en los programas para los
que necesitan amparo, en privilegiar el transporte público, en la limpieza, en
la cultura que prospera, en las inversiones y el desarrollo, en alentar las
ideas de los jóvenes, en las obras invisibles que encausan el agua de las
tormentas...
Si hoy tuviera que darte un discurso personalmente, haría
uno muy cortito, cuatro palabras serían suficientes:
Lo hicimos juntos. Gracias.