miércoles 18 de febrero de 2015, 12:27h
Desde que las décadas neoliberales, fueron instituyendo una
cultura dominante basada en el individualismo, conducente a una sociedad
darwiniana, en donde sobrevive el mas fuerte, el mas hábil, el mejor dotado,
con una sociedad en diáspora, insolidaria y endogámica, los procesos
posteriores a la recuperación democrática, fueron avanzando en los cambios
estructurales institucionales, pero poco pudieron hacer ante el posicionamiento
férreo del modelo cultural instalado, que sedimentó en amplias capas sociales,
las atravesó verticalmente y modificó hábitos y conductas de los actores
sociales, incluídos los militantes políticos.
Cada uno de nosotros está aún impregnado de elementos
concientes o incocientes de esos años, como la contaminación ambiental nos
invade en el sopor del desconocimiento de lo que nos está pasando, quien se
crea ajeno a ello no tiene mas que mirarse en sus compartamientos cotidianos,
desde el consumismo, hasta la naturalidad de la prepaga o la escuela privada,
desde la necesidad imperiosa del cambio del modelo, desde el coche al celular,
lo que constituyen demandas que aparecen como prioritarias, cuando son en
realidad apenas elementos transitorios en nuestras cortas vidas. Esas demandas
, ejes de nuestro tiempo, decantan otras otras prioridades, que son aquellas
que solidifican las sociedades, las impregnan de valores, la erigen
culturalmente en pueblos, con expectativas comunes, marcos solidarios estratégicos,
destinos comunes de compatriotas, que sólo sienten que son trascendentes a
través de sus hijos, no sólo los propios, sino los hijos de nuestra tierra
nacional y latinoamericana. Esa sociedad del amor, es la que soñaron nuestros
Padres Fundadores Bolivar, San Martín y Artigas, que dieron todo sin beneficio
de inventario, nuestros caudillos federales luchando contra el Puerto Mercantil
insolidario y especulador, Alem, Irigoyen, Perón y todos aquellos que en esas
largas luchas emancipadoras, dejaron sus vidas, sus patrimonios, sus afectos,
por la construcción de una sociedad mas justa, mas libre, mas solidaria.
Esa diferencia en la política, se traduce entre la
Militancia y el Activismo, constituyendo la primera un proyecto de vida, una
mirada del mundo, de la vida, de las cosas que la define ideológicamente, que
determina las conductas en cada ámbito de actuación, desarrollado desde lo
profesional, lo político, lo cultural, lo docente o lo gremial. Es aquello que
define culturalmente al individuo e impregna la sociedad de un concepto de
vida, alejado de parámetros impuestos por culturas importadas de la mano de la
extranjerización de la economía, del manejo de los medios de comunicación, del
poder económico financiero que todo lo tiñe, intentando que seamos prisioneros
de expectativas materialistas, de futuros siempre tambaleantes, de
especulaciones constantes, de hacernos propietarios de conflictos ajenos, de
problemas que no manejamos, de cuestiones que no entendemos. Así el dólar, la
Bolsa, el riesgo país y otros elementos técnicos que intentan decidir sobre
nuestras conductas cotidianas, generando temores e inseguridades, que no
deberían formar parte de neustras preocupaciones diarias.
El activismo por lo contrario, es la simple adhesión a
determinada corriente política, una conducta propia de la puerta de entrada al
entendimiento de una de las herramientas mas profundas del hombre, como es la
Política, la Ideología, la Filosofía Política, la Historia, los contenidos
doctrinarios y la Organización como herramienta. Pero cuando esa profundización
no se da, cuando el activismo sólo queda como adhesivo circunstancial a
determinada corriente, cuando los trabajos se traducen en generadoras de
lealtades, cuando el funcionariado es mas importante que el poder, cuando la
conservación del trabajo posterga las necesidades de la lucha, se está
retrasando la construcción política conducente a la consolidación de los logros
alcanzados, a las necesidades de la profundización, que siempre requiere
riesgos de confrontación abierta con los enemigos de la Nación. Ese activismo
puede volverse circunstancial, sin profundidad ideológica sino se capacitan los
cuadros políticos y sociales que trabajan en territorio, que reciben las
demandas populares de los espacios a llenar de política, de organización , de
objetivos trascendentes como comunidad organizada.
Los últimos 12 años nos han ofrecido la oportunidad de
gestar un nuevo escenario político institucional, ya que la lucha política por
superar la crisis neoliberal del 2001 llevó a recuperar conceptos, valores,
identidades enterradas en las décadas anteriores por el posibilismo globalizador
modernizante, vendidos comos panaceas de los pueblos, como las primeras
colonizaciones hicieron con los pueblos originarios, para pasar a
estrangularlos en su cultura, saquearlos en su economía, arrasando sus
conocimientos, enterrando sus historias. Lo mismo hizo el neoliberalismo con
los pueblos Latinoamericanos a través del sometimiento de los planes
imperiales, desde la Alianza Para el Progreso, al ALCA , con la Doctrina de
Seguridad Nacional con la represión y los golpes en las manos cipayas, militares
y civiles, el Consenso de Washington que limitaba las democracias y
condicionaba la economía al Dios Mercado. Pero lo superamos al calor de los
pueblos, de la democracia participativa y popular, de la democratización del
poder político, de la mano de Líderes, que desde Néstor a Lula, desde Chavez a
Correa, desde Evo a Dilma y Mujica, dieron vuelta junto a Cristina, una
situación colonial de sometimiento, que había dejado estructurado el Imperio.
De ahí que la importancia de la militancia se asienta en la
preparación, la formación, la consolidación de los cuadros militantes que vayan
asumiendo la responsabilidad de la construcción de su propio destino,
comprometiendo su trabajo a la solidaridad con los pueblos, fortaleciendo su
rol social de acompañar, organizar, trabajar en función de los humildes, los
trabajadores, los desposeídos, ampliando derechos sociales, responsabilidad
primaria y razón de ser del peronismo,
que preserva su vigencia en el tiempo, por ser la herramienta cultural
identitaria del pueblo argentino y la necesaria para la transformación social
de nuestra Patria. Esa militancia en la cual descansa el futuro de nuestro
país, ha recuperado en esto años la política como el único elemento capaz de
ser constructor de una sociedad mas justa, mas solidaria, de un país soberano
como soñamos la mayoría de los argentinos.
Ahora se reafirman estos conceptos, ante la ofensiva de la
reacción conservadora, que por todos los medios siguen intentando volver la
historia para atrás, atrasar el reloj de los pueblos en beneficio de intereses
materiales coyunturales. Los pueblos no se llaman Macreconomía, ni Relaciones
Internacionales, ni Acceso a los Mercados, los pueblos se definen por su
cultura, su capacidad de lucha y por la construcción de un destino común, de
ahí la importancia de la militancia como eje movilizador de los pueblos, como
organización que vence al tiempo en el marco de la construcción de la Comunidad
Organizada del siglo XXl.