Francisco inicia el cambio en Roma
Por
Francisco Muro de Iscar
domingo 15 de febrero de 2015, 10:50h
Cuando se va a cumplir el segundo aniversario de su llegada
al Pontificado, el Papa Francisco inicia un cambio profundo en la Iglesia de Roma. De los
gestos a la acción. De las propuestas a la revolución interna. Lo primero que
hizo fue poner orden en las finanzas vaticanas con auditorias e investigaciones
realizadas por consultoras independientes, con varios equipos de diferentes
países, entre ellos España. La creación de un Ministerio de Economía y de un
Consejo supervisor y la reestructuración del Instituto para las Obras de
Religión (IOR), el banco vaticano que tantos disgustos y problemas ha dado a la Iglesia, parece haber
solucionado el asunto del dinero, una tentación permanente dentro y fuera de la Iglesia.
Simultáneamente, el Papa creó una especie de Gabinete en la
sombra, el C9, compuesto por el secretario de Estado y ocho cardenales
provenientes de todas las partes del mundo, que le han ayudado más que a
gobernar la Iglesia,
a buscar un modelo de reestructuración de la Curia vaticana. Esta segunda revolución, que ha
empezado a discutirse esta semana por el Colegio cardenalicio en Roma es mucho
más profunda y ha despertado más reservas y más oposición. Lo que el Papa está
poniendo en marcha es un cambio de fondo en la manera de gobernar la Iglesia y de mirar hacia
la calle, hacia los fieles. Pasar de una Iglesia que tiene su centro en Roma,
que mira excesivamente hacia adentro, a una Iglesia de las iglesias locales, de
las periferias, esas que tanto defiende Francisco y que representan la Iglesia más viva, más
esperanzada, más cerca de Cristo, pero también la Iglesia perseguida, donde
ser cristiano lleva inmerso el riesgo de tener que dejar tu país o de perder la
vida, como en los primeros tiempos de Cristo.
Francisco va a crear algo parecido a un Consejo de
Ministros, que supondrá, más que un Gobierno colegiado una manera permanente de
escuchar a todos antes de tomar decisiones. Y también creará dos "superministerios", dos nuevas
congregaciones, una de ellas dedicada a los laicos y otra a la caridad. El
mensaje es claro: la Iglesia
tiene que crecer dando más papel a los laicos y tiene que tener su objetivo en
ser fiel a sí misma. "El camino de la Iglesia, acaba de decir Francisco a los nuevos
cardenales, es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la
misericordia de Dios a todos".
El cambio en Roma, que tiene poco eco en los medios
españoles, es profundo e intenso. Por eso provoca recelos entre los que temen
perder poder. La Iglesia
inicia una revolución interna para salir más fortalecida hacia el exterior. Hay
que seguirla de cerca. Posiblemente es la única fuerza social que puede
devolver al hombre la esperanza en la recuperación de los valores éticos y
morales. Francisco acaba de decir que "el mal es contagioso, pero también
lo es el bien". Sólo desde esa perspectiva de buscar el bien de todos, el
bien común, el bien de los más desfavorecidos, podemos construir un mundo donde
merezca la pena vivir.