¿Adónde fue a parar el mayor superávit de la historia?
viernes 21 de noviembre de 2014, 23:00h
El
Gobierno dilapidó la oportunidad más fabulosa y clara que ha tenido nuestro
país para encarar un crecimiento económico sostenido. Y no creó condiciones que
hiciesen atractivo invertir en la Argentina.
Desde
comienzos de este siglo, el aumento en el precio de la soja y la revolución
tecnológica agropecuaria alimentaron las expectativas de que por fin la
Argentina había superado la histórica restricción externa al crecimiento
económico. Estas expectativas tenían como sustento un asombroso y jamás soñado
superávit externo de 163.600 millones de dólares, acumulando los superávits
anuales del 2003 al 2014 provenientes del Balance Cambiario del Banco Central.
Como muy bien lo señala Pablo Gerchunoff, no hay registros de un superávit
comercial que se aproxime al registrado durante esos 12 años.
Para
igualar las exportaciones de esos años, en dólares a precios constantes, es
necesario sumar las exportaciones de los sesenta años previos al kirchnerismo
que van de 1943 al 2002.
Lamentablemente,
y como sucede con el mito histórico que el peronismo sabe gobernar, el
kirchnerismo termina su gestión desaprovechando la oportunidad más brillante
que tuvimos en toda la historia argentina. En efecto, ¿adónde fue a parar ese
fabuloso superávit externo de 163.600 millones? Las cifras del Banco Central
también señalan que el principal destino de ese superávit fue financiar una
salida de capitales privados al exterior por 94.500 millones de dólares. A ello
se agregaron otros 40.300 millones de dólares para pagar los servicios de la
deuda pública debido al nulo acceso a los mercados financieros internacionales.
En conclusión, de esos 163.600 millones solo se destinaron 16.000 millones a
aumentar las reservas internacionales.
La poca
credibilidad en la coherencia de las reglas de juego macroeconómicas, las
transgresiones a la seguridad jurídica y el aislamiento internacional generaron
un clima propicio para la fuga de 94.500 millones de dólares.
No se
crearon las condiciones que hiciesen más atractivo y rentable invertir en la
Argentina que en el exterior. La crisis energética es un claro ejemplo. El
gobierno negocia con empresas petroleras multinacionales acuerdos secretos para
invertir en el sector energético al mismo tiempo que la fuga de capitales de
94.500 millones es más de dos veces superior a las exigencias de inversión en
los yacimientos en Vaca Muerta.
Precisamente
fue esa fuga de capitales privados al exterior lo que llevó a la Presidenta,
días después de ser reelecta con el 54% de los votos, a enfrentar la
restricción externa con el cepo cambiario. Su fracaso provocó, en enero del
2014, una pérdida de reservas internacionales de 2.800 millones de dólares.
Para frenar esa corrida cambiaria no le quedó al Gobierno otra alternativa que
optar por un ajuste ortodoxo y recesivo. Así, el Gobierno devaluó hasta
setiembre del 2014 a un ritmo del 50% interanual, la inflación aumentó al 40%
anual, los salarios y las jubilaciones al 30%, y el salario real cae un 10%.
La
consiguiente disminución del consumo privado, unido al de la inversión y de las
exportaciones, es coherente con el objetivo de un ajuste recesivo.
De esta
forma, y como sucedía en el pasado con los ciclos "stop and go", la contracción
de las importaciones permite superar la escasez de dólares.
Como
contrapartida a esta realidad, el Gobierno intenta con medidas policiales -como
sucedió con Mariva Bursátil, que regularmente operó con el ANSES- cambiar el
rumbo futuro de los acontecimientos. Sin embargo, termina por degradar a la
política.
El
Gobierno, preocupado por el costo político de ese ajuste recesivo, intenta
contrarrestarlo propiciando un planteo reactivador keynesiano. Ese planteo
reactivador está centrado en dos rubros. Primero, aumento del gasto público al
44% interanual, mientras los impuestos lo hacen al 35%. Segundo, aumento de la
emisión monetaria. Para todo el 2014, estimamos que el financiamiento del Banco
Central al Tesoro Nacional llegará a los 25.000 millones de dólares (un 5% del
PBI), sumando la monetización del déficit y los dólares que se necesitan para
pagar la deuda pública.
Para el
equipo económico, la inflación y la cotización del dólar paralelo son inmunes
al déficit fiscal y a la expansion monetaria. Esta es una interpretación
equivocada del modelo keynesiano.
Entre
el 2012 y el 2014 las reservas internacionales disminuyeron en 20.200 millones
de dólares. Dado el nulo acceso al mercado financiero internacional, el
Gobierno no tiene margen de maniobra para reactivar la economía porque ello va
a demandar más dólares para importaciones. Ni tampoco lo tiene para defender el
atraso del tipo de cambio con las reservas internacionales, porque en el 2015
los servicios de la deuda pública solo para los bonos sujetos a ley argentina,
organismos internacionales y Club de París llegan a 8.600 millones de dólares.
En
síntesis, el Gobierno dilapidó un superávit externo de 163.600 millones de
dólares financiando una fuga de capitales privados al exterior por 94.500
millones de dólares. En cierta oportunidad me preguntaron cómo se hace para
tener una pequeña fortuna. Muy fácil. Hay que empezar con una gran fortuna.