lunes 07 de julio de 2014, 16:07h
No por
previsible, la estrategia del kirchnerismo de esconder su incapacidad tras la
performance de la selección nacional de fútbol deja de ser infantil.
En esta
oportunidad, sin embargo, el relato no se reduce a la grotesca mescolanza de
medidas de gobierno exaltadas como logros en las transmisiones de "Fútbol
para todos". Se ha inserto en una curiosa convocatoria a la OEA a la que
le ha pedido, sin profesionalismo alguno, que "haga algo" contra el
fallo de la justicia norteamericana que -según la posición argentina- "protege
a los fondos buitres". Obviamente, un pedido de esta naturaleza no podía
lograr más que lo que logró: una generalidad, como la que al final se aprobó,
expresando la "solidaridad" y esperando que el problema "se
solucione en una negociación entre las partes".
Muchas
veces hemos destacado desde esta columna la necesidad de una ofensiva
diplomática que, con seriedad, impulse la incorporación a la normativa
financiera internacional el camino de las reestructuraciones de deudas
soberanas. Pero mientras ello no ocurra, son los países que emiten deuda los
que deben incorporar tales recaudos, como está siendo cada vez más usual en
deudas emitidas en la Unión Europea.
Ésta
-junto a otras- es una de las falencias del cambio de paradigma que llegó con
la globalización, que liberó a las finanzas del marco normativo de los Estados
sin reemplazarlo por uno similar, de alcance global. Pero ésto no es nuevo.
Viene distorsionando el funcionamiento de la economía -nacional y global- desde
hace al menos dos décadas. Provocó la crisis argentina de cambio de siglo y
también la crisis financiera global del 2008 cuyos coletazos se extienden hasta
hoy.
Sin
embargo, la emisión de deuda argentina del 2005 y del 2010 no previeron ese
problema y expresamente establecieron la legislación y jurisdicción de Nueva
York, como lo hacían muchas de las emisiones anteriores. No sólo eso:
renunciaron en forma también expresa al privilegio soberano. Lo hizo Néstor. Lo
hizo Cristina.
De ahí
que la impostación oficial de su "indignación" ante las decisiones
del Juez Griesa no tienen ningún fundamento, porque son el resultado de
acciones decididas libremente por el país y su gobierno. Y la insistente
descalificación del Juez como "parcial" o "destinada a provocar
el default" de nuestro país no alcanza a ocultar el hecho que su decisión
recibió la confirmación de su Cámara de Apelaciones y de la propia Corte
Suprema de Justicia de Estados Unidos.
Nada
obligaba al gobierno argentino, cuando emitió la deuda, a someterse a la
legislación americana y a la jurisdicción de Nueva York, donde las leyes son
como son y los jueces fallan como fallan. Pero lo hizo y ahí decidió, a
conciencia, lo que pasaría en caso de incumplimiento.
Por eso
hemos insistido hasta el cansancio en abrir un espacio negociador cuando era
posible, para normalizar toda la situación financiera externa. Por eso
insistimos hoy que es imprescindible dejar de darle ladridos a la luna, que
siguen deteriorando la imagen y el prestigio del país y harán más cara -por
riesgosa y reticente- cualquier negociación sobre el pago, que tendremos que
enfrentar aunque no nos guste.
El
gobierno equivocaría el camino si recurre al gastado recurso de envolverse en
la bandera nacional para justificar el incumplimiento de una resolución
judicial o pretende descalificar con argumentos patrioteros a los argentinos
que le piden seriedad. Aquí no hay ninguna guerra. Aquí hay una oportunidad
para salir de una encerrona en la que -como argentinos- nos metimos solitos.
Todos
hemos pasado por la edad de los discursos de barricada. Algunos hemos
aprendido, a fuerza de tropiezos, que los cambios posibles son menos épicos que
los soñados y que responden a trabajos inteligentes, con perspectiva
estratégica, articulando con paciencia y constancia complejas correlaciones de fuerzas
que se expresan en tableros más parecidos al ajedrez que a los partidos de
fútbol del mundial.
Sería
bueno que esas experiencias que ha sufrido el país como consecuencia de los
errores de todos -de Perón-Isabel, del proceso, de Alfonsín, de Menem, de la
Alianza, de Duhalde, de Néstor y Cristina- no sean tiradas una vez más en saco
roto, por el bien de la Argentina y de quienes en definitiva sufren las
consecuencias de los errores y caprichos del poder.
Ellos
son, ni más ni menos, los verdaderos dueños del país, los compatriotas "de
a pié". Éstos no debieran ser sometidos a la incertidumbre sobre el
casillero de la ruleta en el que caerá la bolilla de Kicilloff: en el de la
OEA, insultando a Griesa por su sentencia "absurda y desquiciada" o
en el de Nueva York, donde está ahora comenzando la negociación, dispuesta por
Griesa por pedido del gobierno argentino, para pagar lo que se debe.
Ricardo
Lafferriere