Una nueva etapa en la integración regional
jueves 30 de enero de 2014, 11:57h
El día de ayer, cuando se clausuró la II Cumbre de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC), también pareció cerrarse un gran
capítulo del proceso de integración regional, abierto ocho años atrás en Mar
del Plata, cuando se reunió por última vez la Cumbre de las Américas.
Las puntas del ovillo son bien distintas: en el 2005 un
pequeño grupo de países, liderados por Brasil, Argentina y Venezuela,
rechazaron la propuesta del Alca, que venía germinando, lenta pero
inexorablemente, desde hacía diez años. El frente latinoamericano distaba de
tener una posición uniforme: México y buena parte de Centroamérica tenían
intenciones de firmar un tratado de libre comercio a escala continental, y sólo
el peso específico del trípode sudamericano volvió al proyecto inviable. Nueve
años después, la cumbre de la CELAC reunió a 33 gobiernos latinoamericanos bajo
un manto político común, sin la presencia norteamericana. Ni siquiera los
gobiernos de centro derecha plantearon en estos días volver al escenario
anterior. Como telón de fondo, la cita fue en la isla de Cuba, único país
americano que no integra la OEA, que a esta altura es casi un fósil
institucional.
Tan interesante como ver las puntas del ovillo es pensar el
recorrido que llevó de un extremo al otro. La multiplicación de gobiernos progresistas
fue dando envergadura a las posiciones integracionistas. Nacieron nuevos
instrumentos regionales, como la Unasur. El discurso latinoamericanista, por
muchos años refugiado en el placard de las minorías, se volvió una lengua
común.
El avance, en ese sentido, fue eminentemente político. Un
conjunto de líderes con una notable conciencia de pertenecer a una misma
encrucijada histórica estrecharon relaciones personales, crearon vínculos de
confianza, generaron patrones de acción comunes. Algunos aprendieron a jugar
casi de memoria. Las cumbres tuvieron, como nunca antes, un carácter menos
protocolar y más ejecutivo. En más de una oportunidad viajaron de urgencia para
abortar intentos de desestabilización o golpes de Estado. En otras
oportunidades las "roscas" e internas quedaron a la vista pública, como cuando
el entonces presidente Uribe fue prácticamente interpelado por sus pares en una
reunión en Bariloche en el 2009, al conocerse la intención del gobierno
colombiano de instalar bases norteamericanas.
El triunfo más rotundo de estos acercamientos diplomáticos
es que, más allá de algunos puntos muy oscuros (como el golpe de Estado en
Honduras, o la destitución de Lugo en Paraguay), se viven procesos políticos y
económicos progresistas y populares, en un marco de estabilidad institucional.
Esa combinación es absolutamente inédita para la historia de América Latina. Y
es difícil de imaginar que esa novedad hubiera sido posible en un contexto de
fragmentación regional.
Sin embargo, esta fase "política" de la integración regional
parece haber llegado a su fin. Como mostraron los discursos más sustanciosos de
la Cumbre, el eje de preocupaciones se desplazó con mucha fuerza hacia los
aspectos económicos de la integración, donde los avances son mucho más modestos.
El propio triunfo en construir órganos de concertación política libre de la
injerencia norteamericana, dejó aún más al descubierto que poco se ha podido
avanzar en instrumentos similares de concertación económica. El Banco del Sur,
que podría ser un herramienta muy útil para países que atraviesan ataques
especulativos a sus monedas o situaciones de estrechez fiscal, todavía sigue en
veremos. La consolidación de una moneda propia para el intercambio comercial
intrarregional, también. Por solo recordar un par de ideas que llegaron a estar
en boca de los propios mandatarios.
En la primera cumbre de la CELAC, a fines del 2011,
Cristina Fernández de Kirchner le ponía
números a esa falencia: en medio de un clima general de festejo por el hito
político de haber reunido por primera vez a todos los gobiernos de la región,
advirtió que el comercio intra zona apenas llegaba al 16% del total. En Europa
es más del 70%. Antes de ayer volvió sobre la misma cuestión, pero con mayor
énfasis: llamó a tener una "agenda concreta", ante el peligro de "estar
construyendo una segunda dependencia, que ya no será geográfica, sino que sea
mucho más profunda, más estructural, tal vez menos perceptible, pero más
definitiva". Como si fuera poco, agregó que "el tiempo se agota".
No fue una preocupación aislada. Dilma Rouseff tuvo también
un discurso centrado en la economía: arrancó contando con algo de detalle cómo
Brasil y Cuba crearon un consorcio para construir un mega puerto a 50km de La
Habana, con una inversión total de casi 1000 millones de dólares. Cuando esté
terminado va a ser un punto de paso para miles de buques contenedores de gran
calado. La empresa constructora es la gigante Odebrecht, de capitales
brasileños. "Este puerto es un ejemplo concreto de las posibilidades la
cooperación y la integración latinoamericana", apuntó Dilma. Se trata de un
hecho muy puntual, más bilateral que regional, pero marca una de las tendencias
posibles: la integración es también la expansión de las empresas
latinoamericanos dentro del mismo continente. El protagonismo de los gobiernos
direcciona, en el mejor de los casos, esa característica propia del capital.
La contracara "humanista" es también una escena de este
tiempo de cercanías: Cuba ya no despliega sus médicos sólo en los países bolivarianos
del Alba, también lo hace en las favelas brasileñas, dando volumen a una de las
nuevas políticas sociales del gobierno del PT .
Con distintos énfasis, casi todos los presidentes señalaron
otro dato en la Cumbre, que por nuestro país suele marcarse como un alegre
capricho del gobierno para excusarse de errores propios. El proceso de
integración regional se produce en un mundo de crisis, con sus principales
economías estancadas o con el crecimiento en franco declive (incluso la
economía China perdió buena parte de su dinamismo en los últimos años). Lo que
lleva a que se multipliquen las barreras y protecciones comerciales, y que
aumenten la presión por volcar los efectos más negativos de la recesión en las
regiones periféricas.
Por supuesto, también tuvieron lugar las declaraciones en
contra del bloqueo a Cuba, el colonialismo de Malvinas, o el llamado a que
Puerto Rico se incorpore como país latinoamericano. Sin embargo, la sensación
que deja esta segunda Cumbre es que el desafío próximo, después de haber
logrado existir como comunidad política, pasa por preguntarse qué se hace, en
términos económicos, con semejante victoria.