Por
José Méndez La Fuente
lunes 27 de mayo de 2013, 16:27h
Dos noticias que por su contenido de similar naturaleza, no
obstante referirse a dos eventos diferentes, no pueden ser pasadas por alto en
el acontecer político latinoamericano, son las que se produjeron hace apenas
unos días en Bolivia y Ecuador, ambos países junto con Venezuela, integrantes
del denominado "eje bolivariano".
La primera ocurrió en
Bolivia donde la Cámara del Senado, aprobó a
comienzos de Mayo, la Ley de Aplicación Normativa
que permite a Evo Morales concurrir a los comicios de diciembre de 2014, para
buscar un mandato, el cuarto, que le permita gobernar Bolivia hasta el año
2020, con lo cual se convertiría, de ganar esa tercera relección, en el
presidente que más tiempo ha gobernado el país andino y en uno de los
mandatarios de Suramérica con mayor
permanencia continua en el poder. Solamente superado por Chávez, de no haber
fallecido, quien ya había sido electo para un tercer periodo dentro de la Constitución del año
99, pero que en realidad era el cuarto, si se toma en cuenta que fue electo por
vez primera en el año 98, dentro del marco de la carta magna del año 1961.
La otra noticia aún caliente, es la toma de posesión el
pasado viernes 24, del presidente de Ecuador, Rafael Correa, de un nuevo
mandato, el tercero, para el periodo 2013-2017, luego de haber sido reelecto
por segunda vez, en los comicios del 17 de febrero.
El denominador común de ambos sucesos de evidente
trascendencia política, es el "Absolutismo Presidencialista" que
esconden, corriente que se ha venido imponiendo primero como un estilo
personal, bajo la figura de Hugo Chávez, para luego convertirse en una especie
de manual, que si se cuenta con los
elementos básicos, puede asegurar buenos resultados para quien lo aplica.
Decíamos en un artículo anterior que era una receta para alcanzar el poder;
pero la verdad completa es que también lo es para mantenerse en él. La historia
político-constitucional de Bolivia y del Ecuador de los últimos seis años, es
más que ilustrativa al respecto. Con apenas diferencias circunstanciales, se
puede decir que son casi idénticas y una copia al carbón, las dos, de la fórmula
que inventó y puso en práctica Chávez, durante el año 1999, en la República Bolivariana
de Venezuela. Cuando Morales y Correa, que a la postre resultaron buenos
discípulos, la aplicaron, ya el líder venezolano la había venido experimentado con todo éxito durante siete
años, por lo que sus consejos y directrices para adaptarla a las
particularidades del Ecuador o de la altiplanicie boliviana fueron casi mágicas
y de resultados franquíciables.
Aunque en la etapa prelectoral se necesitan ayudas y asesorías
de todo tipo, la promesa de una "asamblea constituyente" o de la
"refundación del Estado", como parte de la campaña electoral, resulta
un requisito insustituible para alcanzar la presidencia la primera vez por la
vía del sufragio. Luego, lo que sigue, es la aplicación del resto del manual al
dedillo. Primero, una reforma constitucional, por medio de una Constituyente,
para alargar el periodo presidencial o bien para permitir la reelección
inmediata; estando en la cresta de la
ola, es casi imposible no ganar la nueva elección dentro de la égida de la
nueva Constitución con absoluta mayoría para reafirmarse en la presidencia y
dominar todos los poderes del Estado, para después repartir una buen dosis de
populismo mezclado con autoritarismo, ambos favoritos de nuestros pueblos
latinoamericanos, pues es casi genético. Seguidamente, consolidados en la Presidencia, ya con
por lo menos dos periodos, habrá que ver si las encuestas permiten una tercera
o cuarta presidencia, para lo cual las
limitaciones o barreras de la propia Constitución redactada por el Poder
Constituyente, no son obstáculos jurídicamente insalvables; para eso están las
instituciones como el Poder Judicial o el Legislativo únicos capaces de
interpretar el verdadero espíritu de la ley y, sobretodo, la voluntad del
Constituyente. Que fue precisamente lo que hicieron por ejemplo, en Venezuela
en el 2009 y en Bolivia hace un par de
semanas, para permitir una segunda reelección a Hugo Chávez y a Evo Morales. En
ambos casos, bajo la retorcida cara de
la diosa Justicia.
Pero este "absolutismo o continuismo
presidencialista", ha dejado igualmente algunas tentaciones en el aire,
como por ejemplo, la del presidente Uribe, quien después de agotar los dos
periodos que le daba la reforma constitucional del 2004, coqueteó con la idea
de un tercer periodo que no estaba previsto en aquella, o la de la señora
Fernández de Kirchner, que aunque tiene la popularidad baja y ha asomado que no
irá a una nueva reelección, prohibida, por lo demás, por la constitución argentina,
ya ha dejado entrever que sigue desojando la margarita, a través del gobernador
de la provincia de Chaco, quien lanzó al aire la pregunta "¿Por qué no
consultar al pueblo argentino para que pueda elegir la oportunidad de que
Cristina pueda protagonizar otro mandato?" Y ¿por qué no?, si al final, el pueblo lo puede todo.