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OPINION/Víctor Gijón

Los chistes de un PP sieso

Los chistes de un PP sieso

En el PP tiene la mala costumbre de trivializar la política sin darse cuenta que tiran piedras contra su propio tejado. Muchas de las cuchufletas y parodias que afectan a sus líderes más queridos tienen su razón de ser en la capacidad de estos para ponerse en ridículo.
Recordemos, por ejemplo, a Aznar hablando catalán en la intimidad o español con acento tejano. Lo de Rajoy sacando pecho patriótico para luego aburrirse en los desfiles o citando a un primo para descalificar el cambio climático también dan mucho juego. Luego están los populares que pretenden hacer chistes con el rival político. En Cantabria destaca en esas labores el presidente regional del PP, Ignacio Diego, al que le acaba de salir un competidor en casa, el ex consejero y hoy diputado regional, José Antonio Cagigas. En Andalucía a los que tienen poca gracia les llaman siesos.

Cagigas es un sieso de libro. Para hacer un chiste, malo, sobre el presidente Revilla ha necesitado que El Mundo, el periódico de cabecera del PP cántabro, dedique dos artículos, una editorial y varios comentarios de opinión a contar la aventura del presidente del Gobierno de Cantabria y el taxi a la Moncloa.

De la nimiedad de esta oposición, de su incapacidad para tener un discurso propio más allá de la descalificación de las posiciones del contrario, da idea el hecho de que periódico y políticos populares hayan dedicado un 80% de sus declaraciones públicas a hablar del taxi y sólo el 20% restante a valorar los acuerdos de la entrevista Revilla-Zapatero.

En el PP alternan sus comentarios despectivos con respecto al presidente del Ejecutivo regional, al que por otra parte de vez en cuando requiebran de amores y pactos, con intentos de romper la confianza existente entre el PRC de Revilla y el PSOE de Lola Gorostiaga.

En esa tarea imposible el PP no está solo. Un sector del socialismo cántabro, perdedor claro en el último congreso, viene manteniendo de facto la misma estrategia. Aceptando de boquilla el pacto --no tienen otra, porque fue una decisión adoptada por unanimidad en los órganos máximos de dirección socialista--, suelen aprovechar la más mínima ocasión para meterse con el PRC y sus dirigentes.

Uno de los políticos socialistas más contumaces en el empeño es el senador Jaime Blanco, que suele aprovecharse de la ‘amable’ acogida que les dan los dos periódicos de la derecha regional, El Mundo y El Diario Montañés, en sus diatribas en contra de Revilla. Se queja Blanco de que el PSOE no haga nada, en su opinión, para impedir el crecimiento electoral del PRC. Pero lo que no dice es que el despegue regionalista en las urnas, pasando de 2 a 6 diputados, se produjo después de que en 1995 Blanco le diera a Revilla la oportunidad de presentar una moción de censura contra HormaecheaFelipe II.
a dos meses de las elecciones. Y es que así se las ponían a
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