Parecía que Perú iba sobre ruedas. O relativamente sobre ruedas, al menos, si se compara con los países de su entorno. Pero Alan García, el presidente del emergente estado andino, vuelve por sus fueros: la corrupción de nuevo es la sombra que ennegrece la política del país, cuyo jefe de gobierno, Jorge del Castillo, ha tenido que ser sustituido por Yehuda Simon, un ex izquierdista con escasos títulos para llevar el timón. La causa: la concesión ilegal de permisos de explotación petrolífera a una compañía noruega, que presumiblemente pagó a altos funcionarios. Otro mal dato más, este de la inestabilidad de Alan García –buen aliado del gobierno español—para temer por los resultados de la ‘cumbre’ iberoamericana que se celebra esta semana en El Salvador.
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