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El PSdeG-PSOE ante las autonómicas de 2009

Pérez Touriño navega entre dos aguas

Pérez Touriño navega entre dos aguas

No demasiado en voz alta, casi por cubrir el trámite, los socialistas gallegos, a la vuelta del verano, darán por concluida su primera legislatura de Gobierno bipartito. Hablan sus voceros de ponerse las pilas. De aquí a final de año, verano por medio, han programado más de 300 actos de autoafirmación que, paso a paso, todavía con sordina, les permitan marcar distancias con sus socios de gobierno, el Bloque Nacionalista Galego y, de paso, obviar los incumplimientos en materia de transferencias e infraestructuras del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

El presidente de la Xunta de Galicia y secretario general del Partido Socialista de Galicia-PSOE, Emilio Pérez Touriño está dispuesto a agotar formalmente la legislatura. A partir de octubre, la acción del Gobierno tripartito, por los obvios intereses electorales de los socios, entra en el inexplicable impasse, un tiempo muerto que paraliza la Administración durante nueve meses como mínimo: los previos y los tres posteriores a los comicios autonómicos.

La necesidad hace maestros y Pérez Touriño se ha pasado toda su primera legislatura (las encuestas que los tres partidos gallegos manejan con secretismo dan un resultado similar para la próxima legislatura, lo que permitiría recuncar, repetir la fórmula bipartita) navegando entre dos aguas y sin poder evitar el dar más bandazos de los estrictamente necesarios para mantener el rumbo. El BNG de Anxo Quintana, vicepresidente de Igualdad y las consellerías que controlan los nacionalistas, a veces sin móvil o razón aparentes, se han dedicado a molestar al timonel Touriño. Se trataba -se trata- de marcar distancias y diferencias. Paradójicamente, Quintana no puede ser acusado de deslealtad institucional, si nos atenemos a los resultados. No obstante, una sombra de sospecha flota sobre los nacionalistas gallegos. Porque los sondeos que encarga la vicepresidencia de la Xunta (salimos a más de uno mensual) llegan, cuando lo hacen, tarde y maquillados a la mesa del Gobierno gallego. Esta actitud es algo más que un acto de pillería de jugador de tute subastado en una taberna rural.

El estado mayor de los socialistas gallegos, el núcleo de dirección, nada más ganar Pérez Touriño la moción de investidura como presidente de la Xunta (ocurría el 29 de julio de 2005) empezó a funcionar como si tuviesen a la oposición en casa. Una desconfianza mutua ha presidido las relaciones de ambos socios de gobierno. Más que Xunta bipartita ha sido una Xunta bipolar que, incluso, se ha hecho patente en las tensas relaciones personales entre los conselleiros de ambas formaciones.

Por suerte, dado que el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo está a sólo un escaño por debajo de la mayoría absoluta en el Parlamento gallego, la hostilidad entre ambos socios no ha llegado a comprometer las votaciones en la cámara. Eso sí, sus portavoces parlamentarios, Ismael Rego (PSdG-PSOE) y el brillantísimo Carlos Aymerich (BNG) se detestan mutuamente y, a estas alturas de la legislatura, no hacen esfuerzo ninguno por disimularlo.

El miedo guarda la viña

El presidente Pérez Touriño no sólo ha de navegar por las siempre agitadas aguas interiores del pacto con los nacionalistas. De puertas adentro del socialismo gallego, en la bancada de remeros electorales, cuenta con una nada disciplinada masa de alcaldes socialistas a los que no le conviene fustigar en vísperas electorales. Ellos son, en sus ayuntamientos respectivos, los mejores muñidores de votos. ¿Contrapoder municipal, pues? Casi. Porque el municipalismo gallego está revirado con las últimas disposiciones en materia de urbanismo y calidad de edificación de la Consellería de Vivenda e Solo, la de la nacionalista Teresa Táboas, arquitecta de profesión, y que ha tenido que asumir la Xunta.

El BNG, desde sus consellerías, se encarga no ya de señalar, sino de promover cuando no ocasionar las contradicciones internas socialistas agitando las aguas municipales, mediante su intervencionismo de carácter identitario y que, en pura lógica ciudadana, carece de sentido alguno. Para los nacionalistas gallegos, al modo marxistaleninista, participar en un gobierno bipartito es sólo un peldaño más hacia la emancipación nacional del Antiguo Reino. Y para lograrla pasan por carros y carretas, incluso el de llevar corbata.

El miedo guarda la viña como sabe muy bien Ricardo Varela, conselleiro de Trabajo y secretario de Organización del PSdG-PSOE. A los alcaldes díscolos, ni tocarlos. No conviene. No es el momento oportuno, si es que alguna vez lo hubo a este lado del Padornelo. Hay alcaldes no ya díscolos, sino claramente indisciplinados, como José López Orozco, de Lugo, o Abel Caballero de Vigo, la primera ciudad de Galicia (definido por un importante dirigente socialista como “un gilipollas integral”) a los que el partido no sólo les pasa todos los caprichos, sino que, si la mano viene, se ve obligado a reírles todas sus supuestas gracietas. Los conselleiros del BNG lo saben y, en el ámbito de sus competencias, se dedican entusiásticamente a ponerles palos en las ruedas con el fin de acentuar las contradicciones internas de sus socios/rivales. Tensan la cuerda municipal todo lo que pueden, mediante proyectos que socavan, vía centralismo identitario, la autonomía de ayuntamientos y diputaciones provinciales. La reciente aprobación por la cámara autonómica del Registro Gallego –léase central y único—de Parejas de Hecho, es una prueba de ello. Y no sólo invade competencias municipales, sino que choca con la vigente Ley del Registro Civil –la única existente— y con la Ley de Parejas de hecho, ambas de carácter estatal, sin que, hasta la fecha, el Gobierno central haya tomado nota y plantee recurso de inconstitucionalidad.  

El santo interior de cara

Desde 1978, quizá –o sin quizá—como producto del ancestral tribalismo gallego, el PSdG-PSOE internamente ha sido la casa de tócame-Roque. Lo fue hasta el pasado más inmediato. Ahora, el secretario general Pérez Touriño tiene el santo interno de cara. Ni los más veteranos militantes recuerdan una paz interior en el partido como la de ahora. La Pax Gallaecica es un hecho incontrastable. Su artífice, Emilio Pérez Touriño, que ha sabido –nunca mejor dicho—templar gaitas partidarias. Eso sí, gracias a dos factores externos, pero determinantes. El primero de ellos es que el lucense José Blanco es el secretario de Organización del PSOE y está siempre ojo avizor sobre sus correligionarios gallegos. El segundo, y por el que Rodríguez Zapatero se ha hecho acreedor de un voto de gracias por parte de militantes, simpatizantes y votantes del socialismo galaico, es el ascenso lateral superior del atrabiliario y populista ex alcalde coruñés Paco Vázquez, actual embajador de España ante la Santa Sede. Con Vázquez en Roma, y por mucho consumo telefónico con dirección a Galicia que este haga, el PSdG va como una seda.

¿Pérez Touriño tiene críticas internas? Algunas, no tantas como quisiera el PP, pero con sordina. ¿Pérez Touriño tiene un Sindicato de Agraviados en contra? Existen agraviados –cuando se gobierna y hay que repartir cargos, siempre resulta inevitable—e, incluso, se dejan ver, pero poco. Sus críticas son mesuradas y prudentes, en la escala del reproche a las excesivas concesiones al BNG y a la tendencia del presidente de Pérez Touriño a actuar como Reina Madre, colocándose au dessus de la melée, por encima del Bien y del Mal. Por un lado, nada grave y que inquiete al secretario general y presidente de la Xunta. Por el otro, la ventajosa presentación mediática de tener un pluralismo bienintencionado y zapateril. Que eso viste muchísimo.

Galicia 2009: asumir incumplimientos ajenos

Los socialistas gallegos, de cara a las próximas elecciones autonómicas, van a tener que hacer frente, no ya a las consecuencias de la crisis económica (pescadores, ganaderos y transportistas son los paganos de las subidas del combustible) sino de los incumplimientos, reiterados, constantes, del Gobierno de ZP en materia de infraestructuras. Mencionar el nombre de Magdalena Álvarez, ministra de Fomento, hace que el gesto de por sí nada risueño de Pérez Touriño se avinagre hasta el punto de asimilar su faz a la de la máscara del malo en el teatro kabuki japonés. Motivos no le faltan al presidente de la Xunta. Y se los ha hecho llegar a Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, con reiterada firmeza. Chaparrón primaveral repicando en el tejado de La Moncloa. Y un motivo más para el que el BNG, su socio de gobierno, arrime el ascua a su sardina electoral.

El Gobierno de Rodríguez Zapatero se muestra cicatero con Galicia, una vez pasada la campaña electoral. En vísperas del 9M, el Consejo de Ministros presupuestó y aprobó unos 250 millones de euros para el tramo del Tren de Alta Velocidad (decir AVE pone de los nervios a Magdalena Álvarez) entre Zamora y Lubián. Todos los estudios técnicos y de impacto ambiental están finalizados, aprobados y revisados desde hace dos años. El trazado de este tramo, además, es todo recto y sin complicaciones orográficas dignas de destacar. Pese a ello, el Ministerio de Fomento sigue sin acometer la obra. Ni siquiera dan un plazo para realizarla. Un palo más --en este caso puesto por los propios— en las ruedas del carro electoral del PSdG-PSOE.

Anxo Quintana, en nombre del BNG, se queja de que el Ministerio del Interior se muestra renuente, por no decir adverso, en conceder a la Xunta de Galicia las competencias en materia de Tráfico y de Seguridad Vial que ya tienen –gozarlas sería muchos decir—Euskadi y Cataluña. Legal y técnicamente es posible, como bien sabe el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba. Hay una cuestión presupuestaria por medio, incluso anterior a la tan manoseada desaceleración acelerada de nuestra economía. El Parlamento de Galicia aprobó por unanimidad el solicitar la cesión de esta competencia. Los tres grupos parlamentarios votaron a favor, si bien el PP y el PSdG sin excesivo entusiasmo, como dijeron sus portavoces respectivos. En el entorno de Pérez Touriño preferirían no remover demasiado este asunto. Han hecho números y saben de sobras que, por transferencias económicas que el Estado realice a la Xunta para sufragar este capítulo, habrá que poner dinero y no está el Gobierno gallego como para muchos dispendios más. Aparte de que los agentes gallegos de Tráfico no se forman ni en un día en tres años…

Larga precampaña (como todas)

Hasta diciembre próximo, el PSdG va a organizar trescientos actos por toda la geografía gallega. Estamos en precampaña. Los socialistas gallegos llevan casi tres años de retraso con respeto a sus socios/adversarios del BNG. Desde el 2 de agosto de 2005, nada más formarse el gobierno bipartito, los de Quintana lo tuvieron clarísimo: había que repicar en la oposición, estar en el Gobierno y, de propina, ser omnipresentes en cualquier manifestación cívica, festiva y hasta en las romerías.

La precampaña, como todas, será larga. Van a entrar en escena los populares. Tras la derrota del 9M, la aparición del antirajoyismo (mediático e interno) y la semicatarsis del XVI Congreso celebrado en Valencia el pasado fin de semana, Alberto Núñez Feijóo (de la misma cuerda que Mariano Rajoy) se ha puesto las pilas. En lo que queda de legislatura va hacer oposición sin complejos. Lo tiene fácil. Le basta con decir no a todo.

Ya nadie habla, en la sede socialista, de adelantar las elecciones autonómicas. Tras el éxito de las generales del pasado 9 de marzo, varios dirigentes socialistas se lo plantearon a Pérez Touriño. Incluso hubo alguien que, apurando el calendario, echó cuentas y vio que podían ser antes de este verano. Hubiese sido un golpe de mano que pillara tanto al PP como al BNG con el paso cambiado. Otros, más prudentes propusieron que fueran en octubre de este año. La desaceleración económica fue más rápida. Incluso en el 2009, en estricta clave electoral socialista, conviene dilatar al máximo los plazos, si realmente se quiere repetir, aunque sea pactando con el BNG, en el gobierno de la Xunta de Galicia.
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