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Pan y José Tomás

Pan y José Tomás

Seguramente hay muchas cosas trascendentes de las que se debería hablar. La situación económica, la política, la marcha de Europa, la irrupción internacional de alguien como Obama, yo qué sé. Las posiciones del Vaticano sobre tantas cosas polémicas, el reto de la inmigración, el hambre en el mundo, tantas cosas preocupantes o estimulantes, recortes de periódicos que se acumulan sobre tu mesa de trabajo y que te provocan el comentario. Y, sin embargo yo hoy y aquí, todavía bajo el shock semitraumático de la corrida de toros del domingo en la plaza madrileña de Las Ventas, les propongo hablar de José Tomás.

    Puede que usted pertenezca al grupo de los antitaurinos, de los que piensan que lo que se hace con el noble animal es una sevicia. Y no deja usted de tener razón, por supuesto. Pero yo figuro entre quienes prefieren pensar que estamos hablando de una lucha entre el toro y el torero, entre el hombre y la bestia, con el arte de por medio. Hay muchas cosas interesantes que decir sobre una corrida: es interclasista, democrática (casi), histórica, ancestral, racial…Y entonces llegó José Tomás.


"Hay dos clases de personas: las que suscitan respeto por lo que hacen y las que provocan risas"
    Le he visto torear varias veces. No soy un entendido, pero voy con gusto a los toros, que es donde puede uno fumarse un puro sin sentir remordimientos y sin que su señora de usted le eche a la calle, pontificar sobre lo que debería estar haciendo el diestro allá abajo y hacer unas risas con el tipo que usted tiene al lado, a quien no conoce y a quien seguramente jamás volverá a ver tras haber compartido con él un par de horas que oscilan entre lo tedioso y lo inolvidable. Bueno, pues lo de JT figura en el lado de lo inolvidable. 

JT levanta un coro de silencios

    Hay dos clases de personas: las que suscitan respeto por lo que hacen y las que provocan risas. JT levanta un coro de silencios abrumadores en una plaza ocupada por veinte mil personas, que saben que aquel señor está allí para nada menos que agradar jugándose la vida. Supongo que mi amigo Carlos Abella, biógrafo del torero, o mi también amigo Javier Villán, que ha sacado a las librerías otro volumen dedicado a JT, podrían ilustrar este comentario con su sabiduría técnica; yo solamente puedo decir que, si los gobernantes necesitan pan y circo, en adelante tendremos que hablar, en este país nuestro, de pan y José Tomás. En los círculos que frecuento, en las últimas horas apenas se ha hablado de él, y muy poco del congreso de Rajoy o de las previsiones económicas de Solbes, y mira que nos va mucho a todos en ambos asuntos. Quien estuvo el domingo en Las Ventas (y yo fui uno de los privilegiados), este lunes tuvo mucho de que hablar.

    Por eso traigo hoy aquí a José Tomás: no quisiera morirme, ni que él se muriese, sin haber escrito, al menos, un artículo elogiando a alguien que es un genio en lo suyo. Que será, es historia en este país cainita, despiadado, pero que, cuando te consagra, te consagra para siempre. Va por usted, maestro, hoy en el lecho del dolor.
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