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¡Escándalo en la Corte!

¡Escándalo en la Corte!

En el Ghota español, hay un grupo de mujeres -duquesa de Osuna, de Medina Sidonia, de Alba-, que bién merecerían que su vida fuera llevada al cine. Todas ellas son Grandes de España, tienen una vida apasionante, ricas experiencias, gracias a que no se amedrentaron ante la rigidez de las costumbres que imperaban en esa España que Franco convirtió en ultraconservadora y nacional sindicalista. Una España donde las hembras tenían que limitarse a cumplir con el sagrado deber del matrimonio,  de la maternidad,  donde sólo una minoría se permitió el lujo de saltarse a la torera algunas normas establecidas, no sin pagar un alto precio por ello.

Tal es el caso de Luisa Isabel Alvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia, más conocida como la duquesa roja, por su defensa de las libertades y de los más desfavorecios. Una lucha que le llevó a dar con sus huesos en la carcel y al exilio. Que ha fallecido recientemente, en su Casa Palacio de San Lucar de Barrameda, en donde  vivía entregada a la improba taréa de catalogar y cuidar el legado de sus antepasados, (seis millones de documentos, que se dice bien), hoy convertido en uno de los Archivos más importantes de nuestro país.

Un archivo que he tenido oportunidad de visitar en varias ocasiones, siempre acompañada de Luisa Isabel Alvarez de Toledo y de su inseparable compañera -y ahora su viuda-, Liliana Maria Dalhmna, a quién conoció hace veintitres años en la boda de uno de sus hijos, y con la que finalmente contrajo matrimonio, momentos antes de morir. Una noticia que ha cogido con el pié cambiado a la clase pudiente de este país, pero sobre todo a sus propios hijos, con los que no tenía relación alguna. Tan mal se llevaban que antes de morir dio órdenes para que no les dejaran asistir a su entierro. Voluntad que Liliana se saltó a la torera , porque le parecía duro que los familiares más cercanos no estuvieran en el entierro de su propia madre.

Guardo de la duquesa roja, recuerdos entrañables: atenta, cariñosa, pequeñita como era tenía una fuerza arrolladora, una viveza en la mirada como pocas veces he visto, una voz aguardentosa, unas manos fibrosas, ágiles, y una mente prodigiosa ya que era capaz de albergar en su interior el contenido de cientos y cientos de los documentos  que contiene su archivo familiar, que ella y Liliana habían catalogado con esmero día tras día, año tras año. Documentos valiosisimos que vigilaban con mimo para evitar que  algún avispado visitante metiera la mano donde no debía.

Una de las mayores preocupaciones de la duquesa, según me comentó,  era el futuro de ese gran archivo, que no se desperdigara a su muerte, que siguiera funcionando como hasta ahora, con no demasiados medios pero sí con la ayuda inestimable de  instituciones como la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de San Lucar de Barrameda, y con el dinerito que ella sacaba de alquilar unos apartamentos rurales que había acondicionado y decorado,  y que estaban junto al Palacio Ducal.

Finalmente parece que la duquesa podrá descansar tranquila, gracias a que creó una Fundación, cuyo patronato será el encargado de gestionar su patrimonio de aquí en adelante, eso sí, siempre bajo la atenta mirada de Liliana, su viuda, amiga y compañera del alma, compañera. La unica persona que de verdad la conocía, sabía de sus alegrías, de sus sufrimientos por unas disputas familiares que no tienen fin. Y que se van a agrabar si como parece la duquesa no ha dejado a sus hijos y nietos la parte que les corresponde de la herencia, que nadie les puede ningunear, porque así lo exige la Ley.

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