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Más de ciento cuarenta vidas perdidas en tan sólo un mes

Más de ciento cuarenta vidas perdidas en tan sólo un mes

El verano es sinónimo de vacaciones, descanso, placer.

En un país como el nuestro, muchos son los lugares que pueden ofrecernos un espacio de calma y disfrute.

Por estos días, las rutas se sienten transformadas en “autopistas  urbanas” y como sus primas son involuntarias espectadores de múltiples accidentes.

En mi niñez, vacaciones en la playa, en la sierra o en las montañas, era sinónimo de viaje en tren.

Familias enteras comenzaban sus vacaciones en el mismo momento en que subían al vagón que por varias horas se transformaba en dormitorio, sala de estar o comedor.

Por años el ferrocarril generosamente transportó mercaderías, ganado, personas.

Un día a alguien ante un reclamo gremial  se le ocurrió una idea genial: “Ramal que para, ramal que cierra”, y así fue como muchos pueblos quedaron abandonados a su suerte por él y por muchos otros que lo sucedieron.

Las rutas ocuparon el lugar que las vías dejaron vacío, camiones y micros debieron salir a reemplazar al tren.

El cambio trajo necesidades que fueron cubiertas con premura por empresas que  ven en el “servicio” que brindan el “negocio” que emprenden, y entonces “todo vale” ya que si  bien las leyes escritas establecen límites nadie parece controlar que se cumplan.

Cansancio, desgaste del material, improvisación, horarios estrictos, impericia, entre otras, son las razones que se dan después de un accidente.

En treinta días por estas razones hemos perdido más de ciento cuarenta vidas, cada uno tiene un nombre, una historia, un pasado, pero no tiene futuro ya que lo perdió en una ruta entre hierros retorcidos.

Mucho se habla de responsabilidad al conducir, mucho se dice de la necesidad de un cambio, pero nada se hace y seguimos ganando las estadísticas mundiales como la tercera nación con más accidente mortales, si seguimos esforzándonos como hasta ahora  tal vez lleguemos muy pronto al primer lugar.

Como educadora tengo claro que sólo educando se logra producir cambios profundos en el hombre.

No alcanza con una publicidad televisiva, no alcanza con manifestar espanto frente al hecho consumado, debemos prevenir, gestar en cada una de las personas que se sienta frente a un volante una actitud responsable, solidaria, respetuosa de su vida y de la vida de los otros, y de nos ser así debe caer sobre él el peso de la ley.

Para ello es necesaria una política de estado seria y firme, donde no se contemple la posibilidad de perdonar una multa de tránsito luego de pasado un período de tiempo, la transgresión es una de las causas de accidentes más comunes.

Hace unos días se anunciaba que muy pronto Córdoba y Buenos Aires se unirían por medio del tren bala, el estado y una empresa extranjera se encargarán de ello.

Yo me conformo con ver como las viejas vías del antiguo ferrocarril, son despojadas del pasto que creció en ellas, reacondicionadas y utilizadas para aquello que fueron instaladas.

Sería bueno tal vez revisar aquello que laguna vez fue un servicio público utilizado por muchos de los que hoy viajan en micros, el ferrocarril es un medio de transporte que sólo desechamos los argentinos, ya los países más desarrollados del mundo encuentran en él un vehículo ideal para viajar de un lugar a otro, y que paradójicamente  muchos de nosotros elogiamos luego de disfrutarlo como turistas.

Bajando la cantidad de vehículos que transitan nuestras rutas, estableciendo controles firmes y especialmente educando tal vez perdamos esta carrera con la muerte.
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