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Lecciones de ética

Lecciones de ética

Me gustaría un buen debate, sosegado y sereno, entre Pizarro y Solbes en el que se hablara de programas y promesas electorales, de cómo hacer frente a una difícil situación económica, de medidas para los que tienen menos y de ideas para hacer crecer la competitividad, el empleo, la riqueza para todos.

Daría algo por escuchar un mitin –cada vez que habla un político es un  mitin, independientemente del lugar en el que hable y del público que le escuche- en el que las ideas predominaran sobre las descalificaciones, las propuestas sobre los insultos, la esperanza sobre la división.

Desearía que fuera posible un debate electoral entre Zapatero, Rajoy y otros líderes en el que las ideas y el respeto fueran tan importantes como los programas. En el que se hablara de posibles pactos y de programas de encuentro para hacer política de Estado.

Querría que los políticos dejaran de dar lecciones de ética a destajo y se miraran un poco más hacia dentro, hacia ellos mismos y sus partidos, donde, casi hay  democracia interna y los “aparatos” deciden, tachan y ponen, sin más criterio que la obediencia exigida.

No me parece congruente que se declaren “de alto riesgo” partidos de fútbol, que el Comité de Disciplina Deportiva sancione a algunos dirigentes por incitar a la violencia y que los “ultras” de algunos equipos sean llevados al campo bajo vigilancia policial y que algunos políticos, más radicales que los “ultras” futbolísticos y más impresentables que algún presidente, se expresen como lo hacen en vísperas de unas elecciones que buscan formar el “Gobierno de España”. ¿Qué examen pasan los políticos para garantizar a los ciudadanos que van a representarnos responsablemente?

La política es una de las actividades más nobles que puede realizar un ciudadano en beneficio de todos. Pero si la mediocridad se instala en la política, acampa en las instituciones y dificulta el papel de la sociedad civil –o ésta se acomoda- se convierte en una caricatura. Tal vez por eso, en lugar de animar a los profesionales, a los empresarios, a los emprendedores a que se dediquen a la política, cuando alguno da el paso, se le rechaza. No es “uno de ellos” y algunos de ellos no quieren entre ellos a nadie que no viva de la política o que no dependa de ella para vivir. Son muy peligrosos y es una mala compañía.
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