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¡Felisa, me muero!

¡Felisa, me muero!

Repasemos el viejo chiste de la pareja de ancianos que hablan por la noche, cuando el viejito grita: “¡Feliz año nuevo!” y su mujer contesta: “Viejo loco, si no es Año Nuevo”. Entonces el marido se pone los dientes para repetir: “¡Felisa, me muero!”. Es que, nuevamente, estamos sin nada que festejar, muriéndonos de rabia en lugar de intentar enmendar nuestros conflictos con base en los deseos que repartimos durante la transición 2007-2008.

No acabamos de salir del ch’aki de Año Nuevo, que en Sucre se expresaba, de la peor manera, el repudio a la presencia de la Ministra de Justicia. Cámaras registraron los bloqueos humanos. Vimos amenazas teñidas de intolerancia en los carteles que portaban los manifestantes, cuando no un vehículo quemado con otra trágica advertencia. En otro punto del país, el Vicepresidente era también maltratado y amenazado por grupos que seguramente tienen que ver con las piedras lanzadas al vehículo de Evo Morales en un pasado no lejano. Por lo visto, cambiamos de año para reestrenar idénticas prácticas de agresión.

Pese a demandas de la población de dialogar y reflexionar sobre lo que separa y nos pudre por dentro, no se han establecido escenarios que inviten a debatir, en lugar de gastar millonadas en la puritita consigna, en el eslogan hueco. Medios y actores políticos se han estancado en un seco “sí” o “no” por la Constitución aprobada, dejando de lado la discusión seria sobre los contenidos. En lugar de agotarnos en propagandas por el “sí” o el “no”, cuando gran parte de los bolivianos no conocemos el detalle del texto en cuestión, podríamos ir al intercambio sobre los puntos polémicos convenciendo o dejándonos convencer cuando no tenemos el físico para defender lo insostenible. Lo mismo con el estatuto sobre la autonomía cruceña, que aún tiene largo trecho para pisar legalidad. El deber nuestro es leer y basarnos en el documento y no en frases hechas para descalificar u, otra vez, dejarse convencer. Ideas amputadas de reflexión como “es un plagio” no nos llevan lejos en las posibilidades de acercamiento, de intercambio y acuerdos.

Hay más. Están también los dispositivos de información (póngale el “des” por delante) que días antes del encuentro de representantes del Gobierno con prefectos sobre agenda polémica, habían enterrado las esperanzas refiriéndose a un diálogo ya muerto. Queda esperar que estos encuentros tengan más seriedad que los medios y prosperen con base en progresivos avances. Pero si volvemos a los extremos, hay que escuchar al fundador de la Unión Juvenil Cruceñista (ni tan joven él, claro) llamando públicamente a armarse con piedras, hondas, machetes, balas, “para defender la libertad”. Ni al presentador se le ocurre el mínimo comentario, ni se llama a ningún opinador, ni se disponen medidas punitivas a este delito, que también es una acción políticamente errada, sin dejar de ser una estupidez a secas.

¿Qué nos queda frente a este escenario sino recuperar la esperanza? Estrenar con el 2008 la misma voluntad de alcanzar nuestro ideal de sociedad. Un ideal de país defendido como los ocho líderes del MIR defendieron sus principios. Los que murieron por sus ideas. Mañana, 15 de enero, los volveremos a recordar. Mañana 15 volverán.

* Comunicadora

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Extractado de La Prensa Ed. 14/01/2007

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