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OPINIÓN/Víctor Gijón

Exceso de crítica, mala política

Exceso de crítica, mala política

En política la crítica en exceso se vuelve en contra de quien la hace. Incluso cuando las cosas no van bien lo último que desea el ciudadano es que se lo restrieguen por el morro un día sí y otro también. Compensar la critica con ofertas en positivo es lo que diferencia a una oposición con futuro de la que carece de él por su propia incapacidad.
El PP, en Cantabria y en España, ha convertido la tarea de oposición en un búsqueda permanente del superlativo catastrofista. Pero, para su desdicha electoral, ninguna de sus apocalípticas predicciones se han cumplido.

Hay actitudes de libro. Cuando a un partido le importa más el debate de las banderas que la aplicación de la Ley de Dependencia, es que alguien está en el mundo al revés. Pues bien, los alcaldes del PP, siguiendo las férreas instrucciones de la dirección nacional, llevaban este fin de semana a la Asamblea General de la Federación de Municipios y Provincias el asunto de la bandera y la obligatoriedad de colocarla en los ayuntamientos. Es un debate electoralista y envenenado, pero sobre todo es algo, el debate de bandera si o bandera no, que está a la cola en el ranking de cuestiones de interés para la ciudadanía.

Sorprende, por ejemplo, que a los populares no les preocupe que sus comunidades autónomas, plenamente competentes en el tema, estén las últimas en la aplicación de la Ley de Dependencia. Habrá que suponer que consideran más ‘social’ mandar a la guardia civil a poner la bandera en los balcones de los consistorios rebeldes, que facilitar que las familias con personas dependientes a su cargo puedan aliviar, sino el dolor, sino al menos las consecuencias económicas y personas que de ello se derivan. Un dato objetivo: Cantabria está a la cabeza de las comunidades autónomas en aplicar la ley; Madrid a la cola. De eso el PP cántabro no dice ni pío.

Pero si tenemos en cuenta intervenciones en foros y conferencias de Prensa frecuentes al PP le importa más poner letra al himno nacional que el aumento de las pensiones. Lo mismo podría decirse también de los populares cuando se empeñan en seguir investigando cuál fue la mano que movió los hilos del 11-M --si se leyesen la sentencia del juez Bermúdez se enterarían y de paso se ahorrarían muchos sofocos--, y no valoran la creación de más de dos millones de puestos de trabajo, la mitad para mujeres. Pero, no hay duda, y es de justicia reflejarlo, que si el PP gana las próximas elecciones las pensiones, el empleo y la atención a las personas con minusvalías no merecerá su atención, aunque sí estoy seguro de que la Marcha Real, nuestro himno nacional, tendrá letra y que habrá manifestaciones rojigualdas ante los ayuntamientos que no coloquen la bandera española en lugar destacado de su balcón principal.

Ironías aparte, la contradictoria oposición del PP se puso de manifiesto esta semana en el Ayuntamiento de Santander. Tal que hoy sale el equipo de Gobierno poniendo en valor las importantes obras que el Gobierno de la Nación tienen en marcha o a punto de iniciar en la capital de Cantabria --ronda de la bahía, distribuidor de la Marga, reordenación del Puerto, recuperación del espacio ferroviario, carril nuevo en la autovía a Torrelavega…--, pero 24 horas después se arrepiente y pone en solfa las partidas destinadas por el Estado a Cantabria en los últimos presupuestos generales. Allá ellos con sus especulaciones y cambios de opinión, pero ahí están las evidencias para quien quiera verlas.

Al PP hoy todo lo que hace el Gobierno de la Nación y el de Cantabria le parece poco, incluso cuando dobla lo hecho por su partido mientras gobernaba en Cantabria y en España. Escuchando a sus líderes regionales tal parece que nunca jamás tuvieron responsabilidades de Gobierno en esta tierra; que nunca hubo ocasión de demostrar con hechos lo que ahora plantean con palabras. Han pasado la goma de borrar por la historia reciente, tarea en la que están siendo ayudados por su diario de cabecera, especialista en poner nombres y apellidos cuando critica a los gobernantes de ahora, pero que utiliza genéricos como “el poder” o “los que gobernaban entonces” cuando no tiene más remedio que referirse de forma crítica al pasado.

La sensación de soledad del PP en la oposición debe ser tal, a pesar del apoyo mediático que nunca le falta, que no le importa formar pandilla con cualquiera. Su propuesta para hacer una especie de Parlamento paralelo reivindicativo con sindicatos y empresarios y organizaciones de todo tipo al objeto de reclamar un acelerón del TAV, sólo ha obtenido una respuesta favorable por parte del secretario general de CC OO, Javier Puente. A este sindicato se le nota últimamente demasiado que se ha quedado sin referente político.

Durante los primeros años de la transición democrática CC OO se miró en el PCE y luego e IU, pasando más tarde a tener una relación preferente con el PSOE, cuando UGT buscó la distancia con el partido hermano. Pero ese distanciamiento es ya historia y CC OO se encuentra en tierra de nadie. Hacer caso a los cantos de sirena del PP puede ser coyunturalmente aceptable, pero infumable desde un punto de vista ideológico.

El PP pretende crear unir a los ciudadanos de a pie --en el ayuntamiento de Santander el asambleismo auspiciado por el alcalde De la Serna, en detrimento de la Corporación elegida democráticamente, terminará creando problemas y si no tiempo al tiempo-- para reivindicar que se adelante el Tren de Ata Velocidad. Pero éste ya está en marcha. El 22 de diciembre próximo el TAV comenzará a funcionar entre Madrid y Valladolid, lo cual supondrá reducir en 90 minutos el tiempo que tarde actualmente un cántabro en ir de Santander a la capital de España. Cuando concluyan las obra del TAV Valladolid-Palencia y Palencia-Alar, en el 2010, nuestra Comunidad Autónoma estará a 3 horas y media de Madrid.

Aprobar inversiones que no se pueden hacer por falta de tiempo fue la táctica del PP cuando dirigía el ministro de Fomento. Desde el punto de vista técnico resulta complicado, cuando no imposible, adelantar determinados plazos, aunque si es bueno estar vigilantes para que no se produzcan retrasos sobre lo previsto. Sobre el papel se pueden fijar tiempos de realización que en la vida real son imposibles. El viaducto de Montabliz, de la autovía a la Meseta, es un claro ejemplo. E igual que con el AVE a Barcelona una cosa es lo que Álvarez Cascos y el Gobierno del PP prometieron en su día y otra muy distinta la realidad. Por ello resulta patético el intento del PP por exigir lo imposible, mientras aseguran que ellos son los únicos realistas. Y eso que nunca estuvieron, ni mental ni físicamente, en el mayo del 68.

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