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Córdoba o la cultura del todo vale

Córdoba o la cultura del todo vale

El Superior Tribunal de Justicia de Córdoba acaba de rechazar el pedido para recontar los votos emitidos en la elección del pasado 2 de septiembre –uno a uno- que solicitó el candidato a gobernador Luis Juez.¿Para qué existe un Superior Tribunal de Justicia sino para que se haga Justicia? ¿Está prohibido contar los votos con la fiscalización de representantes de todos los candidatos? ¿O, simplemente, no está previsto por la ley? ¿Para qué sirven los jueces sino para interpretar la ley y llegar al fondo de la verdad?

 Porque si bien la justicia tiene la obligación de trabajar en forma independiente no puede ignorar la realidad. Esta realidad dice que el escrutinio realizado en la tarde y la noche del día de las elecciones en Córdoba hubo suficientes irregularidades como para instalar una certera duda en la sociedad acerca de la transparencia del proceso (en esta edición Francisco Delich – La Gran Cuauthémoc).

Los candidatos presidenciales están pidiendo protección judicial para los comicios presidenciales del próximo 28 de octubre pero la idea no es sólo una cuestión de principios sino, también, de oportunidad e intereses. El argumento dice: “estoy alarmado porque me pueden robar, a mí, la elección”. ¿Por qué entonces no hacen algo más que indignarse y viajan todos juntos a Córdoba para hablar con los miembros del Tribunal Superior de Justicia? ¿Alguien quiere imaginar ese cuadro o esa es una imagen prohibida para la formalidad de nuestra corporación política?

 La realidad dice que en Córdoba no se organizan las campañas políticas nacionales; ni están los diarios, la televisión o las radios más importantes; ni los anunciantes publicitarios de esos medios; ni el centro de decisión de las empresas o los sindicatos de mayor relevancia.

Por Córdoba no pasa el centro del poder. ¿Por qué tendrían que pasar los principios y las conductas?

Luis Juez es un político y haría mal en presentarse como una víctima. Lo que pasó es parte de las reglas de un juego en el cual él participa. Pero en su defensa existe el argumento de que la corporación política no lo defiende porque no tiene el poder de fuego de una gran fuerza política nacional. No es parte del peronismo ni del radicalismo, ni del kirchnerismo, ni de ningún “ismo”. Es solo un exitoso Intendente de la ciudad de Córdoba y, de tan exitoso, como Binner en su momento en Rosario, propuso un candidato para sucederlo en la Intendencia – Daniel Giacomino- que barrió en las elecciones comunales por el 42% de los votos.

 En realidad el problema no es Luis Juez, el problema es la entusiasta difusión típica de la cultura de los argentinos del “nada importa, todo vale”. La difusión epidémica de esta cultura existe cuando un verdulero, un taxista o un albañil piensan: “¿por qué no voy a robar yo, si estos se roban una provincia?”.

 El proceso al que vamos a asistir en los próximos días se llama “la minimización de Juez”. Porque es un personaje pintoresco, porque –como todos los cordobeses- cuenta cuentos y vive hablando en un idioma de frases ingeniosas y chispeantes. La imagen que se está vendiendo de él es que no es serio. Quieren adosarle falta de madurez y responsabilidad porque no demuestra esa grave y aburrida solemnidad que afecta a gran parte de los dirigentes políticos a los que mayoría de los argentinos no les creen una palabra.

 ¿Por qué nadie les cree?

Porque no están bendecidos por la gracia de poder hablar de las cosas simples de las que habla la gente que camina por la calle.

Este año electoral ha demostrado, entre otras cosas, que la ciudadanía argentina está dispuesta a seguir y votar a aquellos que no siguen los pasos de la corporación política tradicional. Desde el rechazo a Rovira en Misiones a la elección de Binner en Santa Fe –interrumpiendo 23 años seguidos de gobiernos peronistas- pasando por los triunfos de Macri y Ríos al frente de dos partidos con menos de una década de vida.

 Si la idea es que vamos a seguir intentando con el sistema democrático –elecciones periódicas y demás- estaría bueno fijarse en qué está pensando la gente cada vez que la convocan a votar.

Aquellos políticos –del gobierno y la oposición- que intenten trabajar por fuera de “la rosca política” deberían recordar que el sistema democrático permanecerá en el tiempo, y que ellos serán actores principales, sólo si son capaces de defender ese sistema con pasión, siempre y en cualquier parte.
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