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Fernando Jáuregui

Cuestión de banderas

Cuestión de banderas

 

Cuestión de banderas

Fernando Jáuregui

11-10-2007 Han criticado algunos el vídeo -esta va a ser la videocampaña electoral- de Mariano Rajoy ensalzando a la bandera. “Se cree el Rey”, decía un periódico de reciente aparición, a toda página en la portada. No creo que lanzar mensajes de adhesión a la bandera, que ni representa un simple trozo de tela, como quieren los cínicos, ni debe jamás ser minimizada, equivalga a ocupar el papel del jefe del Estado. El Rey no es el único que puede salir en defensa de la bandera, por más que lo de Rajoy, en este caso concreto, pueda incidir en una cierta mercadotecnia política: las formas pueden haber estado algo forzadas, pero creo que la iniciativa política es razonable.

Porque pienso que hay que reivindicar el uso de la bandera, que no está, temo, muy de moda. Los países fuertes, importantes, son los que reverencian su bandera y su himno -temo, por cierto, la llegada de la letra que nos preparan para acompañar a la marcha real-, su Historia, sus costumbres y, por supuesto, su día de la fiesta nacional. Y esto que digo ni es un planteamiento obsequioso con nadie, creo, ni debe ser confundido como tal. Cierto que nos obligaron durante demasiados años a acatar símbolos que no deberían significar el sojuzgamiento y la opresión, sino la libertad. Pero aquello ocurrió hace ya mucho tiempo, y ahora estamos a punto de conmemorar los treinta años de la Constitución democrática.

Algo hemos hecho mal para que la bandera roja y gualda siga estando identificada con el franquismo, que es época que ya ni siquiera los viejos del lugar recordamos, ni falta que nos hace. Ya sólo se ocupan de estas cosas quienes escribimos libros sobre el pasado y quienes impulsan, desde el Parlamento, un proyecto de ley de Memoria Histórica que puede ser interesante -no digo yo que no-, pero que no debe convertirse en lo primordial en la política de nuestro país.

Digo que algo hemos mal porque, empeñados en dar la vuelta a un país que necesitaba democratizarse rápidamente, hemos (han) olvidado inculcar a los ciudadanos el amor por su idioma, que es uno de los más importantes del mundo; por sus tradiciones y costumbres y por su Historia, que incluye la bandera, la colonización de los países hermanos latinoamericanos (o iberoamericanos; no me parece que esta sea una cuestión para la pelea semántica), el himno y, probablemente, también a la Corona.

To
do puede debatirse, cambiarse y derogarse. Pero con la calma y la razón que deben acompañar a toda modificación sustancial de estructuras. La moda de tirar la piedra más lejos que nadie, que parece animar el discurso improvisado de tantos de nuestros políticos periféricos ( y no tan periféricos) puede resultar simplemente suicida, como tantas modas pasajeras e irresponsables.

 

 

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