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Más vale pájaro en mano que ciento volando

Joan Manuel Serrat y Joaquín Martínez Sabina comparten bastante más que las
iniciales, y andan demostrándolo en una gira –Dos pájaros de un tiro- con la que recorren España desde finales del mes de junio. El concierto número catorce tuvo lugar en Elche el pasado domingo veintinueve de julio a las diez y media de la noche. En Madrd habrá que esperar para verles al 18, 19 y 20 de septiembre.

Puntuales y sonrientes aparecieron ambos, que empezaron fusionando "Ocupen
su localidad" y "Hoy puede ser un gran día" en una mezcla que quedó perfecta
musicalmente hablando y que dio a la noche un comienzo optimista y algo
rockero. Pero en seguida se nos pusieron cursis. Serrat dio un toque
personalísimo a "Y sin embargo" y "A la orilla de la chimenea",  y Sabina acertó cantando "Poema de amor", del catalán, y una emotiva "Peces de ciudad", de su repertorio.

Con "Pacto entre caballeros" Sabina devolvió la marcha al espectáculo, que llegó a
su auge cuando ambos (¿ambos?, el estadio entero) recitaron a Machado en
"Cantares". Y terminaron, tras dos bises, cantando a dúo "Para la libertad". Además, "Contigo" la cantaron los dos, Serrat en castellano y Sabina en catalán, lo que fue acogido con muchísimo entusiasmo y, para qué negarlo, quedaba muy gracioso.

En esta ocasión uno más uno sí fue dos…dos, o varios, porque ambos artistas
estaban estupendamente acompañados: Serrat traía a Víctor Merlo al bajo y al contrabajo y a su inseparable Ricard Miralles al piano. Sabina venía acompañado de Pancho Varona, al bajo y a los coros, José Antonio Romero a la guitarra, Pedro Barceló a la batería y el gran Antonio García de Diego a los teclados, guitarras y coros. Dos coristas y tres vientos completaban el grupo, en el que se respiraba un ambiente estupendo.

Por su parte, Serrat y Sabina no pararon de discutir, de hacer bromas, e incluso de cambiar la letra de alguna canción para insultarse, siempre con amor y cariño, siempre poniéndose sentimentales después. Y es que se hacía evidente que los dos estaban encantados de cantar con el otro. Cierto es que las cuerdas vocales de Sabina –que no él- se vieron eclipsadas por las de Serrat –que no por él-, que cantó de maravilla. El propio Sabina bromeaba (“ya ven que para ser artista no hay que cantar bien”). Pero el jienense y su voz de nicotina son tan queridos como el catalán, y los aplausos estuvieron repartidos (o compartidos) al cincuenta por ciento.

Tras dos horas y media de concierto Sabina y Serrat se despidieron demostrando lo que es la compenetración y dejando al público no con la sensación de haber matado dos pájaros de un tiro, sino de haber cogido ciento volando.
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