No hace falta ser demasiado mayor ni tener excesiva memoria para recordar las barbaridades que todavía hace unos pocos años de cometían en muchos pueblos españoles, a menudo coincidiendo con las fiestas patronales. Los mozos de muchos pueblos se resistieron a la costumbre tradicional, bien que bárbara, de cortar el cuello a los gallos de corral. Costó Dios, ayuda y el escándalo internacional que dejara de arrojarse como cada año, desde la torre del campanario, la cabra del sacrificio... Ahora que han terminado los sanfermines, y que otras varias localidades española se disponen a hacer sus correspondientes encierros de vaquillas y toros por las calles, cabrá recordar el mal gesto generalizado que suscitó la idea de que será preciso empezar a celebrar los festejos taurinos sin derramamiento visible de sangre en las plazas.
De entrada "el personal" no está por la labor, y a menudo las metas que parecen más razonables y "sencillas" tropiezan hasta con un terminado concepto de la historia patria... O de ese modo se invoca. Por fortuna, los sanfermines de este año "sólo" han dejado tras de sí media docena de hospitalizados y una docena de escena de alto riesgo. ¿Ha valido la pena el riesgo y la dedicación de la Seguridad Social, frente a los millonarios ingresos por turismo y consumo de bebidas alcohólicas sin control? Para muchos ciudadanos no cabe siquiera plantarlo que sí, que un año más, valió la pena, y que los sanfermines mejor es que ni siquiera merezcan la menor atención de los políticos, no vayan a convertirse en platos para la degustación del personal... Obviamente, no está madura la cuestión, ni mucho menos. El carné por puntos deberá bajar la cuota de víctimas mortales. Pero el gasto de la seguridad social "va sobrado" y puede seguir permitiéndose cualquier disparate anual.
Si (
No(
