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OPINIÓN/Víctor Gijón

No basta con hacer las cosas bien

No basta con hacer las cosas bien

En la actividad política hacer las cosas bien es condición necesaria pero no suficiente. Es preciso que los ciudadanos lo perciban antes de acudir a las urnas. Pero no nos perdamos en cuestiones teóricas y vayamos a lo concreto.
En Cantabria, lo tengo escrito, las consejerías del área socialista han funcionado tan bien o mejor que las gobernadas desde el campo regionalista. Sin embargo, la valoración por los ciudadanos de la actuación de unas y otras ha sido radicalmente diferente.

En la presente semana quedará configurado el nuevo Gobierno de Cantabria. Entre el lunes y martes se conocerán los nombres de quienes tendrán la responsabilidad de llevar a la practica el programa de acción pactado entre regionalistas y socialistas para los próximos cuatro años. Y el jueves tomaran posesión los nuevos consejeros, poniendo fin a quinielas, especulaciones y filtraciones interesadas.

En principio la tarea de elección de las personas adecuadas para gestionar las competencias de nuestra autonomía, bajo la dirección bicéfala acordada de Miguel Ángel Revilla, como presidente, y Lola Gorostiaga, en calidad de vicepresidenta, no parece complicada en el ámbito regionalista y sí bastante problemática en las responsabilidades de Gobierno asumidas por el PSOE.

Revilla ha explicado de forma meridianamente clara cuál es su análisis a la hora de tomar la decisión de nombrar consejeros: si lo han hecho bien para que cambiarlos. Dando por sentado que, tanto los ciudadanos con su votos como el propio presidente con su comentario, ha quedado reconocida la competencia de los consejeros regionalistas, no es fácil pronosticar que seguirán todos. Con los mismas o parecidas competencias.

Se queda Vicente Mediavilla como consejero de Presidencia, aunque está por ver si mantiene las competencias de Ordenación del Territorio, con el añadido de la Evaluación de Impacto Medio Ambiental. Si no es así, será Justicia la otra gran pata de esta consejería. Continúa José María Mazón en Obras Públicas y Vivienda, con la posibilidad de recuperar Ordenación del Territorio, competencia que ya residió en dicho departamento cuando Revilla era vicepresidente del Gobierno, en las legislaturas 1995-1999 y 1999-2003.

Se mantiene en Ganadería y Agricultura Jesús Oria, consejería que incluirá de forma relevante la competencia, asumida en la pasada legislatura, de Conservación de la Naturaleza y gestión de Espacios Naturales.

Francisco Javier López Marcano tenía en mente volver a una antigua ordenación de competencias que pasaba porque Turismo estuviera asociados a Industria, Transportes y Comunicaciones. Esta fue la denominación de uno de los departamento del Gobierno cántabro entre 1983 y 1999. No era mala idea, pero la decisión, en el marco del pacto PRC-PSOE, de no modificar el reparto competencial de hace cuatro años, dejó para mejor ocasión la reforma. López Marcano repite, por tanto, en Cultura, Turismo y Deportes, aunque cociéndole seguro que ya está ideando planes para que la nueva etapa no se contemple como mera continuidad de la anterior.

Pues bien, si el criterio de Revilla --no cambiar lo que funciona bien-- se aplicará también a los consejeros y consejeras del PSOE, Gorostiaga debería nombrar de nuevo a las mismas personas que ha ocupado el cargo durante los últimos cuatro años. Puedo estar equivocado, pero creo que una vez tomada distancia sobre esa gestión, habrá que convenir que las cosas se ha hecho bastante bien. El problema es que la percepción de los ciudadanos, y que de alguna forma se ha visto reflejada en el resultado electoral del 27-M, no es precisamente positiva.

Esta situación plantea a la vicepresidenta y líder del PSOE un difícil dilema: prescindir de colaboradores capaces, pero que la opinión pública considera quemados, o mantenerlos y arrostrar, sobre todo cuando faltan ocho meses para las elecciones generales y la imagen electoral del PSOE necesita un impulso importante, el previsible aluvión de críticas internas y externas que ello provocaría.

Pongamos dos casos claros de buena gestión con consejeros ‘quemados’, como son Charo Quintana en Sanidad y Miguel Ángel Pesquera en Industria. El caso de José Ortega es algo diferente pues después de una primera mitad de legislatura horribilis, logró remontar en los dos últimos años, aunque creo que le ha faltado tiempo para que se le reconozca la calidad del trabajo realizado. Si exclusivamente se valora la gestión realizada ni Quintana, ni Pesquera ni Ortega tendrían que dejar el Gobierno.

No les aburriré con un inventario de acciones de gobierno de los tres consejeros citados, pero situemos frente a frente, para que se entienda mejor, una sola de sus actuaciones y la critica dominante y digan ustedes quien sale ganando: si el consejero/a o sus detractores. En Industria, con Pesquera de consejero, hay en estos momentos diez millones de metros cuadrados de suelo industrial en fase inmediata de utilización que no existían hace cuatro años. Sin embargo, los ciudadanos le perciben como un consejero excesivamente viajero, distante y que no da explicaciones sobre lo que hace o cómo lo hace.

En Sanidad hay hoy, gracias a la gestión de Quintana, 2.000 profesionales más en Atención Primaria, que es la base sobre la que se sustenta toda mejora de la sanidad publica. Y, en cambio, se la señala como causante de una huelga de médicos de la que los únicos responsables son un sindicato politizado que defiende los intereses de la Sanidad Privada.

En Medio Ambiente nadie puede negar la importancia de la Autovía del Agua, propuesta del consejero Ortega, pero lo que queda son los escándalos en la Empresa de Residuos, hoy MARE, de los que hay responsables con nombre y apellido, pero que ha enturbiado la gestión de Ortega. Un consejero que, por primera vez, logró que dicha empresa no viviera de las transferencias millonarias de fondos del Gobierno y que dejara de ser el instrumento para pagar favores políticos.

No hay especiales críticas, sino todo lo contrario, a la gestión de Ángel Agudo en Economía y Hacienda, ni a la de Rosa Eva Díaz Tezanos en Educación. Por ello tampoco existente especulaciones periodísticas que les sitúen fuera del Gobierno. Seguirán, y por tanto quedan fuera de este análisis.

A estas alturas del artículo ustedes se preguntarán qué razón puede existir para que Pesquera, Quintana y Ortega salgan del Gobierno, si es que finalmente ese hecho se produce. La razón fundamental es la enunciada en el primer párrafo de este comentario. Hacerlo bien, que creo que así ha sido la gestión de los tres consejeros, no basta. Es preciso que los ciudadanos lo valoren positivamente.

Pongamos un ejemplo nacional para no herir susceptibilidades locales. No parece razonable que se cese a la ministra que acaba de ver aprobada una nueva ley del Suelo que posibilitará que se construyan en este país miles de viviendas sociales. Y es que todo apunta a que la decisión del presidente Zapatero no tiene nada que ver con como lo ha hecho (bien) María Antonia Trujillo, sino con la percepción (mala) que tenían los ciudadanos de sus gestión. Su sustituta, Carme Chacón, que presumiblemente hará la misma política, tiene, en cambio, a su favor credibilidad y mejor imagen.

Gorostiaga y el PSC-PSOE necesitan dar un impulso a sus áreas de gestión en el Gobierno de Cantabria. Para ello han trazado dos líneas de trabajo: buscar un nuevo organigrama, un reparto de competencias que visualice cuáles son las prioridades, para lo que se está teniendo en cuenta las demandas ciudadanas más sentidas: Empleo, Bienestar Social…, y encontrar las personas adecuadas que las hagan creíbles.

El proyecto socialista para este legislatura no será nuevo y si continuista, porque, insisto, estoy convencido de que se han puesto bases importantes, quizás no suficientemente explicadas y, evidentemente, poco entendidas, que ahora toca desarrollar. En esa dirección no parecería muy consecuente que, cambiando a los consejeros aún reconociendo su buen trabajo pero atendiendo a cuestiones de imagen, se les sustituya por miembros de su equipo, cuya responsabilidad en el ‘fracaso’ no puede ser disociada de la valoración global que se haga del papel jugado por el ‘primer espada’.

Es evidente, como me confesaba hace unos meses un alto cargo del PSOE, que no se puede vender lo que no se hace. Pero no es menos cierto que lo que se hace y no se vende crece de valor. Es por eso que las políticas de comunicación tienen la importancia que tienen. No para crear mundos artificiales, sino para que la realidad, lo hecho, se perciba más allá de la autocomplacencia de quienes hacen (bien) su trabajo.

La política de comunicación del Gobierno regional en los cuatro años pasados no ha existido como tal y menos aún en las áreas ejecutivas socialistas. Que el presidente sea un comunicador ‘per se’ no quiere decir que haya existido panificación, determinación de objetivos, implementación de medios y seguimiento y análisis de lo realizado.

Revilla no necesita de planes de comunicación para que se le valore, pero el Gobierno en su conjunto sí. Y en el caso de las áreas de competencia socialista no es que sea una necesidad, sino que resulta vital e imprescindible para recuperar el espacio electoral perdido el 27-M. Y mirando a las eleccioens legislativas de marzo del año que viene, es, además, un asunto de máxima urgencia.
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