Ni había armas de destrucción masiva en Irak ni parece que los terroristas de ETA tengan nada que ver con la masacre del 11 de marzo en Madrid. Tres años después de aquella fecha infame, sólo permanecen impasibles los muertos. Porque algunos ‘vivos’ agudizan su ingenio para intentar derribar gobiernos de forma conspiratoria, imitando aquel modelo que a algunos -en los que se incluyen conspiradores de salón- les salió bien en el convulso periodo político de 1993 a 1996. Aquellos conspiradorcillos han traído hoy estos lodos.
No había terroristas de Al Qaeda en la Irak del tirano Saddam ni parece que las mochilas-bolsas-bomba que estallaron en los trenes de cercanías madrileños se montaran en la calle de Ferraz, número 68. Tampoco parece que haya tenido nada que ver la ‘Orquesta Mondragón’ con aquella orgía de sangre, como ese moderno ‘Ciudadano Kane’ [William Randolph Hearst], pero a lo pobre, nos quiso hacer creer a todos los españoles. Pero al igual que entonces funcionaron las armas de desinformación-intoxicación-deformación masivas, ahora llevamos tres años calentando motores y mentes para, o bien vender más ejemplares (de periódicos o de libros, que ricos tienen que hacerse todos), o bien conseguir un estado social de desequilibrio permanente, buscando futuras prebendas si ganan ‘los que tienen que ganar’ en las elecciones.
Tres años después, a los muertos del 11-M, y a sus víctimas aún vivas pero convulsas, sólo les queda un monumento en Atocha y mucha infamia que se ha vertido en prensa, curiosa y supuestamente para hacer justicia con sus ‘verdaderos’ verdugos y dejar libres a los pobres ‘moritos’ que no serían menos víctimas que aquellos a los que supuestamente han asesinado.
Claro que hay puntos oscuros en todo este caso, y claro también que jamás sabremos toda la verdad de esa infamia que se perpetró el 11 de marzo en Madrid. Pero, si probablemente nunca se sabrá toda la verdad del 11-S de Nueva York, las teorías conspiratorias en el caso español se están disolviendo como un azucarillo en agua.
Hay puntos oscuros, es verdad, pero también hay certezas que cada vez están quedando más claras en el juicio que se sigue por la matanza: el Gobierno de Aznar mintió… y sus conspiradores de salón llevan tres años mintiéndonos con tal desparpajo que más que vergüenza sólo produce lástima por ellos para gran parte de la población. Sólo queda patente una realidad más: que desde hacía años los servicios de información venían advirtiendo, ante el escepticismo de muchos, de la formidable presencia de Al Qaeda en territorio español y del riesgo de un ataque terrorista. Y un epílogo lastimoso: que con esas bases se gestó y desarrolló el grupo de terroristas que protagonizó 11-M, una criatura que se transformó en monstruo ante la pasividad de la policía y la indiferencia e incredulidad del Gobierno y de la clase política.
Hoy ya sabemos que el ácido bórico sólo mata cucarachas y que la semilla de la yihad se plantó hace más de una década por todo el país. Y también sabemos que la amenaza continúa.
Pero hoy aún suenan, resuenan en los oídos de muchos aquellas palabras de Pilar Manjón ante la Comisión de Investigación del 11-M en el Congreso de los Diputados. Y aún resuenan porque han adquirido, fuera ya del templo parlamentario, más fuerza y razón que nunca:
“Mal que les pese a algunos de ustedes, a ustedes que preferirían seguir utilizando a las víctimas como arma arrojadiza e inmoral argumento para el desprestigio ajeno, hoy hablamos en nombre de personas de carne y hueso, de los seres que están en nuestro corazón y cuyas figuras manipulan como recurso para medallas o para fotos de ocasión".
“Pero aquí estamos y esta es nuestra voz. Hoy no somos el testigo mudo para la descarga de los flashes. Hoy hablamos, Señorías. Hoy hablamos las cosas largamente meditadas, largamente discutidas en reuniones, en foros, entre cafés, en la calle, por teléfono. Han sido meses de apoyarnos mutuamente, de pensar e intentar entender. Meses de no ser escuchados. Hoy, Señorías, durante unos minutos, sorprendentemente la palabra es nuestra”.
Si (
No(
