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Tim Robbins y un señor de derechas llamado Alberto

Estamos en año electoral y en tiempos de esta naturaleza, vale todo. La política se cuela en todas las partes y algunos sectores que parecían dormidos, aletargados, despiertan para acomodarse al sol que más calienta. Ya se sabe lo de los lunes al sol, y el resto de la semana, a vivir de la subvención.

Salen del camerino aquellos actores contra la guerra de los que no se tenían noticias, aunque se han producido desde entonces muchos acontecimientos graves en España que hubieran justificado su presencia. Sale un gran actor argentino, políticamente significado, Federico Luppi, que se atreve a pedir un “cordón sanitario” contra la derecha, y rápidamente el coro de Subvencionados Sin Fronteras, le jalea y aplaude.

Pero de fuera vendrán que aquí te criticarán, y aparece el lunes el actor norteamericano Tim Robbins para participar en el Festival Internacional de Cine Solidario de Madrid, y aprovecha para que se hable de él y de su película, arremetiendo contra el alcalde Gallardón, entrando en cuestiones de política interna de la que no tiene ni remota idea. Se metió con don Alberto, por no acudir a la manifestación del pasado sábado, dijo textualmente que: “resulta sospechoso que una persona que representa a una ciudad sea incapaz de escuchar la voz de sus ciudadanos en una manifestación por la paz”. A este le han contado las cosas de forma sectaria y él se ha convertido en vocero de un sector interesado.

Pero no paró aquí la cosa, después dijo haberse sentido utilizado por el posado, no previsto, con el alcalde en la sesión de fotos previa a la presentación del Festival. Lo dijo así: “Mi intención era apoyar el festival, no salir en fotos con políticos de derecha. Siento que me han utilizado”. Este Robbins debería saber que venía a una ciudad donde gobierna el Partido Popular y que su alcalde, don Alberto, es de derechas. Debería saber, por experiencia, que en los encuentros, presentaciones y saludos protocolarios la gente se hace fotos, e independientemente de las ideologías, la gente se estrecha la mano en un acto de cortesía y buena educación.

Este tal Robbins ha venido a Madrid a promocionar su película y habrá pensado que la mejor forma de hacerlo es sacar los pies del tiesto del cine y meterlos en la política. Su película se llama “Atrapa el fuego”. Lo ha hecho y se ha quemado en su buena educación. Y es que la política es ese nombre oscuro que envenena los sueños del protagonismo.

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