Es una muestra más del eclecticismo político que practica el PP. De su oportunismo político. De forma sutil, pero firme, el presidente del Parlamento de Cantabria, Miguel Ángel Palacio, recordaba anoche, en el acto conmemorativo del 28 cumpleaños de la Constitución española, como hace ahora un año algunos auguraban, proféticos y catastrofistas, el fin de España si se aprobaba el Estatuto de Cataluña.
No ha sido así, como no será, tampoco, el nuevo apocalíptico vaticinio de la rendición del Estado ante los terroristas. El problema que tienen las predicciones a corto plazo es que la realidad las pone en su sitio antes incluso de que se hayan difundido masivamente. Los anuncios fin del mundo, el milenarismo, las predicciones del astrónomo y adivisno francés Nostradamus, por poner un ejemplo, tenían a su favor que el cumplimiento de lo anunciado sólo lo podían verificar los herederos de los herederos de los herederos de los augures.
Rajoy, en cambio, se ha apuntado al anuncio de la hecatombe de hoy para mañana. Aunque la realidad le desmienta día a día. A él y a sus seguidores proféticos. En Cantabria, llevamos desde las elecciones pasadas esperando el caos, el desastre absoluto. Males sin cuento fueron anunciados por los populares y sus acólitos informativos.
Pues bien, aunque nada de aquello ha sucedido, ello no es óbice para que el PP se ofrezca electoralmente para solucionar los males que imaginaron y nunca ocurrieron. Basar una campaña electoral en una profecía no cumplida exige mucha demagogia y más caradura. Y en el PP de Cantabria tienen para dar y regalar de ambas.