El Príncipe

El papel político e institucional del príncipe de Asturias, heredero de la Corona española, está revelándose, de facto, más importante en América Latina que en España. Es lógico, ya que aquí no puede eclipsar al Rey y ha de manejarse con mucho cuidado, mientras que en otros países protagoniza relaciones institucionales al máximo nivel, aprovechando que es el representante español en las tomas de posesión de todos los mandatarios latinoamericanos, incluyendo Brasil y Portugal. De hecho, el trato que recibe es propio de un jefe de Estado.

Parece que fue ayer, pero Felipe de Borbón lleva ya diez años codeándose con líderes latinoamericanos y ahora empieza a recoger sus frutos. Su ventaja en este sentido es grande: mientras los políticos van y vienen -y a veces se van-, él permanece, con lo que acumula un conocimiento nada desdeñable ni para él ni para España y sus intereses en el exterior.

En México, donde acaba de asistir a la convulsa toma de posesión del presidente Felipe Calderón, el príncipe de Asturias volvió a demostrar sus tablas en el oficio que le viene dado desde la cuna. Tanto a nivel político como mediático, su tirón es grande. Digamos que sabe abrir puertas. Ahora sólo falta que a su acreditado nivel profesional vaya sumando al menos algunas de las cualidades que convirtieron al Rey en alguien tan humano como entrañable.