"La tierra pertenece a los vivos"
lunes 17 de noviembre de 2014, 17:39h
¿En
quién reside la soberanía?, ¿quién puede decidir en nombre de todos y desde
cuándo? Yo, que no soy entendido en derecho constitucional, tengo clara la
respuesta; basta leer el artículo 1.2 de la Constitución Española para saber
que "la soberanía nacional reside en el pueblo 'español' del que emanan
los poderes del Estado". Parece algo evidente; lo que siempre me ha
llamado la atención es que los constituyentes incluyeran el calificativo
'español' al referirse al pueblo soberano; algo que no ocurre, por ejemplo, ni en
la constitución francesa, en la portuguesa o en la italiana; en todos estos
casos la soberanía simplemente reside en el pueblo, a secas.
¿A qué otro pueblo cabría otorgar la soberanía
española en la Constitución Española? Parece claro que al constituyente de 1978
alguien lo indujo a dejar muy claro el asunto de la soberanía nacional. Pero,
en cualquier caso, suena a "excusatio
non petita, accusatio
manifesta", a "como sé que hay más de un pueblo en esta
carpetovetónica, para algunos, piel de toro, dejemos claro a quienes nos corresponde
ejercer esa soberanía. Algo que no hubo que aclarar en el proyecto de
constitución de la 1ª República Española ('la soberanía reside en todos los
ciudadanos'), ni tampoco en la Constitución de la 2ª República Española (los
poderes emanan del pueblo).
Quedó
puntualizado en 1978 para que, llegado el caso, que ya ha llegado con el tema
catalán, sólo cupiera una interpretación posible. La de aquellos nostálgicos de
viejas glorias olvidadas que siempre han tenido una visión sesgada de la
historia de España. Son los mismos que no aceptaron la España federal de 1874,
ni la autonómica de 1936 y que siguen, hoy día, cuestionando la evolución del actual
estado autonómico. Y todo, bajo argumentaciones puramente historicistas.
Llegados
a este punto cabe preguntar de nuevo ¿en quién reside la soberanía? e,
inevitablemente, hacer preguntas que por simples pueden resultar demagógicas:
¿alguien preguntó al pueblo castellano y al pueblo aragonés si estaban de
acuerdo con la boda de la reina Isabel I de Castilla con el rey Fernando II de
Aragón para constituir un nuevo reino? ¿alguien preguntó a los nazaríes si
aceptaban a los reyes católicos tras la guerra de Granada? ¿Qué soberanía es
más legítima, la emanada de las urnas o la originada por una conquista militar
o por el fruto de un braguetazo? ¿Tenemos derecho los andaluces a la autonomía
aunque no la tuvimos antes de la guerra civil como los catalanes, los gallegos
y los vascos? ¿Tenemos derecho los andaluces a decidir sobre nuestro futuro o
estamos condenados por la historia a seguir viviendo en el vagón de cola de los
pueblos de España?
Y
como no podía ser de otra manera habrá que hacerse, inevitablemente, la
pregunta de moda: ¿Tienen los catalanes derecho a decidir si quieren seguir
formando parte de España? Yo, sin ambages, pienso que sí; aunque también
defiendo que si resuelven marcharse tendremos que hacerles, entre todos, las
cuentas y el finiquito. Cabe también negarles el pan y la sal como hacen muchos. No obstante,
yo creo que ha llegado el momento de abandonar posturas maximalistas y empezar
a negociar nuevas formas políticas de convivencia, porque creo que el
inmovilismo político, en éste y en otros casos, no ayuda a encontrar soluciones.
La historia ya ha demostrado adónde nos lleva el tancredismo político.
Los
tiempos cambian y las personas también; ya lo dijo Ortega 'yo soy yo y mi
circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo'. Tenemos que amoldar nuestras leyes al momento
que nos ha tocado vivir. Tenemos y debemos conocer nuestra historia, pero no
podemos vivir anclados en ella: "la tierra pertenece a los vivos".
Esta sentencia de Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos,
viene muy al caso; igual que la carta que envió a su sucesor en el cargo James
Madison el 6 de septiembre de 1789: "los vivos tienen la tierra en
usufructo; y los muertos no tienen poder ni derechos sobre ella. La porción que
ocupa un individuo deja de ser suya cuando él mismo ya no es, y revierte a la
sociedad... ninguna sociedad puede hacer una constitución perpetua, ni tan
siquiera una ley perpetua. La tierra pertenece siempre a la generación
viviente: pueden, por tanto, administrarla, y administrar sus frutos, como les
plazca, durante su usufructo. Toda constitución y toda ley caducan naturalmente
pasados treinta y cuatro años".
El
tema de las fechas parece premonitorio, nuestra constitución cumplirá pronto
treinta y seis años. Ha llegado el momento de mover las fichas porque ya vamos
con dos años de retraso.
Manuel
Visglerio Romero -
secretario provincial del PA en Sevilla