El saqueo de España empieza por Andalucía

Andalucía es la tierra más bella que existe. La belleza de Andalucía no la constituye lo que vemos, sino algo más profundo, el hecho de tener los ojos abiertos y los sentidos despiertos para vivir y para ver. Decía el profesor Florentino Pérez Embid, un auténtico sevillano, que en Andalucía el primer valor es la belleza, el segundo, el bien, y luego, la verdad. Pero toda la hermosura en esta tierra antiquísima, cuya historia, según Plinio, se remonta a seis milenios antes de Jesucristo, ha llenado de hombres ilustres el nombre de España, se mezcla en estos tiempos con los episodios  más negros y tristes que los hombres han perpetrado nunca en Andalucía. La belleza de esta tierra es indiscutible, los hombres y mujeres de bien, son la mayoría de los andaluces, y luego la verdad, pero no la verdad a la que se refiere Pérez Embid, la verdad es la que nos relatan todos los días los diarios sobre el despilfarro sistemático, al que someten a esta dignísima tierra y a sus gentes, una lacra de maleantes que manchan el buen nombre de Andalucía.
 
Desde que jugando a ser señoritos, metieran sus zarpas en lo público los mangantes de cada pueblo, no hay día en que no nos despertemos con la noticia de que alguno se lo lleva crudo. Digo señoritos, porque es de lo que siempre se ha acusado a la derecha en Andalucía, por parte de los mangantes. Aunque la realidad que nos dejan las hemerotecas, desde que Andalucía se constituyese en Comunidad Autónoma, es que el saqueo de España ha empezado por esta tierra de María Santísima. La impunidad durante estos años ha sido de tal calado, que debido a sus más de ocho millones de habitantes, Andalucía ha ejercido como un reino de taifas en los diferentes gobiernos que ha tenido España, marcando siempre la pauta de un partido socialista desconcertado, a nivel nacional, y de un partido popular asombrado de que los propios andaluces no fueran conscientes del teje maneje con que se dirigían sus gobernantes.
 
Por aquí han pasado personajes de todo tipo y pelaje, que no han dejado más que anécdotas y chascarrillos en el carácter del andaluz; desde aquel personaje cutre y siniestro de Juan Guerra, propio de una España de pandereta, a los presidentes y subalternos en la Junta de Andalucía, que han manejado los caudales de los andaluces como si fueran de ellos, lapidando, por lo que se ve y se escucha, sin necesidad de que la jueza Alaya nos lo diga, a diestro y siniestro unos recursos que son tan necesarios para la prosperidad de éste pueblo, que se viste de faralaes con la misma alegría que canta una seguiriya para expresar sus penas.
 
Los andaluces quizás sean los españoles que más severamente están padeciendo la crisis económica. Esta tierra de trabajadores incansables, por campos y mares, no merece a los políticos que les han tocado en suerte, porque en el pueblo andaluz reside la grandeza y la esencia de lo español, y los españoles somos gente sana y honrada, luchadores como pocas razas en el mundo lo son. La inmensa mayoría de los andaluces viven en una precariedad a la que les han abocado sus dirigentes, que hoy se lamen las heridas unos a otros, en un sentido lastimero sin entonar el mea culpa, y como siempre, echando tierra a la justicia, que por una vez parece ser justa, aunque los resultados siempre nos parezcan cortos y mínimos.
 
La picaresca, una vez más, está servida, y Andalucía, en su conjunto, paga el pato de unos desaprensivos corruptos que han despilfarrado el dinero que era para todos, que se han gastado en gambas lo que no está escrito, y para colmo, seguro que no eran de Sanlucar. Unos políticos que salen en coplas y chirigotas, en conversaciones de bares, en las que cabe la idea de que de todos eran conocidas estas conductas ladronicias y nadie las evitó.
 
El verdadero problema es que se tapan unos a otros, los políticos digo, y entre todos han generado una casta que da vergüenza verlos; socialistas de toda la vida en yates de lujo, en restaurantes de élite, en viajes de placer, adquiriendo las fincas y dehesas que tanto repudiaron en sus inicios. Por eso mismo, no es descabellado pensar, que el saqueo de España empieza por Andalucía.
 
 Ismael Álvarez de Toledo
periodista y escritor
http://www.ismaelalvarezdetoledo.com