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¿Lo lamentaremos pronto?

¿Lo lamentaremos pronto?

Por José Manuel Pazos
martes 11 de noviembre de 2014, 10:50h
Según la reciente encuesta del CIS, la situación económica española es Muy Mala o Mala para el 82,2% de los encuestados, unas décimas peor que lo que se recogía en la encuesta de julio.  Similar porcentaje se inclina por la misma calificación cuando es preguntado por la situación política.  Del mismo modo que en economía el mundo está dividido en la discusión de si antes hay que reducir la deuda para así poder crecer, posición que defienden los partidarios de la austeridad, o lo contrario, que defiende que lo mejor es endeudarse para crecer y después ya se pagará la deuda, propugnado por los que creen que solo estimulando la demanda es posible devolver al crecimiento estable a las economías desarrolladas,  la encuesta del CIS nos lleva a preguntarnos que es preferente, resolver la negativa percepción económica o la desastrosa percepción política.

 Es claro que el Gobierno había apostado a que el cambio económico sería percibido por una buena parte de la población y eso tendría su reflejo político. Cuando dos terceras partes de la legislatura han transcurrido, la indudable mejora de los indicadores macroeconómicos no es en absoluto percibida por los encuestados y su descontento ha dejado paso a un fenómeno como Podemos, que atendiendo a sus propuestas políticas, considera en descomposición el régimen de convivencia nacido de la Constitución de 1978  para promover una "apertura democrática y constituyente que cambie la correlación de fuerzas a favor de las mayorías empobrecidas" y que en sus propuestas económicas defiende la semana de 35 horas, la reducción de la edad de jubilación, la prohibición del despido para empresas en beneficios, la recuperación del control estatal sobre sectores estratégicos, la implantación de un salario básico para todos los ciudadanos, la reestructuración unilateral de la deuda, o que el BCE pueda financiar directamente a los gobiernos. Es decir, la solución de los problemas económicos de un mundo complejo, a través de una política también compleja (basta leer cualquiera de los artículos recientes de algunos de sus líderes), pero paradójicamente aplicando medidas económicas sencillas, tan simples y fáciles de entender por cualquiera, como sencillo es comprobar los resultados que aplicadas parcialmente o en su totalidad han tenido este tipo de experimentos en otras sociedades.

 Es posible que lo que ellos denominan las élites, intenten no enemistarse y no manifiesten abiertamente su temor y su rechazo, pero es difícil disimular la amenaza que para un país de clases medias supone el ascenso de una fuerza política como Podemos.  Las primeras manifestaciones de preocupación vienen del exterior,  en forma de advertencias sobre  la deuda. Corresponden a los poco populares bancos de inversión o a medios de comunicación más o menos antipáticos por ser considerados portavoces del sistema como Wall Street Journal, pero para una economía como la española, extremadamente dependiente del capital exterior, que apenas ha tenido tiempo de asentar una base de recuperación sobre las frágiles y reversibles reformas que ha efectuado el gobierno, apoyadas sobre todo en la devaluación interna vía salarios, pero sin apenas cambiar el entramado de poder institucional que prometió abordar,  son pocas las esperanzas de que las condiciones económicas mejoren hasta el punto de que pueda descartarse un papel relevante en el futuro del país a un movimiento que supone una amenaza tan seria para su futuro económico, institucional y político. Estamos por lo tanto ante la urgente necesidad de que mejore el clima político. De otro modo, lo lamentaremos pronto. 
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